Las discusiones en torno a la migración son cada vez más amplias e involucran a diversos sectores de la sociedad, lo que podría ser un acontecimiento importante sino fuese porque la discusión en materia migratoria ha sido secuestrada por discursos de odio y sectores de la sociedad que alimentan día a día los estigmas y prejucios que existen contra quienes migramos, buscando menoscabar nuestros derechos humanos.
Podemos decir, que existen estigmas y prejuicios negativos hacia la migración en general, pero particularmente hacia la migración venezolana, por ser la comunidad que más ha llegado a Chile en los últimos años y además ser mayoritaria en relación a otras nacionalidades. Partimos de que hay una “mirada país” que criminaliza a la migración en su conjunto, donde la irregularidad migratoria se asocia con la criminalidad directamente y con el mal uso de la palabra “ilegal”. Si bien una buena parte de la comunidad que se encuentra en situación irregular es de nacionalidad venezolana, no por eso se puede generalizar a toda la comunidad, y mucho menos apuntar a que la delincuencia proviene de una cultura o país, cuando existe una crisis multidimensional en la Región Latinoamericana en esta materia.
Todas aquellas características que se atribuyen, aunque no son inherentes a ninguna nacionalidad, recaen sobre las personas, las cuales son vistas como potenciales infractoras de la ley o que está penalizado su existir. Los discursos de odio contra las comunidades migrantes, particularmente venezolanas, son cada vez más denigrantes. La violencia psicológica y simbólica que se genera a propósito de ello afecta profundamente aspectos psicosociales de la vida de estas personas en el país. Las personas migrantes, que representamos menos del 10% de la población del país, no somos responsables de los grandes problemas que experimenta éste; y por el contrario, contribuimos de múltiples maneras en su desarrollo y bienestar, tanto social como económico.
Si permitimos que la xenofobia, el odio y el racismo continúen, se seguirá fracturando la sana convivencia entre comunidades, generando barreras sociales importantes entre culturas diversas pero también más desigualdades o vulnerabilidades hacia la comunidad migrante.
Los discursos de odio son altamente peligrosos en cualquier sociedad que trate de promover valores de inclusión, dado que trae consecuencias en el plano psicológico-emocional pero también físico, e incluso jurídico o en materia de garantía de derechos. La exacerbación de la xenofobia y los estereotipos antes mencionados, se convierten en discursos y prácticas que abiertamente discriminan, excluyen o violentan.
Desde organizaciones de Derechos Humanos hacemos un llamado urgente a frenar el odio y la discriminación presente en discursos políticos, medios de comunicación y también en la convivencia cotidiana. La influencia de los discursos de odio en la sociedad chilena han calado muy hondo, cada vez más nacionales se convencen de ello y validan conductas de discriminación.
Estas situaciones, no sólo traen como consecuencia que las personas migrantes vivan en condiciones mucho más adversas, sino que afectan severamente la convivencia entre culturas y comunidades. La incorporación de perspectivas inclusivas e interculturales no busca traer mayores beneficios para una comunidad por sobre otra, se trata de construir una humanidad justa, diversa, respetuosa y que reconozca y dialogue en la práctica sus diferencias.
Vanessa González, codirectora de Organización Migrantas.