Una feria sin cariño

  • 04-11-2012

De la misma manera en que la cultura fue la gran ausente en el discurso electoral de las recientes elecciones municipales, la Feria del Libro de Santiago (FILSA), la cita literaria y cultural más importante del año de nuestra capital, no está ni en el puerta a puerta ni en el boca a boca.

A pesar del enorme esfuerzo desplegado por la Cámara del Libro junto a otras importantes organizaciones culturales entre las que se cuentan los Editores Independientes, la Fundación Pablo Neruda y las Universidades de Chile y Humanismo Cristiano, el impulso no es suficiente para captar la atención de una ciudadanía que se ha mostrado apática y disconforme. Este electorado que le ha dado una buena lección a la clase política es también un llamado de alerta para todos quienes trabajan por hacer de nuestro país algo mejor.

La suerte de “partida en falso” que tuvo la FILSA 2012 un jueves en medio de la campaña electoral y acaso con el discurso más bello, político y comprometido que hayamos escuchado en su seno, como lo fue el del Presidente de Ecuador Rafael Correa, hizo que se perdiera la fuerza inicial. Todos los medios de comunicación y la discusión pública seguían enardecidos y sorprendidos por los resultados del pasado domingo que no daban espacio para dar cuenta de la importancia de la versión más apoteósica de la historia de la Feria del Libro.

Y es que la presente FILSA cuenta con la mayor cantidad de invitados extranjeros como también es la de mayor envergadura física, cuando el país invitado de honor tiene un espacio propio de 600 metros cuadrados en los que despliega no solo toda su cultura, sino que además dispone de dos mil 500 metros cuadrados que se han sumado a la muestra habitual para recibir a otros invitados que han venido para quedarse, como son todas las expresiones gráficas, el cómix, el libro digital y las editoriales emergentes. Con todo esto, la antigua Estación Mapocho está prácticamente agotada como espacio y a pesar de sacársele todo el provecho que se pueda, ya no tiene mucho más que dar, a menos que se haga en ella un importante esfuerzo por reconstruir sus espacios internos y convertirla verdaderamente en el recinto ferial que nuestra ciudad tanto necesita.

Pero la que es considerada hoy la tercera feria del libro más importante de América Latina le falta acaso el ingrediente más importante y que es el que ha hecho de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, seis años más joven que la nuestra, encumbrarse como la primera, y que es el cariño de su gente. Por cierto que también es cuestión de dinero, pero por sobre todo, la FIL tiene a toda una ciudad que durante una semana gira en torno de ella después de haber sido literalmente bombardeada con información. Guadalajara, la capital de Jalisco, tiene una población parecida en número a la de la capital de nuestro país, y toda ella se vierte sobre la Feria, esperándola, ansiándola y, finalmente, disfrutándola.
Un gran trabajo tiene por delante nuestra FILSA para seducir a toda nuestra ciudad al punto que Santiago sienta que esta Feria y su éxito está en todos y no sólo en los hombros de la industria editorial.

La FILSA se presenta como una oportunidad maravillosa para que las nuevas autoridades municipales, con todo el ímpetu de una nueva etapa, se comprometan con ella; para que las Universidades, públicas y privadas, vean aquí una vitrina privilegiada que les permita demostrar a través de su creación editorial el verdadero aporte que hacen al desarrollo y a la educación de nuestro país y, para que esos ciudadanos descontentos se entusiasmen por ser parte de una verdadera revolución cultural…de modo que las palabras del presidente ecuatoriano Rafael Correa se hagan realidad en las siguientes versiones y sí le brindemos un homenaje ” a la memoria subversiva” y cultural del pueblo chileno.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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