Definitivamente somos unos privilegiados. En vez de estar sufriendo los avatares de la convulsionada sociedad global en las calles, a los chilenos nos entretienen con noticieros de TV plagados de crímenes, asaltos, violaciones, pedofilia, femicidios y atroces informaciones de penas de treinta horas de clases de ética aplicadas a multimillonarios estafadores farmacéuticos. Y para aquellos que les cansa tanta banalidad, está la farándula……o la política. Así es la vida en un laboratorio. En este caso, el laboratorio del neoliberalismo. El problema más grave es que algún mal pensado puede concebir la idea -descabellada, por cierto- de que los habitantes de este país somos verdaderos cobayos. Nada más lejos de la realidad.
La semana que pasó hemos tenido entretención variada. La renuncia de Pablo Longueira a ser abanderado de la derecha acaparó la atención. Pero no fue el único caramelo que pudimos saborear. Haciendo gala de esta especie de fetiche que es la democracia de los acuerdos, la candidata presidencial Michelle Bachelet nombró a una nueva vocera. La elección recayó en la abogada independiente Javiera Blanco, subsecretaria de Carabineros durante su administración y que ahora ostentaba el cargo de Directora Ejecutiva de la Fundación Paz Ciudadana. Esta entidad, presidida por Agustín E. Edwards -dueño de la cadena El Mercurio-, reúne a lo más granado de la derecha chilena, de grupos económicos y del progresismo neoliberal. Una mezcla que habla a las claras acerca de la cercanía que existe entre las dos alianzas políticas más destacadas del país y que representan a la derecha y a la centroizquierda. En los puestos más destacados se encuentran nombres como el de Sergio Bitar (PPD), que es vicepresidente y secretario; el poderosos empresario Bernardo Matte, vicepresidente y tesorero. Entre los directores se hallan los senadores Soledad Alvear (DC) y Alberto Espina (RN), la multimillonaria Paola Luksic Fonbona, Jaime Orpis Bouchon (UDI), Edmundo Pérez Yoma (DC) y el lobbista Eugenio Tironi, entre otros.
Con la integración de Blanco al comando de Bachelet parece claro que la candidata no piensa hacer grandes esfuerzos para llevar a cabo cambios estructurales. Se podría intuir que un eventual gobierno suyo será más de lo mismo que ya se conoció en su administración anterior. Nada de nueva Constitución, sólo promesas. Una intervención más profunda del Estado para lograr una educación de calidad, sólo sueños. Y los pasos hacia el término de la inequidad en el reparto de la riqueza serán al ritmo del poder. O sea, gatopardismo puro. Pero nada de esto amenaza el tremendo arrastre de Bachelet. Es posible que la política local deba entenderse como un elemento vacuo, un reality show.
Días antes de este episodio, el diario El Mercurio publicó una extensa entrevista al ex presidente Ricardo Lagos. En ella, el líder concertacionista se pronunció por una reforma profunda de la Constitución. Finalmente relativizó el cambio que él introdujo en la Carta Fundamental. Pero fiel a su estilo, lo atribuyó a las condiciones que enfrentaba su administración. Algo Así como Constitución en la medida de lo posible. Para Lagos, los problemas deben ser resueltos en la súper estructura. Nada de Asamblea Constituyente y nada que pueda desafiar los consensos. ¿Pero a quienes representan los consensos? Obviamente a las tendencias políticas que se identifican en los Partidos. ¿Y si éstos no representan a la ciudadanía? Es una pregunta que Lagos nunca ha respondido. Y es lícito pensar que él está en la línea de evitarle al pueblo la molestia de definir su destino.
La renuncia de Longueira a la candidatura presidencial de la derecha abrió una inmensa interrogante que, al final de la semana, la Unión Demócrata Independiente (UDI) se encargó de dilucidar: nominó candidata a Evelyn Matthei. Las reacciones fueron casi instantáneas y las redes sociales se llenaron de alusiones a este extraordinario evento. Incluso cuando se recién mencionó su nombre, ya hubo quienes se permitieron intentar deslucir su imagen. Consultado el presidente de Renovación Nacional (RN), Carlos Larraín, sobre la posibilidad de que Matthei fuera la abanderada de su coalición, dijo: “Sí, es una joven trabajadora. Un poco mal hablada, pero eso se puede remediar”. El presidente del Partido Socialista, diputado Osvaldo Andrade, por su parte, también hizo un aporte. “Espero, dijo Andrade, que el debate de la campaña presidencial sea de ideas y no de garabatos”. Ambos personeros hacían alusión a una extraña predilección de Matthei. Como senadora y ministra, manifestó una marcada afición a terminar sus intervenciones a chuchada limpia cuando algún contradictor se atrevía a levantar la voz.
Sin duda, aquí se puede apreciar un afán de limitar las posibilidades políticas de esta verdadera amazona de la UDI. Pero los temores de Larraín y Andrade no tienen asidero. En realidad, es difícil enmierdar más la política chilena.