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A 30 años del reconocimiento internacional de Croacia por parte de Chile: el episodio poco conocido de las relaciones chileno-croatas

Columna de opinión por Frane Krnić, Sergio Marinkovic Contreras
Martes 25 de enero 2022 18:58 hrs.


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El 16 de enero de 2022, se conmemoraron 30 años desde el reconocimiento internacional de Croacia por parte de Chile, siendo conjuntamente con Argentina y Uruguay, los primeros Estados latinoamericanos en reconocer a Croacia como Estado independiente tras el desmembramiento de la República Federativa Socialista de Yugoslavia. El sentido común, indicaría que esta decisión racional de política exterior, a nivel doméstico, se habría producido meramente por la influencia de las migraciones croatas en Chile, lo cual tiene algo de cierto, pero esto no siempre fue así.

Los dálmatas (croatas), comenzaron a llegar a Chile en la segunda mitad del siglo XIX, provenientes en su mayor parte de las islas de Brač, Hvar y Vis (Dalmacia) y las cercanías de Split, hasta entonces territorios del Imperio austro-húngaro. Con el tiempo y pese a no hablar castellano, rápidamente se fueron asentando en las ciudades extremas del país (Tarapacá, Antofagasta y Magallanes) e integrando rápidamente en la sociedad chilena, con lo cual llegaron a tener una importante presencia e influencia a nivel político, económico, cultural y social, entramado de redes que se explica porque las segundas y terceras generaciones comenzaron a migrar a Santiago, con el propósito de prepararse en centros universitarios y académicos o sencillamente trabajar.

Estos migrantes, que apelaban a su identidad regional dálmata, siempre tuvieron un sentido de pertenencia por la tierra de sus orígenes, así como la legítima aspiración de algún día ser parte de un Estado que aglutinara a los croata-dálmatas, y por conveniencia política, de unir a los eslavos del sur como una forma de resistencia ante los grandes Estados europeos. Dicha aspiración fue creciendo, aun cuando a su llegada a Chile fueran denominados como austriacos, eslavos, dálmatas y posteriormente, en un proceso de maduración identitaria, como croatas.

Esa identidad política y cultural, marca el primer antecedente de las influencias dálmatas en Chile. Dada su buena reputación y poder adquisitivo producto de las actividades salitreras, Antofagasta fue plataforma del Congreso de los eslavos del sur en el año 1916, evento que albergó la presencia de representantes de Argentina, Bolivia, Perú, Uruguay y otras ciudades de Chile, derivando en un primer movimiento llamado Defensa Nacional Yugoslava (Jugoslavenska Narodna Obrana). Su función principal era financiar al Comité Yugoslavo de Londres, institución que bajo la influencia del croata Ante Trumbić, jugaría un rol clave en la conformación del Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos (Declaración de Corfú de 1917), Estado que posteriormente sufrió una metamorfosis en su nombre, pasando a denominarse Reino de Yugoslavia desde 1929.

Cabe destacar que, entre los precursores de este movimiento en Chile, se encontraba el empresario salitrero oriundo de las cercanías de Dubrovnik, Pasko Baburica (Pascual Baburizza), dueño del Palacio del mismo nombre, que acompaña a los turistas en el Paseo Yugoslavo de Valparaíso, uno de los últimos resabios del yugoslavismo en Chile.

Pese a los acontecimientos de la política mundial, ese sentimiento yugoslavista en Chile se fue replicando y perpetuando de generación en generación. Yugoslavia era motivo de orgullo al ser un Estado en el que podían convivir la diversidad, múltiples naciones y culturas; un actor internacional que jugó un importante función en la conformación del Movimiento de los Países No Alineados junto a India y Egipto; ejemplo de un modelo alternativo de desarrollo y; un país que en ese afán por interesarse en el tercer mundo en plena guerra fría, mantuvo muy buenas relaciones diplomáticas con Chile (por su diáspora), hasta el golpe de Estado de 1973, instancia que Belgrado no legitimó y decidió romper relaciones unilateralmente, dándose la segunda interrupción de relaciones diplomáticas (la primera ocasión, se debió al impacto en Chile de la “ley maldita”, en plena guerra fría).

Transcurridos 17 años desde el quiebre de las relaciones diplomáticas entre Chile y Yugoslavia -sólo se mantuvieron a nivel consular-, las relaciones se restablecieron el año 1990 con el gobierno del Presidente de la República, Patricio Aylwin, y el retorno a la democracia, régimen de gobierno que era condición esencial para Belgrado. No obstante, y contradictoriamente, Yugoslavia se estaba convirtiendo rápidamente en el nuevo “enfermo de Europa”, mientras las banderas independentistas de Croacia y Eslovenia comenzaban a acelerar sus gestiones políticas y para-diplomáticas, en el concierto de una nueva guerra intestina que terminaría con la proclamación de estas dos nuevas Repúblicas el 25 de junio de 1991.

Frente a estos acontecimientos de relevancia mundial, las comunidades “yugoslavas” en Chile sintieron gran conmoción, consternación, pero también confusión: el sueño de ese gran país multinacional comenzaba a desmoronarse lentamente. Atrás quedaba el recuerdo de esas selecciones juveniles del año 1987 del Mundial de Fútbol de Santiago, representadas por Tudor en la parte chilena, y jugadores de la talla de Šuker, Boban y Prosinečki, por la selección que se había coronado campeona del evento en el Estado Nacional y que terminó su celebración en el “Estadio Yugoslavo” (jugadores que años después, cimentaron la base de la selección croata del Mundial de Fútbol de Francia ’98). Atrás quedaba esa razón de ser de los yugoslavos en Chile, huérfanos de la otra patria, quedando a la deriva de ese poderoso vínculo territorial y cultural, que simbólicamente se plasma en los versos de su himno, “Tamo Daleko”.

En ese contexto, la Embajada yugoslava en Chile (la única exclusivamente compuesta por tres funcionarios diplomáticos croatas en la red diplomática yugoslava) tendría un rol estelar que se tradujo en un plan táctico y estratégico creado y aplicado en la realidad chilena por el último Embajador yugoslavo Frane Krnić (de nacionalidad croata), quien luego en 1992, fue nombrado como primer Embajador de la República de Croacia en Chile y América Latina.

De este modo y en primer lugar, se realizó un sentido y quirúrgico proceso de “re-croatización” de las colectividades “yugoslavas” a lo largo de Chile, evocando la tierra de sus ancestros de origen fundamentalmente dálmatas (un sentimiento anestesiado por casi 70 años), teniendo como apoyo a croatas, descendientes de croatas con conciencia de identidad, y chilenos simpatizantes de la causa, a través de la creación de Movimientos de Ayuda Pro-Croacia (boletines de información, ayuda económica y medicamentos). En segunda instancia, buscar y ejercer influencias en diversas instituciones políticas, económicas, culturales y sociales y medios de comunicación, pero fundamentalmente del poder Ejecutivo y Legislativo, cuyo objetivo último era el reconocimiento de Croacia por parte de Chile.
Con estas acciones diplomáticas, el sentimiento croata empezó a florecer en las diásporas de todo el país, y la guerra de Yugoslavia comenzó a visibilizarse en la opinión pública. Un factor coadyuvante y anecdótico que facilitó el proceso, fue el carisma y trascendencia del entrenador croata de fútbol Mirko Jozić, quien llevó a Colo Colo a levantar la Copa Libertadores de América un 5 de junio de 1991, logrando visibilizar a Chile tras años de aislamiento internacional, pos recuperación de la democracia. La oportunidad política estaba para que el pueblo chileno, a modo de agradecimiento, solidarizara con Croacia: más del 99% de los “yugoslavos” en Chile y descendientes de yugoslavos, eran de origen croata-dálmatas.

En el plano legislativo, el momentum político no se hizo esperar y las trenzas croatas en el Parlamento se movilizaron para que transversalmente, desde el Partido Nacional al Partido Socialista de Chile (más cercano a Yugoslavia), se jugaran importantes gestiones para que Chile reconociera a Croacia y Eslovenia, mediante Proyectos de Acuerdo dirigidos al Presidente Aylwin. Los precursores, el Diputado Baldo Prokurica (hoy Ministro de Defensa Nacional) y el Senador Hernán Vodanovic. La relación chilena-croata fue tal cercanía, que incluso llegaron a recibir al primer Presidente del Sabor (Parlamento croata), Žarko Domljan, quien viajó desde Zagreb a una gira por el Cono Sur, gestándose así el primer grupo de amistad parlamentario de Croacia en el mundo, el chileno-croata.

Luego de estas acciones y gestiones políticas a nivel interno, y cerca de 12 horas después de los reconocimientos internacionales que venían desde Alemania, Islandia, el Vaticano y las Comunidades Europeas, entre otros, e incluyendo correspondencias previas con el Presidente croata Franjo Tudjman, el gobierno del Presidente Aylwin decidía reconocer a Croacia y Eslovenia el 16 de enero de 1992, mientras que a la par seguía manteniendo relaciones con la República Federativa Socialista de Yugoslavia. En la Declaración de Prensa se subraya: “Al formular los reconocimientos de Eslovenia y Croacia, el gobierno de Chile tiene presente los lazos de amistad que han unido a sus pueblos, en especial, los antiguos y tradicionales vínculos con Croacia, de donde proviene la inmensa mayoría de los inmigrantes yugoslavos que se establecieron en Chile”.

En síntesis, la decisión del Presidente Aylwin de reconocer a Croacia fue un gesto simbólico de “devolver la mano” por los importantes aportes de la migración croata al desarrollo de Chile, migración que, en su cuarta e incluso quinta generación, sigue siendo un gran aporte para el país en las dimensiones políticas, económicas, culturales, científicas, deportivas y sociales.

En esa misma línea y años después (2004), el ex Presidente Ricardo Lagos, viajó presencialmente a Brač, junto a una comitiva presidencial, para homenajear a los migrantes de origen croata, marcando como hito una placa conmemorativa para agradecer la presencia croata-dálmata en el país: “En homenaje a todos aquellos croatas que emigraron al sur del mundo para sumarse al desarrollo de Chile, entregando el aporte de hombres y mujeres, hijos laboriosos de estas tierras cuyas virtudes han contribuido a la grandeza de mi país”.

Los contribuciones de esa diáspora y sus descendientes, siguen inspirándose en las motivaciones que vivieron sus ancestros dálmatas en Chile, quienes a la luz de una respetuosa integración y cooperación con  la sociedad chilena, y el consecuente costo de perder la lengua croata en este lado del sur del mundo, siguen homenajeando y resignificándose en la nostalgia y el hoy siempre todavía, con los versos de Tamo Daleko: “Lejos muy lejos, allá en la orilla del mar, está mi tierra querida, está mi amada ciudad…”.

 

Frane Krnić- Ex Embajador croata de carrera. Embajador de Yugoslavia en Chile (1990-1991) y Embajador de Croacia en Chile (1992-1995).

Sergio Marinkovic Contreras – Tercer Secretario del Servicio Exterior de Chile.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.