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Demasiado castigo

Columna de opinión por Vivian Lavín
Viernes 4 de junio 2010 15:15 hrs.


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Las debilidades de nuestro sistema político son tan evidentes que tienden a dejarnos perplejos, encandilados, más que a impulsarnos a trabajar por corregirlas. Andamos todos casi ciegos, ya parece no importarnos y seguimos muy ufanos nuestra marcha en un país que prefiere mirarse, dentro de su miopía, en los ojos de otros que hacer una honesta autocrítica. Cuando tal o cual diario estadounidense celebra el manejo económico o impecable transición chilena convierte su sentencia en letra sagrada, de la misma manera que el padre felicita al hijo, quien ya puede seguir por el camino trazado con la convicción de que va por la senda segura.

Las vendas de la transición son traslúcidas y no logramos verlas. Pero son vendas, al fin y al cabo. Caminamos como el emperador desnudo que orondo luce su traje nuevo ignorando su evidente desnudez. ¿Qué mas precariedad que un tercio de los chilenos en edad de votar prefiere marginarse y observar el paso de esta caravana de ciudadanos perplejos en parsimoniosa y sumisa marcha hacia quién sabe dónde? Y aunque las voces de alerta son muchas, el ruido imperante es tan grande que hay quienes todavía se hacen los sorprendidos cuando se les representa el tema.

“La democracia es una forma política y jurídica que se organiza y construye con gran dificultad,  y con la voluntad y el esfuerzo de muchos, pero puede interrumpirse si pierde ese apoyo mayoritario”, sentencian Sofía Correa y Pablo Ruiz-Tagle en su libro Ciudadanos en democracia, una obra de reciente factura y que debiera ser considerado lectura obligatoria para todos aquellos muchachos que aspiran a integrarse a la sociedad, pero que poco saben de sus derechos y deberes como habitantes de esta República. Esta tentativa de democracia regida por una Constitución creada por un dictador y un sistema electoral injusto y excluyente no está tan sana como pensamos, y las palabras de los expertos ya fueron dichas, anunciadas con tiempo.

Y si volvemos a decir que la concentración de los medios de comunicación en Chile es pavorosa, no es sólo por incomodar, aunque así pareciera ser advertido cuando todavía hay quienes miran oblicuamente al cielo con cara de hastío, como si insistir en el tema fuera más una majadería que un deber que nos asiste como periodistas. Por eso celebro que la Defensora Nacional, Paula Vial, haya recordado en su última cuenta pública, como uno de los evidentes logros de su bien valorada gestión, la creación de una revista. Así es. REVISTA 93, un medio de comunicación escrito, sin costo y que puede descargarse también por internet, que se concibe como una forma de propender al debate en torno a temas espinudos que cierto periodismo o mejor dicho, quienes deciden las líneas editoriales de los grandes medios, prefieren soslayar. Temas como la prisión preventiva que ha aumentado de manera alarmante y que se celebra cuando se utiliza en contra de los estigmatizados delincuentes, pero que resulta de toda injusticia cuando le toca a otro “tipo de ciudadano”, como usted o como yo, cuando nos vemos envueltos de manera involuntaria o imprevisible en un delito.

¿Qué hemos hecho los chilenos con nosotros mismos que clamamos por tanto castigo y tan poco perdón? ¿Qué se hizo del corazón de pan amasado del que nos enorgullecíamos tanto?

Parte de la respuesta a estas preguntas ya fue escrita a comienzos de los 80´ por el dramaturgo Juan Radrigán en su obra Hechos Consumados, que nos transporta a esas décadas de inseguridad y miedo en los que deambulábamos también perplejos.

¿Qué cresta hicieron con nosotros?, se pregunta uno de los personajes…no lo sé, pero no me gusta lo que apenas puedo ver.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.