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Soberanía alimentaria: Hacer patria comiendo

La producción masiva de alimentos y la agricultura enfocada a la exportación está generando graves consecuencias a nivel mundial y local, con el encarecimiento de los productos alimenticios, la desaparición o riesgo de elementos originarios de los países debido a los transgénicos o las presiones del mercado. Desde la semilla hasta el plato, con lo que comemos también hacemos patria.

Constanza Ávila

  Viernes 21 de octubre 2011 19:32 hrs. 
agricultura

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Soberanía Alimentaria fue un concepto acuñado formalmente en 1996 en la Cumbre Mundial de Alimentos de la FAO por la Vía Campesina, para plantear un modelo contrario al actual sistema de mercado que rige la producción y distribución de alimentos en el mundo.

“El modelo dominante de las grandes compañías de agro negocios industriales han planeado deliberadamente la dominación de la agricultura y toda la cadena de distribución y producción de la agricultura. Este modelo explota a los trabajadores, concentra el poder económico y político, acaba con los recursos naturales y el medio ambiente y afecta la salud de todos los seres vivos”, declara la organización en su carta fundante, por lo que “La Vía Campesina promueve un modelo descentralizado donde la producción, el procesamiento, la distribución y el consumo están bajo el control de las comunidades mismas y no por las compañías trasnacionales.”

Chile, en sentido contrario, creó el 2006 el Consejo Chile Potencia Alimentaria, que busca posicionar al país entre los diez exportadores más importantes del planeta, alcanzando los US $20 mil millones, para el 2015, aprovechando la gran cantidad de tratados de libre comercio que se firmaron durante los gobiernos de la Concertación.

Pero la agricultura de exportación, sostienen los impulsores de la Soberanía Alimentaria, está causando estragos en el mundo debido a la imposición de medios industriales de producción, como el uso de agroquímicos y monocultivos que afectan la biodiversidad, la gran cantidad de combustibles fósiles para transportar alimentos de un continente a otro y las cuestionadas tecnologías para aumentar la eficiencia, como los transgénicos.

Por otro lado, los campesinos de los países pobres se han visto obligados a producir de acorde a las necesidades de sus países importadores, para saldar las deudas con los organismos internacionales con los que contrajeron compromisos.

“En Latinoamérica existen los monocultivos de pino y eucalipto, que secan las napas subterráneas, en los países pobres de África, los pueblos han visto sus tierras arrasadas por la palma aceitera, para satisfacer las necesidades del mercado global”., afirma Alicia Muñoz, dirigenta de La Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI).

Andrés Pascoe, encargado de la Sección de Gestión del Conocimiento de la UNESCO y aclara que “la preservación del patrimonio tangible e intangible es indispensable para la protección no solo de las formas culturales, sino de las formas de vida; y la agricultura local es un eje fundamental para la preservación de los estilos de vida”.

En cuanto a la situación nacional, Pascoe afirma que “si el enfoque que Chile quiere dar a la exportación de alimentos es la de productos que solo se dan originalmente acá, no necesariamente tiene que entrar en choque con la pequeña agricultura; sin embargo si el énfasis está en la agricultura industrial si pone en riesgo sus estilos de vida”.

Pero para ser uno de los 10 países con mayores exportaciones del mundo la producción no puede ser a pequeña escala. ANAMURI es más tajante en rechazar las políticas de exportaciones de los gobiernos y, particularmente, de Chile. “Hay una expansión del monocultivo; es decir, cultivos únicos donde están puestos los mejores recursos para la exportación, esas son las plantaciones. Reemplazar los cultivos básicos de alimentación por monocultivos de exportación podría convertirnos en potencia exportadora, pero ser una potencia aberrante desde el punto de vista de los intereses del país”, explica Francisca García.

“La soberanía alimentaria implica que la producción de alimentos sea responsable y una protección del sistema por parte del Estado, para que los precios no sean especulativos para los consumidores, y tampoco lesivos para los productores”, explica la dirigente campesina.

Alicia Muñoz comenta que en 1996, cuando se celebró la Cumbre Mundial por la Alimentación en Roma y la FAO planteó el tema de la Seguridad Alimentaria, “estábamos conscientes que las grandes empresas y transnacionales iban a caer con fuerza sobre este tema, que es un negocio sumamente rentable, porque nadie puede dejar de comer”.

Actualmente, el alza de los precios de los alimentos está golpeando con fuerza a los países más pobres. Esta semana, Jacques Diouf, director general de la FAO, pidió a los países del G20 que por favor ayuden a combatir la volatilidad de los precios de los alimentos, además de solicitarle a los empresarios de la industria que “se necesita mayor transparencia en los mercados alimentarios mundiales”.

En Chile, mientras tanto, se hacen cada vez más recurrentes las huertas urbanas y las iniciativas por recuperar la soberanía alimentaria en el espacio del hogar.

María Noelia Velásquez tiene 74 años y vive en Ancud, región de Los Lagos. Produce lechugas, habas, porotos, entre otras hortalizas; además de hierbas medicinales como menta, matico y platero. También produce mermeladas con frutos locales y licores, entre otras actividades como la recolección de algas. Toda su producción es individual y la recolección es del grupo familiar. Pertenece a la “Unión Comunal de Mujeres Rurales de Ancud” y es una de las cientos de mujeres campesinas retratadas en la Cartografía Productiva de ANAMURI.

En Santiago, hace algunas semanas se llevó a cabo el Primer Encuentro con las Mujeres Huerteras de Lampa en el marco del proyecto “Mujeres Rurales en rescate y defensa de la producción agroecológica”, que promovía la huerta agroecológica para hacer una canasta básica de alimentos de una familia.

Este fin de semana las Mujeres huerteras de Lampa, en conjunto con otras organizaciones, realizarán otra actividad similar en su localidad, para seguir promoviendo la producción agroecológica y aportando a la soberanía alimentaria de Chile.

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