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Los encuestados siguen vitrineando

Columna de opinión por Hugo Mery
Miércoles 22 de agosto 2012 10:54 hrs.


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Lo que deja en claro la encuesta dada a conocer ayer por el CEP es que los eventuales electores siguen vitrineando las ofertas presidenciales y que, de manera paulatina, los ciudadanos están asumiendo conciencia de sus derechos y capacidad de exigir a los poderes y autoridades.

El panorama electoral y la credibilidad de las instituciones aparecen estancados, en la medida que los resultados de julio-agosto no difieren de los de diciembre último. Bachelet sigue concitando las mayores intenciones de de votos más, votos menos, al igual que el mejor posicionado del oficialismo, Laurence Golborne, y todos los demás, con leves diferencias porcentuales que, en general, caben dentro del error estadístico.

El estancamiento se debe, en primer lugar, a la falta de declaración de candidaturas –caso de la ex Presidenta- o de inicio formal de actividades de los ministros presidenciables. Los otros, que sí lo han hecho de alguna manera, no logran despegar, aunque irrumpan -caso Parisi- de la nada con un dos por ciento.

Este compás de espera no puede dilatarse más allá de los comicios municipales de octubre. Los tres presidenciables de la derecha tendrán que dejar el gabinete y hacer sus carreras, tal vez en coincidencia con el ajuste que el Presidente Piñera deberá hacer cuando abandonen su elenco ministros y altos funcionarios con aspiraciones parlamentarias.

Será el momento de presión dentro de la oposición para hacer lo propio con su abanderado (a). Si nadie  hace lo suyo, la crisis institucional que muestran la encuesta CEP y otras fiables y todos los indicadores, podrá profundizarse y llevar las cosas a terrenos muy pedregosos. Es otra de las responsabilidades que deberán asumir las clases dirigentes y eso incluye las definiciones programáticas que tendrán que ofrecer a los esquivos votantes.

Tiene razón Andrés Allamand cuando dice que lo de ayer fue la foto del comienzo, pero no la del final. En política un año y medio es una eternidad y todo está realmente por registrarse. Esto es válido especialmente para Michelle Bachelet. Su expectable posición actual es por recuerdo y por ausencia. Si bien hasta ahora se ha mostrado incombustible a los intentos de quemar su imagen –en especial por su desempeño el 27-F-, otra cosa puede darse durante una campaña que será encarnizada.

Pero los mayores obstáculos los hallará dentro del sector que la levantará, con una oposición ideológicamente diversa y con una Concertación sin los afectos por conveniencia de antaño. Poner orden en las filas de esta última puede ser tan ímprobo como aglutinar a una izquierda que no se siente representada por ella. El líder sindical Cristián Cuevas nos decía hace unos pocos meses que prefiere que su sector lleve un candidato propio antes que confundirse con el bacheletismo. A esta generación sindical de recambio se unen jóvenes estudiantes como Camila Vallejo, que no se ve haciendo campaña por la ex Presidenta.

Por último, el ciudadano común y corriente puede enarbolar ante su candidatura ese viejo lugar común, que se expresaría  en la frase “me gusta ella, pero no quienes la acompañan”, es decir, “el líder, no su entorno”.

¿Y cómo gobernaría ella sin la Concertación, los díscolos, los veteranos y los desprestigiados como Girardi, aunque no los sacara a primera fila?

La falta de credibilidad en de las instituciones de que tanto se habla ahora no da, todavía, para una ruptura de “la calle” con los partidos y el Parlamento, aunque el desprestigio de éstos los convierta en blanco de furia y desdén y se empiece a admitir, desde el centro, la posibilidad de una asamblea constituyente para saldar en Chile el enorme déficit democrático, que comprende falta de libertades reales, desigualdad social y carencia de justicia.

Es en estos puntos donde diversos sectores -principalmente los más desfavorecidos- comienzan a plantarse frente a los grupos de poder, incluyendo los económicos. Sin dejar de advertir al gobierno algo que éste debiera tomar muy en serio: un 27 por ciento de respaldo no es nada para cualquier administración, aunque su porcentaje de desaprobación haya bajado de 59 a 52 %.

Al margen de la mejoría de los indicadores, se extrae de la encuesta CEP que la gente está diciendo algo más que si el Presidente le gusta o no: que las cosas –más allá de la dudosa capacidad de gestión y de las atosigantes ofensivas mediáticas- son cada vez menos aceptables tal como están.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.