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Egipto

El Nilo se tiñe de rojo

A un mes y días del derrocamiento de Mohamed Mursi como presidente de Egipto, con menos de un año en el poder, la sociedad egipcia se debate en una pugna de insospechadas consecuencias. Miles de decididos miembros y simpatizantes de los Hermanos Musulmanes exigen el retorno de Mursi al poder, en clara pugna con el poderoso ejército egipcio que avala y sostiene el gobierno presidido por Adli Mansur, ex presidente del Tribunal Constitucional.

Pablo Jofré Leal

  Sábado 3 de agosto 2013 10:45 hrs. 
AI INSTA A FUERZAS DEL ORDEN EGIPCIAS A SER IMPARCIALES Y PROTEGER A CIVILES

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Imagen de futuro que ha hecho recordar a algunos una de las plagas bíblicas de Egipto: el Nilo teñido de sangre. Hoy, no precisamente por la decisión de un dios sino por obra y gracia de seres humanos en pugna por el poder terreno. Si ello no varía y no se avanza en un proceso de pacificación que contemple al Ejército, los hermanos Musulmanes y la oposición liberal y salafista en el país norafricano, no sólo el Nilo tendrá un color rojo, sino que ejercerá fuerte influencia sobre naciones vecinas en una de las zonas más inestables del planeta.

Sobre diálogos y visitas
Desde el 25 de enero del año 2011, fecha que marca el derrocamiento del ex presidente Hosni Mubarak, producto de la movilización de millones de egipcios cansados de décadas de corrupción y escasa participación política, unida a una severa crisis económica; hasta la actualidad con el golpe militar del ejército egipcio, que sacó del poder a los Hermanos Musulmanes y otrora presidente en ejercicio Mohamed Mursi, mucha agua ha corrido por el Nilo. Y ha corrido, no precisamente como un remanso de aguas calmas, luego de los últimos acontecimientos en la capital de la tierra de los faraones, que significaron la muerte de un centenar de seguidores de los Hermanos Musulmanes y cientos de heridos en las inmediaciones de la principal mezquita carioca donde acampan los leales a los Hermanos Musulmanes, desde el derrocamiento de Mursi, el día 3 de julio pasado.

Miles de decididos miembros y simpatizantes de los Hermanos Musulmanes exigen el retorno de Mursi al poder, en clara pugna con el poderoso ejército egipcio que avala y sostiene el gobierno presidido por Adli Mansur, ex presidente del Tribunal Constitucional y el Ex Director de la Organización de Energía Atómica y Premio Nobel de la Paz, Mohamed el Baradei.

A la par de la violencia vivida en Egipto se han sucedido las visitas internacionales: como ha sido el caso de la Alta representante de Política Exterior de la Unión Europea Catherine Ashton, que estuvo con el encarcelado y derrocado Mohamed Mursi, se entrevistó con las autoridades de facto y dio también sus opiniones respecto a la necesidad que Egipto transite por un camino lo más alejado de la violencia, vista la enorme influencia que ejerce este país no sólo en el norte africano, sino en el conjunto del Medio Oriente y en especial en el contencioso palestino-israelí, que bajo el auspicio de Estados Unidos ha entrado en un camino de diálogo interrumpido el año 2010.

Ashton se entrevistó también con el vicepresidente de Relaciones Exteriores de Egipto, Mohamed el Baradei, quien en la conferencia de prensa posterior al encuentro, sostuvo que las puertas del diálogo, en el marco de la reconciliación nacional estaban abiertas para los Hermanos Musulmanes pero no para Mursi “Hay una nueva hoja de ruta. Mursi fracasó pero los Hermanos Musulmanes son todavía parte del proceso político y nos gustaría que continuaran siéndolo”

Opinión expresada por el Baradei, aparentemente discordante con la necesidad de establecer un diálogo amplio en Egipto pero, coincidente al leer el palimpsesto de las declaraciones de Ashton luego de su visita a Mursi, donde señaló que le había pedido al encarcelado ex mandatario que ejerciera un papel pacificador de las huestes islamistas. Se rumorea que la alta funcionaria de la Unión Europea estaría trabajando por lograr la salida de Mursi del país, logrando que uno de los países de la UE lo acoja junto a su familia.

Para el analista Eugenio García Gascón una de las preguntas más complejas e inquietantes que suscita el conflicto en Egipto radica en saber “si la situación política y social se deteriorará rápidamente hasta caer fuera de todo control, llegándose a una guerra civil similar a la de Siria o Irak” La respuesta para este, como para otros analistas consultados por nuestra revista, dice depender no solo de la conducta política y militar del ejército egipcio sino también la conducta que muestren los islamistas a corto y mediano plazo. Para García Gascón “una diferencia importante con respecto a Siria es que en Egipto todavía no se han involucrado otras potencias regionales que en Siria están financiando sin restricciones a los rebeldes con el apoyo tácito o expreso de las potencias occidentales”

Si algo se ha constatado en estas semanas en Egipto, es que la correlación de fuerzas se mantiene, en esencia, muy similar: un ejército que detenta el poder real desde el año 1952 y las fuerzas políticas islamistas (tanto los Hermanos Musulmanes como los Salafistas) pero, todo ello bajo el ritmo salido de la influencia de la institución castrense, que goza de enorme reputación y representa un poder regional de indudable peso con su medio millón de hombres en armas y un millón de reservistas, equipado con tecnología militar de punta y con fuerte influencia, no sólo en lo que pasa en el norte africano, sino también con Israel, Palestina, Siria y en general el Medio Oriente.

Así lo entiende Estados Unidos desde la época del asesinado ex presidente Anwar el Sadat, que significó el inició de la ayuda militar estadounidense al ejército egipcio, que recibe cerca de 2 mil millones de dólares al año en ayuda militar para mantener a ese ejército en la órbita occidental y en paz con su vecino israelí.

No basta sólo tener armas
Pero, a pesar de lo que se diga en contrario, la administración estadounidense, su aliado israelí y las monarquías del Golfo Pérsico saben que no basta con detentar el poder militar o excluir en esto al islam Político sino se avanza en solucionar los urgentes problemas sociales, económicos y de participación social que condujeron al 25 de enero del 2011 e incluso el derrocamiento de Mursi. Esto, a pesar que en sus propios países este marco de actuación está vedado, sobre todo en las petromonarquías del Golfo

Es notorio que el conflicto: Ejército, Hermanos Musulmanes lleva implícito un factor de lucha por el poder, pero también una pugna por cuestiones religiosas a lo que se unen los problemas sociales de profunda raigambre –que afectan al conjunto de las sociedades árabes – y donde los Hermanos Musulmanes tienen un fuerte trabajo en las bases de la población egipcia, con décadas de trabajo que sustentaron su triunfo en las elecciones presidenciales del año 2012 y que explican también que a un mes del derrocamiento de Mursi, miles de sus seguidores estén dispuestos a inmolarse.

El Ejército, así como los políticos liberales agrupados en el Frente de Salvación Nacional, el Movimiento Juvenil Tamarod, Al Azhar (centro religioso y académico más influyente del mundo musulmán suní), la Iglesia Copta y el Nur (partido salafista de una corriente ultraconservadora del Islam) saben que si desean debilitar a los Hermanos musulmanes deben ocuparse y solucionar los problemas económicos, de profundización de la democracia y la participación en un país donde la mayoría de sus jóvenes tiene pocas oportunidades de desarrollo.

A ese marco se une el poder social que detentan Los Hermanos Musulmanes con quienes, sí o sí los salafistas, políticos liberales y el propio ejército deberán contar para no sumergir a Egipto en un baño de sangre. Joschka Fisher, ex Ministro de asuntos exteriores y vicecanciller de Alemania entre el año 1998 y el año 2005 sostiene frente a la situación egipcia que “occidente debe entender que para lograr la paz en Egipto debe trabajar con tres fuerzas políticas líderes: los militares, los Hermanos Musulmanes y los jóvenes urbanos que por millones han salido a las calles. Esto, porque ninguna solución de corto plazo asumirá la forma de opción única. El peor enfoque sería marginar o incluso perseguir nuevamente a los Hermanos Musulmanes y el islam político”.

Fischer ha expresado variadas interrogantes frente a la actual situación en Egipto “¿Cuáles son las opciones de salida para Egipto? ¿Repetirá la tragedia de Argelia donde los militares cancelaron una elección para evitar que los islamistas asumieran el poder y condujeron a una guerra civil que duró ocho años y se cobró 200 mil vidas? ¿Volverá el país a una dictadura militar o terminará Egipto con algo parecido a una democracia kemalista, como la que prevaleció largo tiempo en Turquía, con un gobierno civil y las decisiones en manos de los militares? Las tres alternativas son factibles aunque es imposible predecir cuál primará.

En Egipto se teme hoy un nuevo derramamiento de sangre por la decisión de los simpatizantes de los hermanos Musulmanes de seguir acampando en la capital cariota exigiendo la liberación y el retorno de Mursi al ejecutivo. Esto, a pesar de la orden de desalojo de dos campamentos de protestas instalados en El Cairo, orden emitida por el gobierno de Adli Mansur. La orden del Gobierno interino encargó al Ministerio del Interior a adoptar medidas necesarias para hacer frente a los posibles peligros que pueda enfrentar el país. , ya que, a juicio de las autoridades egipcias, las acampadas constituyen “un peligro para la seguridad nacional”.

Para los editores de Jadaliyya, un interesante medio político árabe, la situación en Egipto es compleja, penosa y difícil para aquellos que murieron por derrocar a Mubarak, creyendo avanzar hacia un modelo de democracia con respeto a la participación social y alejado de totalitarismo: “Hay pocas dudas de que el marco de transición patrocinado por el ejército es estructuralmente incapaz de hacer frente a las rampantes desigualdades sociales que han propiciado el conflicto desde hace mucho tiempo entre grandes segmentos sociales y el Estado egipcio”.

La transición en curso tiene como objetivos fundamentales blindar las instituciones estatales frente a las demandas populares de cambio revolucionario. El hecho de sustituir simplemente a los Hermanos Musulmanes por un nuevo grupo de civiles aliados con el ejército, incluso bajo el marco de las instituciones democráticas, no va a sofocar la lucha por el pan, la libertad y la justicia social”

En ese marco, unido a los últimos acontecimientos sangrientos en Egipto, la intervención política de Estados Unidos y la Unión Europea, las declaraciones de los bandos en pugna hacen prever que es solo cuestión de tiempo que se produzca un enfrentamiento claro entre los defensores del cambio transformador – es decir aquellos que propiciaron la salida de Mubarak y Mursi – y el orden político dirigido por los militares. La lucha por el poder se está dando a sangre y fuego entre el Ejército, sus aliados y los Hermanos Musulmanes, lugar donde aquellos que permitieron el 25 de Enero del año 2011 y la salida de Mursi tiene poca cabida y, sobre todo, poco poder de fuego.

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