El corazón, ideado el profesor Alain Carpentier y la firma francesa Carmat, fue implantado el miércoles y tres días después de la operación el profesor Jean-Noël Fabiani, jefe del servicio de cirugía cardiovascular del hospital parisino Georges Pompidou aseguró que el paciente, de 75 años, “va muy muy bien”. Los médicos esperan aportarle como mínimo cinco años más de esperanza de vida.
Las autoridades sanitarias francesas dieron luz verde a finales de septiembre para la intervención, abriendo nuevas perspectivas para los pacientes condenados por la escasez de injertos disponibles.
El nuevo miocardio, que según los creadores, imita totalmente a un corazón humano normal con dos ventrículos que movilizan la sangre como lo haría el órgano humano, cuenta con unos sensores que permiten acelerar y desacelerar el corazón, por ejemplo al correr o dormir, con total normalidad.
Otra gran novedad es la autonomía. La batería incorporada dura dos años y pasado ese tiempo el paciente deberá volver al quirófano. Pero esa operación se realizará sin perforación y mediante inducción magnética.
Este tipo de artefactos creados a partir de tejidos biológicos, supone una revolución con respecto a los anteriores modelos, semi-artificiales, ya que es totalmente autónomo y no requiere de aparatos exteriores ni siquiera para recargar la batería.
La prótesis se basa en los componentes, a menudo de origen animal, de las válvulas cardiacas. Gracias a sus tejidos biológicos y a su concepción autónoma, el corazón resuelve, según sus creadores, los principales problemas a los que se enfrentan las prótesis cardiacas artificiales.
Este tipo de implantes, según afirma la empresa creadora, podría salvar al año la vida de decenas de pacientes que esperan un transplante, ya que este nuevo corazón artificial no genera rechazo en los pacientes. Es un mercado enorme porque se calcula que 100 mil enfermos en Europa y Estados Unidos no podrán recibir un implante a tiempo por falta de donantes.
Pero el nuevo corazón artificial no es para todos. Con sus 900 gramos (más pesado que uno humano, de 300 gramos en promedio) solo puede ser implantado en personas corpulentas. Sería compatible con el 70% de pacientes masculinos y 25% femenino. Otro obstáculo, el precio: 160 mil euros.