Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 28 de marzo de 2024


Escritorio

Davos y la desigualdad


Martes 28 de enero 2014 13:01 hrs.


Compartir en

En la exclusiva cumbre de Davos, Suiza, que congrega a políticos y unas mil multinacionales con un volumen de negocios equivalente a casi la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos, la  creciente desigualdad fue identificada como una de las principales amenazas para la economía global. Un informe de la organización humanitaria Oxfam aportó una comparación escalofriante: las 85 personas más ricas del planeta ganan lo mismo que los 3.500 millones más pobres.

El  dato no pasó desapercibido  entre los ricos de Davos,  quien  de manera  sorprendente y quizás alentadora, reconocieron  la desigualdad, como el gran problema del mundo actual.

Cabe preguntarse  si hay acuerdo en este punto ¿por qué no se ha hecho nada para solucionarlo?

Según el informe, las elites más ricas han “secuestrado” el poder político y establecen las reglas económicas para su beneficio, lo que se traduce en políticas tributarias injustas y prácticas corruptas.

Pero Oxfam cree que la alarmante desigualdad se puede revertir si se evita utilizar los paraísos fiscales para evadir impuestos, si hay una mayor regulación de los mercados, si se respaldan los impuestos progresivos sobre la riqueza y si las empresas pagan salarios dignos a sus trabajadores, entre otros.

Reiteramos entonces la pregunta  ¡¿Por qué no se ha hecho nada para solucionarlo?!

Quizás porque  la única  entidad que  puede  reducir la desigualdad a nivel nacional  es el Estado. Y para hacerlo  necesita  recursos  con los que financiar   inversiones en salud, educación o seguridad social.  Y acá,  se acaban las coincidencias con Davos y las multinacionales reunidas en Suiza.  La globalización  financiera, la desregulación  y la capacidad de mover la producción  de un país  a otro posee el    poder  para torcer el brazo   de los gobiernos y nadie  está dispuesto a ceder ese  dominio.

Es probable que en Davos, se sigan lamentando   por la desigualdad mundial,  desde los elegantes salones y las aplaudidas conferencias.