El bajo Imacec de junio de sólo 0,8 por ciento, no sólo estuvo lejos de las expectativas del mercado, situadas en alrededor del 2%, transformándose en el menor desde marzo de 2010, sino que hace prever que julio y agosto podrían mostrar por primera vez en años, decrecimientos.
Como consecuencia inmediata, el tipo de cambio llegó a casi 578 pesos, alcanzando nuevos máximos en cinco años. Con ese valor, los operadores estiman que superará los 580 pesos y, eventualmente, alcanzará un techo de 600 hacia el tercer trimestre. En los últimos seis meses, la divisa ha subido más de 50 pesos.
Este comportamiento se explica, tanto por el bajo Imacec como por las caídas del precio del cobre en las últimas sesiones. La baja actividad hace prever a los mercados que el Banco Central reducirá la tasa de interés a 3.25% o incluso a 3%. Si ello sucede, es presumible que quienes tienen pesos que se desvalorizan por inflación y bajo interés, prefieran dólares para invertirlos en mejores plazas. Esto hace presión sobre esa moneda y aumenta su valor, en un mercado que, además, prevé menos oferta por la baja del metal rojo.
A nivel internacional, en tanto, el temor a un recrudecimiento del conflicto entre Rusia y Ucrania, debido a la movilización tropas hacia esa frontera, ha hecho caer las principales bolsas, aumentando el apetito por el billete verde pues la situación geopolítica aconseja salir de acciones y estar líquido sea en dólares u oro.
Pero este clima de tensión en Rusia o Medio Oriente no ha evitado que los precios del petróleo Brent y WTI hayan tocado mínimos desde febrero, aunque coincidiendo con los máximos que, desde noviembre de 2013, muestra el dólar respecto al euro. La divisa estadounidense lidera las transacciones de materias primas y sus oscilaciones se expresan en los principales commodities. La debilidad de los últimos datos macro de Europa también favorece las bajas en el valor del crudo y, según analistas, las dudas sobre la recuperación de países desarrollados reducen la incertidumbre de suministro, no obstante los conflictos en varias las principales áreas petroleras del mundo.
Para Chile, estas son noticias mixtas. Por una parte, la baja del petróleo nos favorece en dólares, pero nos afecta en pesos. No obstante, gracias al tipo de cambio flotante, la economía chilena se ajusta más rápidamente debido a que frente a cualquier amenaza, el dólar sube, mejorando las perspectivas de sus exportaciones. Este mecanismo evita contracciones más drásticas, aunque también reduce el consumo, puesto que el valor de los productos importados sube. De allí la caída en las ventas de automóviles y bienes durables.
Y si el Central reduce su tasa en la próxima reunión del 15 de agosto, el dólar seguirá alto, aunque la baja en el costo de crédito compensará el efecto deterioro de un dólar apreciado, mejorando la actividad de los sectores no transables. De allí que se espera que el Ejecutivo reduzca rápidamente las incertidumbres normativas y acelere la puesta en marcha de sus proyectos contracíclicos en Obras Públicas y energía, aún si se presionara el IPC. Así, el aumento del desempleo de los últimos meses podría detenerse, lo que, a su turno, reactivaría el consumo, que ha caído debido a las menores expectativas de ingreso de las personas.