“A mí me gusta escuchar las voces bajas de la sociedad, las que no se oyen en los medios de comunicación. No me nutre el discurso institucional del poder, en cambio sí me nutren las historias contadas, las vivencias del sufrimiento, las pillerías y la astucia de los que sufren, y ahí aprendo”. Con esa reflexión Carmen Castillo comparte su alegría de haber recuperado el optimismo político y haberse reencontrado con la sociedad chilena, después de sufrir profundas decepciones con el proceso político de la transición a la Democracia.
A 40 años de la muerte de su pareja, el líder del MIR Miguel Enríquez, la documentalista, escritora e historiadora reclama con fuerza la vigencia de la revolución. Admite que ya no hay un proyecto claro de transformaciones, pero asegura que basta con distinguir entre poderosos y oprimidos para encontrar un lugar de lucha por una sociedad mejor.
En el prólogo para la reedición de tu libro “Un día de Octubre” dice “aprendí que la memoria de los vencidos es energía para la historia”¿A qué se refieres?
A que la enseñanza, la historia la escriben los vencedores y quedan, en las ruinas de la derrota, escondidas, las luchas, las experiencias extraordinarias de los que perdieron. Qué sería el presente, la creación y la acción política, sin todos esos muertos, vencidos, a veces olvidados, que renacen y viven con nosotros. Sin esa memoria de las luchas del pasado es imposible esa relación dialéctica entre el pasado y el presente. Son recuerdos que iluminan e irradian la figura, por ejemplo de Miguel Enríquez, y tocan la conciencia y el conocimiento de los jóvenes, con quienes revive la esperanza de realizar lo que no pudo ser. Hay que avanzar habiendo siempre un horizonte irradiado desde las luchas perdidas
En su obra existe una recurrente figura de la derrota y la muerte que parece fascinarla
Pero es para decir, como Víctor Sergio, de derrota en derrota hasta la victoria final. Es decir, no es ninguna fascinación mórbida, se sobrevive para ser un puente que comunica, no la muerte, sino la vida de los que murieron. Lo importante no es la muerte de Miguel Enríquez, Víctor Sergio, Trotsky o Rosa Luxemburgo, lo importante es que lo hecho con sus vidas se cristaliza al momento de la muerte. Quise desmitificar la palabra derrota, no tenerle miedo y convertirla en una palabra positiva, reconociéndola, pero haciendo lo posible por sacarle lo mórbido, dejar de ver un héroe porque murió, sino por lo que pensó y combatió. Desacralizar la muerte llenando de vida las experiencias que vivimos.
La consigna de librar la batalla final revolucionaria cuando luchamos por una transformación radical, significa que pensábamos que viviríamos esa victoria. Pero una vez que comprendimos que todo aquello se había derrumbado, teníamos que ver cómo hacíamos para mantener una perpetua transformación, descifrando el presente.
Cuando se refiere a “nuestras acciones pasadas que alumbran el camino de las luchas presentes” ¿a qué luchas se refiere? ¿para qué se lucha hoy?
Lo que queda del pasado es una postura, un espíritu, una relación con el mundo. No hay, como en nuestra generación, una visión simple de la historia, ni un objetivo para crear una sociedad socialista e impulsar una revolución permanente. Hoy todo aquello es tan difícil, porque el mundo de hoy está dominado por el capitalismo financiero y para descifrarlo hay que entender que todo el planeta vive bajo una tiranía económica, con patrones sin rostro.
¿Qué es ser revolucionario hoy?
No tiene nada que ver con lo que éramos nosotros, porque no hay esa sociedad utópica, no hay ni religión de la historia ni contradicciones sociales claras. Pero si vivimos en una prisión, dominados por una clase de poderosos que son el capitalismo financiero ¿qué hacemos? No tenemos un modelo, todo es incierto, el compromiso político de hoy es una apuesta a lo incierto. No sabemos qué pasará mañana pero no me gusta lo que pasa hoy, entonces te sitúas con los pobres, con los oprimidos. La historia avanza en una lucha perpetua entre oprimidos y opresores, eso no ha cambiado, podemos llamarlo lucha de clases o conflicto por el medio ambiente, pero siempre hay aquel que posee y aquel que no posee.
¿Qué diferencia hay entre esa postura y la “vocación preferencial por lo pobres” que propugna la Iglesia Católica? ¿es revolucionario escuchar a los pobres sin un proyecto para construir algo distinto?
No es caridad sino una lucha frontal contra los poderosos. Es estar con los oprimidos haciendo política y luchando por el poder. Para mí, como artista, ser revolucionario significa construir la trayectoria de la revolución como una necesidad del presente. Revolucionar significa cambiar el orden de las cosas. En Bolivia hubo una revolución en pleno siglo XXI, con la llegada de Evo Morales, pero esa revolución tiene su origen en la guerra del agua en Cochabamba. Ahí está la lucha de los zapatistas, que en 20 años han creado otra manera de vivir. Es decir, es posible hacer la revolución hoy. Las sorpresas de la historia existen.
Vamos con los de abajo, los excluidos, creando con ellos en el presente otra forma de vivir. “Luchar crear poder popular” no es un recuerdo nostálgico, sino que quiere decir cosas muy chiquititas: un congreso para abrir un debate nacional por la educación, crear lazos de solidaridad entre los pobladores de la Reina –que esperan sus viviendas- y los de Estación Central –que ya las tienen-.
No podemos esperar que la revolución siga un modelo, porque ya no hay una sociedad utópica, pero sigue habiendo una utopía.
¿Qué queda hoy del MIR?
Quedan lecciones, aprendizajes, experiencias, el coraje, la audacia, la desobediencia. Hay valores indispensables para el accionar político radical. Cuando recogemos al MIR, recogemos una organización política revolucionaria muy iconoclasta, muy novedosa, con una tremenda inventiva y una inteligencia política tremenda.
Me sorprendió, porque al ser tan melancólica, no sabía que estaba tan viva la experiencia del MIR en el mundo popular de Chile. Yo soy sincera en decir que no soporté el plebiscito ni la transición. Mi llegada a Chile fue de a poquito, acompañada de la experiencias de lucha de los mapuches y del campo popular.
En uno de los pasajes de su prólogo para “Un Día de Octubre” acusa que los militantes de la izquierda “unos tras otros se integraron a las filas del liberalismo triunfante” ¿se refiere a los ex miristas que hoy ocupan espacios de liderazgo en la Nueva Mayoría?
Me refiero a lo que es el compromiso político hoy en el mundo. Lo hago a partir de la experiencia de la generación del 68 en Francia y mundialmente. No renunciar a lo que fuimos significaba no creernos el cuento de que los capitalistas dejarían de querer acumular. Se creyó que ahora el mercado permitiría la redistribución, la libertad y la democracia y entonces muchos hicieron sus vidas, otros se metieron en política, pero abandonaron la lucha radical por otra sociedad. Eso duró bastante tiempo hasta la crisis, porque ahora ya nadie se cree el cuento.
¿Piensa que eso pasó con los miristas que se integraron al Partido Socialista y el PPD?
Yo los respeto, nunca he sido de los que juzgan. Los caminos que cada cual elige son de responsabilidad de cada cual. La pelea de la herencia nunca me interesó. Yo sí siento que muchos de mi generación insolente y revolucionaria pensaron honestamente que las cosas habían cambiado. Pero había que buscar una manera de descifrar la nueva forma de dominación y mantenernos irreductibles, no encerrados ni nostálgicos. Yo también abandoné y pensé que se había acabado todo, pero resulta que esta historia nunca se acaba. Porque atraídos y seducidos por esta globalización feliz, muchos pensaron que era posible hacerlo desde el consenso y la negociación, pero resulta que el resultado del consenso, del fin de la historia, el fin de la lucha de clases, implicó la despolitización total de la sociedad.
Pero en la centroizquierda chilena hay dos almas, los que están satisfechos y los que reclaman más cambios. Cuando dice “nosotros que estábamos apurados tuvimos que someternos a la ruda escuela de la paciencia” ¿se refiere a la necesidad de modificar los cambios radicalos por cambios graduales?
Noooo. Cuando hablo de la lentitud de la impaciencia me refiero a no decepcionarse. No es aceptar la graduación, para nada. Imagínate que luchar por salvar el planeta contra la voracidad del capitalismo es urgente. Es hoy día que hay que parar Hidroaysén, es hoy día que hay que devolver los recursos naturales, recuperar el agua. Hoy día la revolución es urgente, ya no es la sociedad utópica bien definida, sino el freno de este tren desbocado que va a la catástrofe empujado por el capitalismo.
Es no decepcionarse frente a la primera dificultad. La impaciencia es no abandonar, la lentitud es aceptar que el camino hay que inventarlo.
Entre sus encuentros con las comunidades locales ha comentado la experiencia con los mapuches. ¿qué significado le da al conflicto en la Araucanía?
Ahí tenemos un ejemplo perfecto de una lucha radical. El pueblo mapuche, como la lucha zapatista, como la lucha ecológica radical, se encuentra directo con los poderosos. No veo cómo resolver el problema sino es cambiando el estado del mundo. Tenemos que hacer conciencia de que podemos vivir un mundo diferente, donde la ganancia y el consumo no son valores de existencia.
¿Cómo vivió la irrupción del movimiento social del 2011, en pleno gobierno de la derecha?
Yo paso períodos muy tristes, como todo el mundo, pero la sorpresa que me llevé el 2011, cuando más allá de la explosión, surgen las demandas por la recuperación de los recursos naturales, cómo una demanda reivindicativa directa como la educación vino acompañada de la inteligencia de ver de dónde sacamos los recursos, cómo funciona este sistema, etc.
Pareciera que este sistema nunca podremos derrumbarlo, pero … y si, y si se logra, si en esa chispa revolucionaria… Mantengamos las luchas cotidianas por intentar crear otra manera de resistir al sortilegio del consumo. Hoy los poderosos no tienen necesidad de un dictador ni del terror de entonces, pero nos dominan con dureza inconmensurable, con crueldad, aunque todas las medidas vienen envueltas en azúcar.
¿Hay planes de algún nuevo documental en Chile?
Sí claro. Mi último documental lo filmé en Brasil con los sin tierra, me llené de energía en las luchas sindicales, de los sin casa, de los barrios populares en Marsella, y me di cuenta de que hay luces y hay energía. Y filmé una película muy luminosa y política, que va en contradicción total con el pesimismo de Europa, en que de repente aparecen estos anónimos como la campesina sin tierra de Paraná, la joven musulmana en Marsella, el sindicalista, y ocupan todo el espacio de la pantalla, y dicen que se entretienen, se levantan contentos; que perdieron la huelga, perdieron la elección, pero siguen, porque las vidas tiene sentido y es mejor vivir con el otro, haciendo algo, que cretinisándose en el mall o viendo al televisión. Entonces esa película que no hice en Chile, porque no supe a dónde ir, es la que estoy viendo cómo hacer desde esta mañana, con algunos amigos cineastas, para darle una narración a estos colectivos del presente en Chile.
¿Cómo ve a los nuevos colectivos juveniles que se denominan anarquistas y a esos grupos que ocupan el mismo nombre para poner bombas?
Se ponen nombres que no tienen mucho que ver con la tradición anarquista. Veo en esa multitud de colectivos un ¡Ya Basta!, un ¡estamos hartos! no sabemos cómo hacerlo, pero echémosle para delante de esa u otra manera. Hay muy malas lecturas de la realidad, sea por optimismos falsos, porque recurren a la violencia cuando no tiene nada que ver con el estado de ánimo del pueblo. Hay que estudiar el MIR para sacarle el fetichismo a las armas. La violencia debe tener sentido y no puede desprenderse de lo que la gente organizada desea hacer.
¿Qué opina de Marco Enríquez-Ominami?
Es un ser humano brillante, se parece muchísimo a Miguel en su rapidez, su necesidad de aprender e inventar y su proyecto, que apuesta por gobernar, es legítimo, tiene que haber de todo, algunos apuestan a la institucionalidad, es una apuesta difícil, convencer de un proyecto de reforma y transformación en un país con reglas institucionales muy cabronas. Se trata de que apuntemos a un mismo objetivo, yo apuesto por pequeñas cosas, pequeños colectivos, talleres, transmitir la experiencia de los oprimidos. Marco se está lanzando en una apuesta larga, complicada y difícil. Le deseo que mantenga permanentemente abiertos los oídos y los ojos.