Las declaraciones de ciertos dirigentes empresariales subrayando el papel central que les cabe en la economía chilena nos llevan a pensar en una cuestión que se plantea a menudo. Esta cuestión se refiere a la distinción de las clases productivas, improductivas o parasitarias en un régimen capitalista.
Primeramente recordemos a este respecto que en tales regímenes las clases que se autoconsideran productivas piensan que ellas son indispensables y que por ese motivo tienen derecho a unas remuneraciones, o a unas ganancias, lo más elevadas posibles.
En segundo lugar, hay que decir que se ha observado históricamente que la burguesía en tanto que clase dominante cambia completamente de actitud con el desarrollo del capitalismo. En efecto, al comienzo ella defiende la tesis de que es necesario reducir al mínimo los gastos injustificados o superfluos, como lo había teorizado el ideólogo liberal Adam Smith, pero en seguida esta clase comienza a hincharse haciendo que sus capas sociales parasitarias aumenten considerablemente.
Esta evolución podría resumirse con las palabras de K. Marx que decía que tanto el sistema material como intelectual del capitalismo entra en un proceso de degeneración a medida que se desarrolla.
Por otra parte, y de acuerdo con los escritos de este mismo pensador, en el curso del desarrollo del capitalismo resulta que es siempre el elemento parasitario y el más mediocre que se impone sobre el trabajo productivo. Este fenómeno afecta también a los obreros pero sobre todo a los capitalistas. Esto último es el resultado de que las relaciones mercantiles prevalecen, en el seno de los capitalistas, con respecto a las relaciones de producción, de manera que acumular dinero cueste lo que cueste resulta más importante que producir objetos útiles.
Así rápidamente la economía de un país cae entre las garras de los banqueros y de los financieros, donde los improductivos y parásitos pululan, como nuestro país lo ilustra de una manera tan clara.
José Cañas C.
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