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Año XVI, 29 de marzo de 2024


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Comentario radial: La corrupción*

¡Mil formas de corrupción!, que en nada nos diferencia de los países más desprestigiados de la Tierra, echando al suelo nuestras impresiones tan falsas como voluntaristas. Sin embargo, aquí en Chile nadie abdica o abandona sus cargos. Mientras que la Presidenta de la República nos pone su mejor cara de compungida y convoca a toda suerte de comisiones y consejos para encarar la falta de probidad: un viejo recurso de la política, como sabemos, para sortear las crisis y postergar las soluciones.

Juan Pablo Cárdenas S.

  Miércoles 6 de mayo 2015 8:53 hrs. 
corrupción

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Un título que manifiesta un contundente  “Basta a la Corrupción” destaca hoy la revista Le Monde Diplomatique que ya se exhibe en los quioscos de todo el país. Un fuerte título y el análisis de varios redactores y columnistas que expresan el gran sentir nacional. En la demostración de que no éramos ninguna excepción en el continente o en el mundo y que la corrupción,  aquí en Chile, la verdad es que se manifiesta en todos los ámbitos de nuestra vida.

Desde luego, corrupción empresarial y sindical; crónica corrupción de nuestros tribunales y jueces venales, en su doble estándar, por ejemplo, para perseguir los delitos de los pobres o de los chilenos ricos o influyentes. Corrupción en las municipalidades, en instituciones que eran tan prestigiadas como la Iglesia Católica que por años se destacó en la defensa de los DDHH; graves episodios de corrupción en  las FFAA y la compra de armas, pertrechos y servicios; corrupción en las universidades que lucraban contra de la Ley y siguen lucrando durante la bullada reforma educacional; corrupción en las licitaciones y concesiones de obras públicas; usura y corrupción del crédito bancario y de las grandes tiendas (o del retail, como se les dice); corrupción en la pavorosa  distribución del ingreso,  en las AFP e isapres; corrupción y tráfico de influencias en las votaciones del Parlamento y de los consejos comunales; corrupción en las asignaciones de becas y fondos públicos concursables; delincuencia y corrupción callejera, hasta en el robo –ahora- de maquinarias y existencias de los hospitales y postas.

¡Mil formas de corrupción!, estimados auditores, que en nada nos diferencia de los países más desprestigiados de la Tierra, echando al suelo nuestras impresiones tan falsas como voluntaristas.

Corrupción en la política, por supuesto, delitos que alcanzan a quienes se han empinado en lo más alto del poder; que compromete a ministros de Estado y “legisladores”, sumado a los más inéditas manifestaciones de impunidad, como la que retiene al Ministro del Interior en su cargo, después de haber boleteado a una críptica empresa financiada por Soquimich. Boletas y facturas pagadas también por esta empresa a los hijos del actual Presidente de la Democracia Cristiana por supuestas “asesorías de palabra”, como se ha dicho.

Millonarias sumas de dinero evadidos de impuestos que terminaron en el bolsillo de candidatos de todos los colores políticos, cuando las ideologías solo han devenido solo en colores electorales. Recursos destinados a manipular la voluntad soberana de los ciudadanos y digitar las decisiones de quienes resultan elegidos en el Congreso Nacional y en los municipios.

Narco y microtráfico en lo más alto de la administración pública y en las poblaciones marginales, desde que –con el consentimiento oficial- se le permitiera a un deincuente como Amado Carrillo instalarse en Chile, al tiempo de ese grosero escándalo del MOP Gate que inaugurara una seguidilla de nuevos asaltos y malversaciones al erario nacional y al Presupuesto de la Nación.

Corrupción en el financiamiento de las campañas electorales. Millonarios gastos por encima de lo permitido por la Ley Electoral, gracias a los cuales de impuso la propia Michelle Bachelet y para quien recaudaban operadores políticos tan oscuros como Giorgio Martelli, que se hizo experto en obtener financiamiento desde las empresas privatizadas por la Dictadura y que en 25 años de pos dictadura, no solo no se han recuperado, sino que han multiplicado con creces su patrimonio y utilidades, gracias a sus buenas y transversales relaciones con la política. Personajes tan siniestros como el propio Julio Ponce Lerou, el ex yerno de Pinochet, repartiendo plata a diestra y siniestra en la política y a punto de hacerse de otra riqueza tan estratégica como nuestras reservas de litio. Mientras que, curiosamente, los que reciben y pagan se escandalizan de que un empresario como Leonardo Farcas donde dinero y especies a los pobres y damnificados por los aluviones y el sistema económico desigual, que fuera  sacralizado por cada uno de los “socialistas” herederos del Dictador, de su sistema institucional, como de su corrupto sistema electoral binominal.

Dinero que compra y lava el cerebro de los dirigentes de izquierda y líderes sindicales o gremiales a cuenta de esa gran caja electoral armada por las empresas saqueadas a todos los chilenos.

Sin embargo, estimados auditores, aquí en Chile nadie abdica o abandona sus cargos. Ni el Ministro del Interior, ni su repugnante subsecretario de apellido Aleuy, que desde el radicalismo furioso del pasado hoy llegara a desacreditar a los ex presos políticos y agredir a los mapuches de la Araucanía. Ni renuncian, tampoco, los parlamentarios confesos de haber recibido pagos del Consorcio Penta fuera del periodo electoral; ni el director de Impuestos Internos Michel Jorratt, a quien se le regaló la propiedad de su cargo en medio de las denuncias de corrupción y luego de que se supiera que también le cobraba boletas al Consorcio Martelli- Ponce Lerou…

Mientras que la Presidenta de la República nos pone su mejor cara de compungida y convoca a toda suerte de comisiones y consejos para encarar la falta de probidad: un viejo recurso de la política, como sabemos,  para sortear las crisis y postergar las soluciones. Mientras que la misma Jefa de Estado nos anuncia con un enorme eufemismo que Chile necesita una nueva Constitución, luego de más de tres décadas de ilegitimidad tanto de origen, como de contenido. “Proceso constituyente abierto a la ciudadanía” nos promete, en la más cabal, sí cabal, disposición de hacerle solo ajustes a la actual Carta Fundamental y entregar a las cúpulas partidarias la solución a nuestra profunda crisis política, que no es solo política sino institucional, cuando los tres poderes del Estado funcional mal, cuando servicios tan importantes como el Electoral, el de Impuestos Internos y las superintendencias han ignorado por años los fraudes tributarios y los dispendios del gasto político, cuando el lobby o el tráfico de influencias regula las decisiones alcaldicias; cuando la educación se hace parte del mercado y de la especulación. Cuando en cada puente que se levanta, cada calle que se pavimenta, cuando en cada licitación del Estado opera la coima y el amiguismo y ese  consabido “como voy ahí”, expresión que resume tan bien todo lo que sucede.

Mientras nuestros empolvados diplomáticos se encuentran el La Haya, cobran honorarios de miedo, se asignan viáticos de lujo y todo tipo de prebendas de primera clase para ir a defender “nuestra soberanía” , amagada supuestamente,  por el país que fue dueño y se le despojó en una guerra fratricida la provincia hoy más rica de Chile por su cobre y otros minerales. Conflicto que, por lo demás,  fuera alimentado por los intereses transnacionales enseñoreados en todo nuestros yacimientos, bosques, aguas y has en las altas cumbres de nuestra Cordillera de los Andes… Arrogantes defensores, en realidad, de la soberanía de estas empresas extranjeras, que se niegan a pagarnos un royalty digno, que no sea el peaje que pagan a los dirigentes políticos elegidos y reelegidos en La Moneda y el Parlamento. Con la complicidad de toda la política y, por cierto, de nuestra FFAA que, se dice, debieran proteger y ser las vigías de nuestra soberanía.

  • Transcripción de su comentario radial matinal del miércoles 6 de mayo de 2015
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