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“El renacido”: El viejo y duro Oeste

Basada en la novela de Michael Punke, el filme ya obtuvo los premios Globos de Oro a Mejor Película Dramática, Mejor Director y Mejor Actor Protagónico para Leonardo Di Caprio y es la favorita para los Premios de la Academia con 12 nominaciones. Pero alcanzar todo este reconocimiento no fue nada fácil.

Antonella Estévez

  Sábado 23 de enero 2016 13:15 hrs. 
el renacido

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La nueva película de Alejandro G. Iñárritu (parece que el apellido González se perdió en algún lugar de Hollywood) es el resultado de varios meses de filmación en condiciones extremas para contar la historia –inspirada en hechos reales- del cazador Hugh Glass. Un explorador de principios del siglo XIX que luego de ser atacado por un oso y de ser dado por muerto por sus compañeros, emprende un viaje en busca de venganza en medio de los inhóspitos y fríos parajes del noroeste estadounidense.

Basada en la novela de Michael Punke, el filme ya obtuvo los premios Globos de Oro a Mejor Película Dramática, Mejor Director y Mejor Actor Protagónico para Leonardo Di Caprio y es la favorita para los Premios de la Academia con 12 nominaciones. Cuatro de ellas –Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión y Mejor Fotografía- ya fueron recibidas por la anterior obra del director mexicano, Birdman o las virtudes de la ignorancia recién el año pasado. Pero alcanzar todo este reconocimiento no fue nada fácil. El director de Amores Perros desarrolló para esta película exigentes dinámicas de filmación que, según algunos reclaman, llego incluso a poner en peligro la seguridad de su equipo. La elección de filmar en locaciones naturales y en sentido cronológico, obligó a la producción a trasladarse desde la Columbia Británica en Canadá hasta Tierra del Fuego en Argentina, en busca de nieve y espacios abiertos. El costo de la producción llego a 135 millones de dólares superando en el doble lo propuesto originalmente.

El resultado es una película hermosa y dura. Que se alinea en la tradición del western profundo, de esas películas que presentaban a los hombres enfrentados a sí mismos y a la naturaleza en las condiciones más brutales. González Iñárritu continúa demostrando su habilidad en dos áreas que han sido la mayor fortaleza de su cine: la dirección de actores y los juegos de construcción narrativa. Leonardo Di Caprio entrega una actuación realmente deslumbrante, no sólo por las exigencias físicas a las que el personaje está sometido sino por la capacidad de comunicar intensamente sólo a través de la mirada en gran parte del filme. Tom Hardy como contraparte resulta feroz y convincente, con una capacidad corporal que ya le habíamos visto en otras películas y una equilibrada interpretación que permite comprender su precariedad.

La fotografía del mexicano Emmanuel Lubezki, fiel colaborador de González Iñárritu, es fundamental para involucrar al espectador en la atmósfera en que viven los personajes. La decisión de grabar con luz natural y en temperaturas bajísimas –que en un momento llegaron a los 25 grados bajo cero y congelaron parte del equipamiento-  fue una decisión arriesgada pero que cinematográficamente da muy buenos frutos. La fotografía de la película es impactante en la manera en que presenta un entorno impresionantemente bello y, a la vez, hostil. La presentación de los recuerdos, de memorias incluso mágicas, mezcladas con la brutalidad del presente del personaje logran llevar al público en una experiencia conmovedora, exigente y difícil de olvidar. Si se trata de una joya o una película sobrevalorada, el tiempo y cada espectador lo tendrán que decidir.

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