En los círculos guerreristas de las administraciones de gobierno, tanto en Estados Unidos, como Inglaterra, Francia y Alemania se está imponiendo, dentro de un supuesto abanico de opciones para Libia, la solución militar, utilizando en esta ocasión el pretexto ya manido de atacar a grupos terroristas, que amenazan según ese socorrido expediente, las bases de las sociedades democráticas.
Lo que no se suele mencionar bajo este predicamento, repetido hasta el hartazgo por los medios de comunicación afines a los gobiernos mencionados, es que el gran responsable de la aparición y desarrollo de estas bandas terroristas son precisamente los gobiernos, que hoy dicen luchar contra el terrorismo. Sumando en esta lista a países como Arabia Saudita, las Monarquías del Golfo Pérsico, Turquía y la punta de lanza de occidente en Oriente Medio como es la entidad sionista. Si existe terror takfirí en Libia, en el norte africano y en general en el Magreb, además de Oriente Medio, esto tiene un claro responsable: la política hegemónica de Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados, que bajo diversos pretextos han conseguido, en el caso libio, destruir a un Estado que se caracterizaba por sus altos indicadores de desarrollo humano y polo de atracción de cientos de miles de trabajadores magrebíes y subsaharianos. Hoy, ese país está convertido en un fragmento de lo que era hace un lustro, con tres gobiernos disputando los restos de un botín atesorado por los mismos que lo tienen en la estacada.
Un país que según informaciones entregadas por autoridades sanitarias de Tobruk necesita atención de salud para el 30 por ciento de su población. Según datos entregados por la Organización Mundial de la Salud – OMS – sólo el 37 por ciento de los centros de atención primaria están funcionando, un 49 por ciento lo hace parcialmente y un 10 por ciento no funciona y un 4 por ciento está en etapa de rehabilitación. Un país donde existe un aumento de las denominadas enfermedades infecciosas y emergentes: malaria, tuberculosis, VIH Sida. Falta de personal sanitario – cuando Libia era un ejemplo en la formación de personal médico para el resto del continente africano – escasa disponibilidad de medicamentos.
Existe una clara emergencia sanitaria, que ni siquiera la riqueza petrolera puede sanar, primero porque del 1.7 millones de barriles diarios que se producían bajo Gadafi, hoy sólo se extraen 300 mil, gran parte de los cuales son esquilmados por las compañías extranjeras y por la organización privada Petroleun Facilities Guard, ligada al gobierno de Tobruk y acusado de ser el mayor obstáculo para la industria petrolera en Libia. Una organización privada que cuenta con 30 mil hombres en armas, creada, supuestamente para proteger la industria hidrocarburífera, pero que ha sido acusada de extraer los suministros y abandonar las instalaciones frente al avance de las fuerzas takfirí.
Según consigna la cadena RT, en entrevista a Mustafá Sanalla, Presidente de la Empresa Nacional de Petróleo con sede en Trípoli “el PFG se ha centrado sólo en hacer dinero y se ha convertido en el mayor obstáculo para formar un gobierno único. El PFG trató de vender el petróleo por su cuenta y fracasó a la hora de proteger las instalaciones y los procesos productivos afectando, de esa manera el 70 por ciento de la producción de petróleo. El pésimo desempeño de esta empresa ha permitido que Daesh haya ocasionado daños a nuestra única fuente efectiva de ingresos en cifras que superan los 60 mil millones de dólares”. En este escenario el petróleo, las acciones terroristas, los distintos gobiernos para un mismo país, divisiones tribales, sectarias y religiosas que confluyen, dan pié a la conformación de un terreno fértil para la intervención de terceros países cuyo interés no está en llevar la paz a Libia, sino que sacar provecho, rédito de sus riquezas a contrapelo de los deseos de paz de su población.
En busca del petróleo y detener la inmigración
A lo largo de las últimas semanas, el Pentágono ha estado prometiendo un esfuerzo más amplio a nivel mundial contra el grupo terrorista. El secretario de Defensa estadounidense Ashton Carter afirmó que “además de Irak y Siria, estamos dispuestos a lanzar una respuesta flexible y ágil contra el Estado Islámico – Daesh en árabe – en sus posiciones en el norte de África y otras ubicaciones”. En una postura coincidente, el general Joseph Dunford declaró que Estados Unidos quiere emprender una acción militar decisiva contra Daesh en Libia, con el objetivo de poner obstáculos entre ellos y otros grupos terroristas que operan en África. “Para ello, según Dunford, la decisión sobre el plan implicaría a aliados de la OTAN como Reino Unido, Francia e Italia” sin definir aun fecha exacta para esta operación pero, que sería en algunas semanas según consigno el periódico militar “Stars and Stripes” pero que estaría buscando fortalecer la excusa más plausible para invadir Libia, esta vez con una fuerza militar considerable, que permita controlar gran parte del país, incluyendo si o si las zonas productoras de petróleo y gas.
La idea de vincular a países europeos como Alemania, Francia e Italia, va en la senda de volver a situar a Libia como el país que sea esencial en el control de los flujos migratorios – tarea que había sido encargada a Gadafi y que cumplió a rajatabla – y que tras su ejecución ha significado convertir al país norafricano en fuente interminable de salida de miles de magrebíes y subsaharianos, que salen de puertos libios camino a Lampedusa, Malta y otras zonas, puerta de entrada a Europa. Libia bajo Gadafi era un socio prioritario de la Europa Comunitaria para el “control de los inmigrantes” y con su ejecución se abrieron las válvulas de salida, que ha tenido como consecuencia la salida de al menos 600 mil personas desde las costas libias – según datos consignados por el Alto Comisionado Para los refugiados – ACNUR – que también ha detallado la muerte o desaparición de al menos 7 mil personas entre el año 2011 y la actualidad, con cerca de 3 mil muertos en naufragios sólo el año 2015.
En Alemania la sola idea de enviar tropas de ese país para apoyar a un potencial gobierno de unidad nacional – como lo indicó la Ministra de Defensa Alemana Ursula von der Leyen – despertó la sospecha de legisladores opositores quienes ven segundas intenciones en esta idea. El Portavoz de política exterior del Partido La Izquierda, Jan van Aken, según consigna Deutsche Welle “nos hace sospechar que detrás de este anuncio se encuentra un pacto sucio para apoyar al gobierno libio a cambio que Libia impida que sigan llegando más inmigrantes a Europa desde sus costas” esto, en el marco de la denominada Operación Sophia, implementado por la Unión Europea para frenar el flujo migratorio a Europa y que implica capturar a traficantes y devolver a inmigrantes que salgan de costas africanas.
La operación contra Libia, en su segunda etapa, ya está en marcha. En un interesante trabajo publicado por el analista Manlio Dinucci, este señala que “los dirigentes occidentales nos habían asegurado que la operación militar que emprendían contra la Yamahiria Árabe Libia no apuntaba a apoderarse de las reservas de petróleo del país ni a dividirlo en tres partes sino que se trataba de proteger a la población civil de la amenaza del dictador. Después de una guerra que provocó en Libia más de 120 000 muertes, ahora están iniciando la segunda fase de aquella operación. Y esta vez nos dirán que hay que proteger a la población civil contra el Emirato Islámico, cuando en realidad se trata de tomar posesión de los yacimientos de petróleo”
En esta nueva intervención participarían, inicialmente diez mil soldados, tanto de Estados Unidos como europeos, bajo el manto de operaciones de la OTAN según lo declaró el Secretario General de esta organización militar Jens Stoltenberg al señalar que “la OTAN está lista para intervenir en Libia”– con uso de tropas en terreno, aviones y blindados. Para ello se encuentran en Libia, según publicó el Daily Mirror en su edición del pasado 3 de enero del 2016, una avanzada una avanzada de las Fuerzas Especiales Británicas – SAS – junto a miembros de los Seal estadounidenses. Todo ello coordinado por el mando de las Fuerzas Estadounidenses en África – Africa Command, una de las divisiones militares que el Ejército estadounidense tiene en el mundo. Se contempla el uso de la Base Naval de la VI Flota estadounidense ubicada en Nápoles, la Base Militar de Vicenza como también las bases británicas en Chipre y Malta.
La solución para Libia no pasa por más intervención de las potencias occidentales, las grandes responsables de la actual fragmentación del país, de la caída de sus indicadores de desarrollo humano y de la presencia de bandas terroristas. El futuro libio pasa por la decisión de los propios libios de darse el derrotero que definan, no puede ser escrito en las oficinas estadounidenses, europeas, en El Cairo, Ankara o Riad. Tobruk y Trípoli deben avanzar en resolver aquellos puntos que los dividen por el bien de siete millones de seres humanos que tras cinco años de guerra constatan un país balcanizado. La paz para Libia permite pensar en un futuro mejor no sólo para los libios, sino también para tunecinos, argelinos y marroquíes y sobre todo permite pensar en avanzar por alcanzar la autodeterminación de pueblos como el saharaui sometido a la represión de la Monarquía Marroquí, fiel aliada de occidente. La paz en Libia sólo podrá ser posible cuando occidente deje de clavar su banderas políticas, económicas y militares en Libia o en cualquier otro país donde suelen clavar su garras.
Libia es parte de un trabajo que debe tener como norte el respeto a su sociedad. Occidente debe tener presente que si algo une a los libios de distintas confesiones, razas e ideología es la aversión a la intervención extranjera, que puede ser el catalizador que permita conformar un Gobierno de Unidad Nacional pero, en esta ocasión, destinada a combatir al invasor y no servir a los intereses del complejo militar industrial tanto de Washington como sus socios europeos, como tampoco a las trasnacionales del petróleo, que desde la ejecución de Gadafi se han frotado las manos pensando en las riquezas que pueden obtener de la cuota de hidrocarburos del país norafricano.
Hoy como el año 2011 Gaddafi es hoy una sombra perdida, perseguido con furia en el momento de su ocaso, acusándolo de crímenes contra la humanidad, de represión, de haber gobernado con mano de hierro durante 42 años, cuando sólo meses antes de su ejecución instalaba su Jaima en los palacios de gobierno como el del ex Primer Ministro Italiano Silvio Berlusconi en Italia y éste le rendía pleitesía en sus residencias en Milán y Roma…o era recibido en Londres, Paris u otras capitales europeas que le agradecían servir de freno a los afanes migratorios de los pobres de África. Sostuve, en ese lejano 2011 que Por largo tiempo será difícil hablar de paz en Libia, como lo es ahora en Sirte, Bengasi o Trípoli. Los daños económicos al país considerado en su momento por la ONU el más rico y próspero de África no será tarea difícil, sino más bien incrementarán las heridas en el seno de una sociedad enmarcada en este nuevo divide et impera neocolonial.