Al igual que en la canción Corazón loco, del compositor cubano de boleros Antonio Machín (versionada, entre otros, por el español Diego El Cigala), desde el inicio esta historia plantea una controversial pregunta: ¿Es posible amar a dos personas a la vez? Esta interrogante tratada tantas veces en la literatura y el cine, surge  nuevamente y plantea una mirada actual en esta cautivante primera novela de la guionista franco-suiza de televisión Diane Brasseur, obra que fue alabada por la crítica literaria francesa por la profundidad psicológica de sus personajes – sin apelar a los inevitables juicios morales – sobre la silenciosa tragedia de un hombre atrapado por sus propias pasiones. Una historia triangular como tantas, pero que en Las fidelidades se nos revela como una confesión profunda que gira en torno a un monologo interior de un hombre de 54 años que dice amar a su esposa, con la que lleva casado 19 años, pero también a su amante, veintitrés años menor que él, con la que mantiene una apasionada relación que dura ya un año, y ahora, como en el juego de deshojar una flor, espera llegar a una respuesta que le permita decidir con cuál de las dos mujeres debe quedarse.

Unas horas antes de viajar a Nueva York para celebrar la Navidad con su esposa y su hija adolescente, el protagonista y narrador de esta historia se encierra en su oficina con el firme propósito de no salir hasta que haya tomado esa decisión crucial: abandonar a su amante o a su esposa.

Entonces, abrumado por las cavilaciones y el temor por las consecuencias de esa trascendental decisión, el protagonista piensa en el futuro y se atormenta con la posibilidad de que su esposa encuentre uno de los tantos mensajes telefónicos que Alix (la amante, la única que tiene nombre propio) le escribe los fines de semana en los que está con su familia. O con que su hija, ya adulta, le confiese que se ha enamorado de un hombre casado, a la vez que va repasando sus momentos de intimidad con las dos mujeres que ocupan su vida.

Pero Las fidelidades no se trata simplemente de una trivial historia de un hombre casado que intenta burlar el paso del tiempo en compañía de una mujer más joven. Todo lo contrario. Pues, aunque de manera muy distinta, el protagonista va desmenuzando las particularidades que lo llevan a afirmar que ama profundamente a las dos mujeres, disyuntiva que lo  sumerge un enorme pozo de sufrimiento y culpa, pues al dilema de conciencia se suma la angustia de la incertidumbre y de la pérdida que se niega a enfrentar.

Pese a su corta edad, Diane Brasseur construye una novela desesperada y a un personaje masculino verosímil, una verdadera muestra de sinceridad y lucidez que devela los gestos que habitualmente preferimos silenciar, y la intimidad desnuda de una pareja. Crónica del amor y la madurez, y las casi insalvables dificultades de la vida conyugal, las mezquindades y las resignaciones que nos impone la vida. Un sentido soliloquio que a ratos se emparenta con el tono confesional del personaje de la novela Intimidad (1998), del inglés Hanif Kureishi.

De esta forma, sin excusas ni autocompasión, la autora traza de forma precisa las complejidades de las relaciones humanas a partir de un protagonista que admite su fragilidad, el paso del tiempo, el consiguiente deterioro y las ilusiones siempre presentes, mientras va reviviendo escenas de sus dos historias – entre París y Marsella, entre el resplandor de la seducción y el placer de un amor sereno – que lo han llevado al borde del precipicio. El lector, por su parte, no podrá evitar situarse en los tres vértices del triángulo, dejándose envolver por esta bella y sincera reflexión sobre la dolorosa naturaleza del amor y el deseo.

Las fidelidades
Diane Brasseur
Editorial Salamandra, 163 páginas.