Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 26 de abril de 2024


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Para no perseverar en el error


Martes 31 de mayo 2016 9:32 hrs.


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Señor Director:

He leído algunas noticias referidas a las últimas manifestaciones estudiantiles. Declaraciones, incidentes, denuncias, demandas, medidas, violencia, represión, educación, calidad.  Estos son algunos de los tópicos imprescindibles que salen cuando se desarrolla una de estas manifestaciones.

Leí que la policía ha hecho control de identidad y que ha apresado a chicos de 16 años, los mismos años que tiene uno de mis hijos, un jovencito que ha crecido ajeno a esa realidad porque habitamos al otro lado del planeta, en un lugar en donde los padres por la mañana dejan en la escuela a sus hijos y al despedirse les dicen “qué te diviertas”. Parece trivial, sin embargo, este saludo de despedida, está dando pistas acerca de cómo se espera que niños y niñas desarrollen sus experiencias.

A mi hijo como sus amigos y amigas no les preocupa si la educación es de calidad. Ellos van al colegio y hacen amigos. Aprenden y mucho, si lo quieren claro está, porque el sistema de educación está estructurado en estadios, que chicos y chicas van alcanzando en tanto su voluntad, motivación y perspectivas lo permiten. No todos sueñan con ir a la universidad, algunos sí, otros en el intento van quedando en el camino, porque a la universidad se llega después de haber alcanzado todos los estadios de un largo trayecto desarrollado en escuelas públicas. Es por esto que ni una prueba de selección, ni una condición económica determina alcanzar esa meta, porque es el resultado de un proceso.

Visualizo este sistema educacional como el Bolero de Ravel, como si todo se gestara  a partir de un par de notas iniciales  que van creciendo durante los primeros años de vida, en casa, el jardín infantil y la enseñanza básica. En este proceso, en las instancias formales de aprendizaje, un elemento constante es el control de error, es por esto que chicos y chicas saben dónde se equivocan, esto es parte del aprendizaje. De muy pequeños  son conscientes de lo que han aprendido y cuanto les queda por hacer y saben también que algunos son más rápidos que otros. Esto no es un problema, porque en el trayecto a la par de ir aprendiendo se van conociendo, su punto de referencia es el último logro que han alcanzado. Es por esto que no se alarman demasiado si se quedan en el camino a la universidad. Ya saben bastante de sí mismos, y pueden encontrar otra alternativa que les guste y en la cual también pueden afianzar sus habilidades.

La sociedad les garantiza posibilidades, les da la oportunidad de avanzar, de equivocarse, de retroceder, de volver a intentarlo. Los reconoce y respeta como personas en desarrollo.

Pienso en mi hijo, en sus amigos y amigas, y me parece que se proyectan a futuro sin agobio. Están viviendo el presente, en rigor lo están disfrutando como jóvenes de su edad, practicando deportes, asumiendo responsabilidades, explorando, creando, alcanzando metas. Debiera sentirme tranquila porque él está a salvo, porque no es uno de esos chicos y chicas que al otro lado del planeta cargan con historias de dolor, víctimas de distintas formas de discriminación y violencia, víctimas de la pobreza y marginalidad, víctimas de la falta de oportunidades e incertidumbre,  pero por sobre todo, víctimas de la sociedad que no les ha garantizado que desarrollen su niñez y juventud en plenitud.

¿Mejor cierro los ojos, para complacerme con alguna pérfida vanidad?, como quizás hacen quienes se sienten unos privilegiados en nuestro país. Personalmente, no me gusta esta idea. Sentirme a salvo o privilegiada sería una muestra inequívoca de indolencia y mediocridad.

Me pregunto si quienes glorifican las marchas estudiantiles, en algún momento les duele que chicos y chicas de 16 años tengan que salir a la calle a protestar. No por un ideal, como erróneamente se quiere interpretar, sino que por necesidad. Por la necesidad de gritar y denunciar que están siendo víctimas de una sociedad que no se cansa de vulnerarlos, ni siquiera cuando les ha dado la razón. Me avergüenza y duele que los estudiantes estén cansados de su presente y angustiados por su futuro, se los ve rabiosos, frustrados, con secuelas. No entiendo por qué permitimos que esto siga ocurriendo. Les hemos fallado, pero no hay motivos ni justificación para seguir perseverando en el error.

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Envíanos tu carta al director a: radio@uchile.cl