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Tito Mundt y el smog hace cincuenta años

Mundt, ironiza que más de alguien encontrará un toque impresionista y vago que busca el pincel de un buen pintor. Pero él, prefiere “menos pintura y más higiene. Y menos semejanza con el poético Londres y algo más de limpieza para poder respirar tranquilo…Y encender un melancólico cigarrillo a la hora del atardecer…para aumentar, precisamente la niebla…”

André Jouffé

  Domingo 4 de septiembre 2016 8:01 hrs. 
Tito Mundt

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Hace cincuenta años, Tito Mundt, fallecido en 1971, escribió “Santiago bajo el smog” (La Tercera 24 de abril de 1966). El ambiente que dibuja, tiene cierta similitud con el que abordan durante  su presencia en Chile para el mundial de 1962, los periodistas italianos del Nazionale  y del Corriere della Sera. En sus despachos pintan una ciudad pobre, sembrada de poblaciones callampas, con abundantes  boliches, prostíbulos (no olvidar que la selección brasilera tuvo reservadas las casas de niñas de Hurtado de Mendoza, cerca de Mapocho para que los jugadores se entretuvieran), de una tristeza y melancolía indescriptibles. De paso se preguntaban cómo un país tan miserable, pudo desembolsar millones de dólares  en un mundial, en vez de invertirlo, por ejemplo, en mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.

Lo mismo cabría preguntarse hoy en día si ponemos a Brasil como pariór: un mundial y unas olimpiadas mientras el hambre hace puerta a puerta en casi toda la nación.

De todos modos, pese al desarrollo entre comillas, las condiciones de vida de la mayoría de los chilenos sigue siendo paupérrima con o sin OCDE.

Tito Mundt, subraya:

“Santiago está actualmente bajo la niebla. Pero no se trata de una ingenua niebla cara a los pintores y poetas, sino al feo, el incómodo y el antihigiénico smog.

(Al contrario de Londres)…no tenemos bruma detectivesca ni criminal, sino una vulgar niebla hecha de mugre, hollín y humo. De mala calidad y triste. Mortecina y fantasmal.

Es solo suciedad y microbios que se pasean pesadamente por el aire y camina por el escaso viento que sopla débilmente al anochecer.

¿Quiénes tienen la culpa?

Todos, Desde el incinerador del edificio de departamentos, la selva de torres de las fábricas, los autos que queman bencinas, los tarros basureros, las chimeneas de los nuevos ricos y hasta el señor usted o yo, que gastamos una montaña de cigarrillos al día para quemar el tiempo”.

Lucas  Vergara Brunet en “Tito Mundt, el último gran reportero”, incluye este articulo en su libro de selección de crónicas del destacado periodista y la podemos instalar en la actualidad. Si la  capital era espantosa hace medio siglo, ¿Cómo estará ahora? Si bien la contaminación no proviene de fábricas instaladas en la capital, el viento se encarga de traer partículas desde Rancagua u otros rincones.

Mundt, ironiza que más de alguien encontrará un toque impresionista y vago que busca el pincel de un buen pintor. Pero él, prefiere “menos pintura y más higiene. Y menos semejanza con el poético Londres y algo más de limpieza para poder respirar tranquilo…Y encender un melancólico cigarrillo a la hora del atardecer…para aumentar, precisamente la niebla…”

Hoy en día, cuando los fumadores deben esconderse para pitear  intranquilos a e ignoran las ilustraciones mortales de las cajetillas,  las causas del smog siguen siendo casi las mismas de los tiempos de Mundt. Ni las líneas de metro ni el Transantiago han logrado matar el bicho, este sobrevive como las pestes que tienen ahora las cáscaras de manzana con 25 tipos dist9into de pesticida para que lleguen deliciosamente envenenadas a la boca del consumidor.

No es por nada, pero uno siente nostalgias por esa Tercera que se manejaba entonces, dentro de todo con más libertad de criterio, en un mundo donde las leyes del mercado marcan incluso, como señalaba  Erich Fromm, la vida sentimental del ser humano.

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