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Hombres Buenos, Arturo Pérez-Reverte

La obra del español discurre por dos carriles que se van alternando. Uno es el de la trama, y otro el de la exposición de antecedentes –diálogos, investigaciones y trabajo de campo -, usados para armar el relato. A esta altura, creo conveniente hacer una pequeña aclaración: de ahora en adelante ya no me referiré a Pérez-Reverte, sino lo reemplazaré por Narrador. Esto porque la información sobre los diálogos, las investigaciones y el trabajo de campo que van alimentando la trama -en parte o, quién sabe, si no casi totalmente-, está “contaminada” ella misma de ficción. Por lo que prefiero achacar esa información a Narrador y no a Pérez-Reverte.

Fernando Curiqueo Vásquez

  Martes 13 de junio 2017 8:35 hrs. 
MADRID  19 10 2016  ICULT  Arturo Perez Reverte  escritor y periodista  posa en la puerta de la RAE  FOTO  JOSE LUIS ROCA

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Jorge Luis Borges escribió en el prólogo de El Jardín de Senderos que se Bifurcan, que constituye desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Borges tiene razón, pero sólo en parte. El tema de la trama de Hombres Buenos, en efecto, se puede exponer en muchísimo menos de un minuto o con sólo algunas líneas. Pero, Arturo Pérez-Reverte se las arregla para armar un relato de exactamente quinientas ochenta y dos páginas que entretiene y que invita a pensar ese período de la historia en que sitúa la narración.

El argumento de Hombres Buenos es el siguiente. La Real Academia Española ha decidido adquirir la  “Encyclopédie, ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, par une societé de gens de lettres”  y encomienda a don Hermógenes Molina y al ex almirante de marina Pedro Zárate, bibliotecario y miembro de número de la Academia, respectivamente, viajar a París para comprar y traer la obra para ser incorporada a la biblioteca de la Academia. La trama se desenvuelve en torno al viaje a París, la estadía en la capital francesa y el retorno a Madrid de los dos personajes. El nombre de la novela está tomado de un extracto del acta de la sesión del pleno de la Real Academia en que se los designó para llevar a cabo el encargo.

La obra del español discurre por dos carriles que se van alternando. Uno es el de la trama, y otro el de la exposición de antecedentes –diálogos, investigaciones y trabajo de campo -, usados para armar el relato. A esta altura, creo conveniente hacer una pequeña aclaración: de ahora en adelante ya no me referiré a Pérez-Reverte, sino lo reemplazaré por Narrador. Esto porque la información sobre los diálogos, las investigaciones y el trabajo de campo que van alimentando la trama  -en parte o, quién sabe, si no casi totalmente-, está “contaminada” ella misma de ficción. Por lo que prefiero achacar esa información a Narrador y no a Pérez-Reverte.

Narrador nos revela que encontrándose en la biblioteca de la Real Academia Española, de sopetón y de manera fortuita, da con la colección completa de la primera edición de la “Encyclopédie”, la obra que en palabras suyas “compendiaba la mayor aventura intelectual del siglo XVIII… que contenía las ideas más revolucionarias de su tiempo, que llegó a ser condenada por la Iglesia católica y cuyos autores y editores se vieron amenazados con la prisión y la muerte.”

¿Cómo esa colección había llegado a los anaqueles de la biblioteca?, ¿cuándo y de qué manera?, ¿quién la trajo?, ¿cómo pasó los filtros de la época? La búsqueda de respuesta a estas y otras interrogantes fueron acicate para construir la historia. Narrrador cuenta cómo finalmente decide poner en marcha su proyecto: “Entonces, de pronto, supe la historia que deseaba contar. Ocurrió con naturalidad , como a veces suceden estas cosas. Pude verla nítida, estructurada en mi cabeza con planteamiento, nudo y desenlace: una serie de escenas, casillas vacías que estaban por llenar. Había una novela en marcha, y su trama  me aguardaba en los rincones de aquella biblioteca. Esa misma tarde, al regresar a casa, empecé a imaginar. A escribir”

¿Cuáles son, en mi opinión, los méritos de esta novela? El primero, como ya apunté, es que entretiene. A modo de ejemplos, hay un episodio en que uno de los dos hombres buenos se bate a duelo por asuntos de honor y celos por una dama. Otro de sexo, tratado con elegancia y sutileza. El humor está, igualmente, presente como se aprecia en el siguiente diálogo que sostienen los protagonistas:

“ – Después de comer visitaremos a un amigo mío, vendedor de libros filosóficos.

“- Curioso término… creía que la venta pública de esa clase de libros estaba prohibida.

“Ríe de nuevo, ahora desdeñoso, Bringas.

“- Lo está, pero no se deje engañar por las palabras. Libros filosóficos… se refiere a libros prohibidos… Por lo general, pornográficos.

“-  Cómo que pornográficos?

“-  Novelas de tocador y cosas por el estilo, precisa el abate, … obritas de la que, según Diderot, deben leerse con una sola mano.

El segundo mérito tiene que ver con el hecho que el lector puede formarse una idea del contexto físico, social y cultural en que discurre el relato. Los contrastes son evidentes: entre el campo y la ciudad, entre el París opulento y el París dormitorio, entre la vida regalada de las clases pudientes y la de los trabajadores que deben acudir de madrugada a vender sus productos en la ciudad, etc. El acceso a la cultura está igualmente marcado por la asimetría.

El mérito principal de Hombres Buenos es que en esta novela se aprecia claramente la relación entre obra literaria y  poder, entre campo literario y campo del poder político. La Real Academia Española fue, es y será una institución ligada al poder. En la novela, en varias partes, se advierte un especial “cariño” en el trato a esta institución que “siempre mantuvo una independencia real respecto del poder” (página 20). Cuesta aceptar esta afirmación, si se considera el rol del lenguaje en la cuestión del poder y del contexto político en que esta institución ha actuado a lo largo de los siglos de su existencia. Igualmente, la novela denota el sesgo político de su autor por la forma en que nos describe a los tres personajes principales. Hermógenes Molina representa un conservadurismo bonachón, de viejito bueno, que  se da cuenta y acepta que los tiempos están cambiando, aunque él seguirá fiel a su catolicismo. El héroe de la trama es el almirante Pedro Zárate, el hombre ilustrado y racional, intachable en su conducta personal, capaz de batirse a duelo -aunque esa costumbre tan “francesa” le repugne- y que a la hora del desafío amoroso lo enfrenta y sale airoso. El tercer personaje es el que acumula todas las tarjetas rojas. Se trata del abate Salas Bringas Ponzano, un revolucionario, partidario de la vía revolucionaria violenta y que termina guillotinado. En él, el autor del relato concentra todas sus aversiones políticas.

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