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José Miguel Pérez-Sierra: “Rossini ha subido en las encuestas”

El director español está en Chile para dirigir al elenco internacional de La Cenicienta, la ópera que se estrena la próxima semana en el Municipal de Santiago. Acá adelanta detalles de la producción y dice que si fuera un político, el compositor italiano estaría al alza.

Rodrigo Alarcón

  Jueves 10 de agosto 2017 11:42 hrs. 
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Desde hace dos semanas al menos que José Miguel Pérez-Sierra (Madrid, 1981) ronda el centro de Santiago. Se lo puede ver caminando entre el Municipal de Santiago y el hotel donde se hospeda, a muy pocas cuadras, y podría pasar por uno más de los turistas que deambulan por esas veredas. Viste un polerón deportivo, lleva el pelo un tanto alborotado y camina con cierta parsimonia.

Podría pasar por un vacacionista, pero lo que José Miguel Pérez-Sierra hace en Santiago, sobre todo, es ensayar. A veces por largas horas, permanece dentro del Municipal preparando La Cenicienta (La Cenerentola, en italiano), la ópera de Gioachino Rossini que tendrá seis funciones desde el próximo sábado 19 de agosto y que, en su versión internacional, lo tendrá a él frente a la Orquesta Filarmónica de Santiago.

“Es complejo ensayar una ópera, hay que preparar muchas cosas para luego juntarlas. Solo la pasión te puede llevar a un trabajo como este”, advierte en uno de los salones del teatro.

Es martes, afuera ya es de noche y Pérez-Sierra aprovecha una pausa en los ensayos para adelantar detalles de la producción, que se presentará con José María Lo Monaco (Angelina), Michele Angelini (Don Ramiro), Joan Martín-Royo (Dandini) y Pietro Spagnoli (Don Magnífico). Tres cantantes chilenos completan el elenco: Ricardo Seguel (Alidoro), Yaritza Véliz (Clorinda) y Marcela González (Tisbe). “Si algo tiene en común este cast, es que es sumamente elegante, son cantantes rossinianos con gran comicidad cuando hace falta, pero siempre con una línea elegantísima”, asegura el conductor.

No es primera vez que Pérez-Sierra ronda la sala de calle Agustinas. En 2014 estuvo para dirigir Los puritanos, de Vincenzo Bellini, y al año siguiente volvió para abordar El turco en Italia, de Rossini, cuyo repertorio es una de sus especialidades. En 2006 se convirtió en el músico más joven en dirigir en el Rossini Opera Festival que se realiza en Pésaro, la ciudad natal del compositor, un dato que no es nada de casual: “Tuve la suerte de trabajar con grandes rossinianos, sobre todo con Alberto Zedda, que fue mi mentor. He colaborado con él durante 14 años y me abrió todo el mundo de la musicología, de la búsqueda del manuscrito, de la investigación musical pura, de ver qué partes de orquesta se utilizaban en el estreno”, explica ahora.

Alberto Zedda, fallecido el pasado marzo, fue uno de los grandes estudiosos y promotores de la obra de Rossini. De hecho, La Cenicienta que se verá en Santiago es una edición crítica realizada por él, con las modificaciones que Rossini hizo luego de estrenar la ópera en Roma, en 1817. “Es una ópera que se escribió en 23 ó 24 días, aproximadamente, ¡es una burrada! Cuando Rossini tenía esa premura por la entrega de un título a un teatro, solía encargar números que le importaban menos, entonces el que completó la primera versión fue Luca Agolini. Años después del estreno, el bajo Gioachino Moncada le pidió a Rossini que le hiciera un aria, porque la que estaba era de su alumno y estaba pensada para un Alidoro menos importante. Ante la petición, Rossini le escribió ‘Là del ciel nell’arcano profondo’, una de las arias para bajo o bajo barítono más difíciles de su literatura, que el público podrá escuchar aquí”.

Usted ha dicho que La Cenicienta es una ópera moral y social. ¿A qué se refiere?

Primero, no es exactamente una ópera bufa, es un dramma giocoso que no busca provocar la carcajada, sino más bien una sonrisa tierna.

Ahora, es una ópera social y moral como es la fábula de Cenicienta. Rossini no se remite a (Charles) Perrault o a los hermanos Grimm, que son las versiones que todos conocemos gracias a Disney. Con el libretista, Giacomo Ferretti, investigaron las fábulas primitivas de Cenicienta que había en cada civilización del mundo. De hecho, una de las más antiguas es de tradición greco-egipicia, pero hay otra anterior, 2.500 años antes de Cristo. De este modo, quien venga a ver La Cenicienta y espera encontrar la historia Disney encuentra algo parecido, pero en lugar de una madrastra es un padrastro. La figura del hombre le da más variedad a Rossini y también más posibilidades cómicas, aunque no sea una ópera bufa. Una madrastra malvada como la de Disney no tiene nada de cómico, porque es una mujer malísima. En cambio, Don Magnífico es un viejo barón al que prácticamente se le está cayendo el palacio encima, entonces al público le cae muy bien, cosa que nunca ocurriría con una madrastra. Luego está el personaje de Alidoro, que tiene un componente un poco mágico, pero es el educador del príncipe. No es un hada que tocó con una varita y apareció la carroza, es un personaje terreno que guía los pasos de ese príncipe al que ha educado para que se fije más en la bondad y generosidad que en la belleza y la vanidad. Él también guía los pasos de Angelina para que se llegue a producir ese encuentro. Y además, otro detalle es que en lugar de zapatos, lo que tienen son brazaletes.

En ese sentido es una ópera social y moral, porque las fuentes originales tienen nombres diferentes, pero todas tienen en común la esclavitud, el servilismo, el hecho de estar cerca de la ceniza, de ahí el nombre. Buscan hacer ver que la bondad triunfa, por eso el nombre completo es La Cenerentola, ossia la bonta in triunfo (La Cenicienta, a saber la bondad triunfante). También hay algunos conceptos de moral bíblica, que no solo pertenecen a la religión católica: que los últimos serán los primeros, las grandes historias de cainismo y luchas entre hermanos y que la bondad y belleza interior es mucho más importante que la exterior. En la fantástica película de Disney también hay un contenido moral, pero aquí todavía más, porque Rossini despoja la situación de lo mágico. Y yo creo que el cuento está en todas las civilizaciones porque el ser humano siempre ha tenido la necesidad de pensar que lo malo acaba bien y que el pobre acaba triunfante. Sin estar conectadas entre sí, aparecieron moralejas y fábulas de este tipo, porque el ser humano siempre ha necesitado todo eso. Rossini y Ferretti enfocan una Cenicienta de estas características.

¿Qué vigencia tiene esto hoy? ¿Qué le dice a alguien que la verá en Santiago y en 2017?

Primero, es una ópera extraordinariamente entretenida, así que cualquiera que venga se va a divertir y va a empatizar con los personajes, sobre todo con esa Cenicienta y ese príncipe que todos querríamos como líder de nuestro país (risas).

Yo creo que es una ópera que también lanza un mensaje de esperanza, como la fábula de Cenicienta. También hay un mensaje de perdón, que es otra característica muy hermosa de la Cenerentola de Rossini: ella perdona a su padrastro y sus hermanastras, les llama padre y hermanas después de todo lo que ha sufrido. Cuando la vida la recompensa subiendo al trono, agradece con el perdón de toda la gente que le ha hecho mal. Son mensajes muy positivos para cualquiera y muy emocionantes. Alguien que está en dificultades puede encontrar en Cenerentola un aliciente para tener esperanza.

Rossini está asociado a estas óperas cómicas, a algo un poco ligero incluso. ¿Usted quiere darle un énfasis diferente? ¿Qué relación tiene eso con el trabajo de Alberto Zedda?

Lo distinto es simplemente el conocimiento de la obra global de Rossini. La Cenerentola, El barbero de Sevilla, La italiana en Argel y El turco en Italia son las cuatro óperas que permanecieron en el repertorio durante todo el siglo en que Rossini estuvo oscurecido, desde su muerte hasta que empezó la recuperación de su repertorio, por Alberto Zedda y otros musicólogos. Rossini es un autor al que el mundo moderno conocía como ese hombre bonachón y risueño que cocina los canelones y hace óperas divertidas, pero tiene 39 óperas, de las cuales muchas son serias, trágicas, dramáticas. Acá vieron Tancredi el año pasado, ¿no? El Rossini serio, además, es el origen de Verdi, Bellini, Donizetti, incluso Wagner era un admirador loco de él.

Entonces solo desde el profundo conocimiento del Rossini serio se pueden afrontar estas obras más cómicas, se puede afrontar al Rossini giocoso sin la exageración de la comicidad, que está en las propias situaciones que él propone. En ese sentido, hace comedia muy moderna, no necesita de grandes aspavientos para ser cómico.

Puede ser que alguien tenga más intuición y haga una Cenerentola mejor que la tuya sin tener este conocimiento, seguro que puede ocurrir, pero lo normal es que el estudio profundo de la obra de un autor te ayude a encuadrar en la correcta posición dentro de ese enorme álbum que son las 39 óperas de Rossini. Si uno las conoce todas, sabes en qué página va La Cenerentola. La especialización, en el sentido de experiencia y conocimiento profundo del autor,  ayuda a colocar La Cenerentola de una determinada manera y a ver ese componente trágico que tiene. Hay veces en que ves La Cenicienta de Rossini y solo ves una serie de gags, pero es un personaje trágico, es horrible lo que le pasa a esa muchacha, por eso la veo como una obra muy social y con mucha moral dentro. Las intenciones de Rossini son esas, más que desternillar a la audiencia.

Alberto Zedda dijo en una entrevista que Rossini “es como un pintor abstracto, con muy pocas palabras y recursos musicales logra lo trascendente”. ¿Comparte esa visión?

Claro. Lo increíble es cómo una música igual o muy parecida puede contarte situaciones dispares. Por ejemplo, pasa con las oberturas: la de El barbero de Sevilla fue usada antes en Aureliano en Palmira, que es una ópera seria y dramática, pero la obertura queda bien en las dos. Es increíble, porque siendo una obertura compuesta para una ópera dramática, uno ya la tiene asociada y es “oficialmente” la obertura del Barbero. Yo he dirigido Aureliano en Palmira y sé que ahí tiene más coherencia con lo que luego sucede en la ópera, pero es así.

Rossini, como dice el maestro, utiliza muy pocos recursos desde los cuales puedes construir lo que quieras. Otros compositores te dan un trozo de mármol muy bien definido y tienes que esculpir el mármol para tratar de definir mejor algo que ya te han bocetado; Rossini, en cambio, te da el barro y un torno y el barro siempre es el mismo, así que tú puedes hacer lo que quieras con el mismo material. Como intérprete te obliga a una exigencia increíble, porque no puedes tocar Rossini sin pensar qué quieres de cada compás. Tú los tienes que hacer funcionar en la dirección que te interese. Esa es la idea de la abstracción.

Luego, también tiene esos momentos teatrales modernísimos, en que de repente para la acción y los cantantes cantan aquello que piensan, como en un cómic donde aparece una nube con lo que el personaje está pensando. Normalmente son momentos abstractos, oníricos, se para todo y de repente continúa la acción. Eso es un teatro modernísimo y creo que la sociedad ahora está preparada para recibirlo. Por eso Rossini está más de moda en el mundo.

¿Está de moda?

Si uno pudiera hacer una encuesta, como se hace entre los políticos, y preguntara qué líder valora más usted, probablemente Rossini sería uno de los compositores que más ha subido. ¡Ha subido en las encuestas! (risas). Hace 40 años, con Rossini partíamos de cuatro óperas, seis si también consideramos Guillermo Tell y Semiramide. En cien años a nadie le dio la curiosidad de pensar cómo eran las otras 33 óperas de este autor, entonces ¡es normal que haya subido en las encuestas!

¿Dónde y cuándo verla?

La Cenicienta se presentará entre el 19 y 25 de agosto en el Municipal de Santiago, con elenco internacional en cuatro funciones y elenco estelar en dos. La puesta en escena es del fallecido Jérôme Savary, dirigida por su asistente Frédérique Lombart.

Horarios, precios y entradas en Municipal de Santiago.

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