La insoportable levedad del debate presidencial

Candidatos sin convicciones y periodistas sin preguntas es una forma de resumir lo ocurrido en el debate de la Asociación Nacional de Prensa, porque cada quien tendrá sus propias definiciones, amparadas en las razones que uno quiera para avalar una votación, sin embargo, si lo que estos ocho candidatos presidenciales buscan es revertir la creciente abstención electoral, están muy lejos de lograrlo.

Candidatos sin convicciones y periodistas sin preguntas es una forma de resumir lo ocurrido en el debate de la Asociación Nacional de Prensa, porque cada quien tendrá sus propias definiciones, amparadas en las razones que uno quiera para avalar una votación, sin embargo, si lo que estos ocho candidatos presidenciales buscan es revertir la creciente abstención electoral, están muy lejos de lograrlo.

Instalados en el Congreso Nacional, los ocho candidatos presidenciales esperaban que se iniciara la transmisión que, en su versión audiovisual, transmitió el canal UCVTV.

El diagrama de participación era fácil de entender: en preguntas alternadas Eduardo Artes, Marco Enríquez, Alejandro Guillier, Carolina Goic, José Antonio Kast, Alejandro Navarro, Sebastián Piñera y Beatriz Sánchez, responderían a los tres periodistas elegidos por la Asociación Nacional de Prensa (ANP). En el diseño se contemplaban 4 rondas de preguntas y una final donde los expositores dispondrían de tiempo libre para dirigirse a los electores.

Con la fórmula ensayada solo faltaba el vamos del moderador, rol que desempeñó el periodista de Canal13, Iván Valenzuela. Así, y en dos horas de programa, los aspirantes a La Moneda tuvieron tiempo de responder no solo a los preguntadores, sino también a sus propios competidores cada vez que estos los emplazaban.

Lo mismo de siempre

Las respuestas de los candidatos estuvieron a la altura de lo esperado: salvo Eduardo Artés y José Antonio Kast, cada uno desde su extremo, el resto de los participantes hizo su mejor esfuerzo para no decir nada.

Así, por ejemplo, Alejandro Guillier se llenó de ambigüedades para responder por sus propuestas para una eventual asamblea constituyente para el cambio constitucional, o Beatriz Sánchez no fue capaz de que en La Araucanía no está demostrado que la violencia, la quema de camiones, y los ataques a los predios estén organizados por el mundo mapuche, porque hasta ahora no hay pruebas que lo demuestren.

De Carolina Goic y Sebastián Piñera ¡qué decir! Insistieron, hasta majaderamente, en su pertenencia al centro político, un centro que “condena” las violaciones a los derechos humanos, pero piensa que los mapuches son terroristas, o que defiende que trabajar para la dictadura no constituye ningún delito moral; un centro que plantea la necesidad de seguir adelante con el modelo de concesiones, pese a que el debilitamiento del Estado es una de las causas de la desigualdad nacional.

Incluso Alejando Navarro pecó de vacío cuando desaprovechó la oportunidad de comentar sus propuestas regionalistas e insistió en el slogan: “mi decisión es que las regiones elijan”.

Pero más allá de los candidatos, las preguntas escogidas por la ANP tampoco estuvieron a la altura, al final queda la sensación que una parte de la prensa asume una agenda como propia, insistiendo en temas como Venezuela o Corea del Norte, o defensa a la propiedad privada y mecanismo para el cambio constitucional, sin reparar en otros tanto o más importantes para la ciudadanía, los grandes ausentes del debate.

Lo que no pasó ayer

A menos de un día del plebiscito organizado por la Coordinadora No+AFP, podíamos pensar que alguien iba a preguntar o responder algo sobre las pensiones de los chilenos, la cuestionada fórmula de las AFPs o cómo la ciudadanía había convocado a esta instancia para definir y mandatar el modelo de pensiones que queremos. Por el contrario, el tema fue invisibilizado, tal como ocurrió con las relaciones de Chile con sus vecinos, los conflictos socioambientales, las relaciones laborales, la desigualdad, o el endeudamiento de los chilenos.

Párrafo aparte merece la ausencia total de las mujeres en el debate que, salvo por las dos candidatas que NO fueron siquiera interpeladas por sus competidores, la organización excluyó: No hubo moderadora, tampoco alguna periodista que pudiera interrogar a los participantes, por supuesto, ni una sola pregunta apuntó a la agenda de género, a la violencia intrafamiliar o la pobreza femenina. Paradójicamente, en un Congreso que aprobó una ley de cuotas (independiente de su calidad), ni siquiera esta normativa fue advertida.

Tampoco se preguntó por ciencia y tecnología, a pesar que el ministerio es una de las grandes promesas incumplidas por la Nueva Mayoría, o por Senama o Sename y las irregularidades que ahí se han cometido; poco se habló del modelo productivo, o más bien, se le preguntó a quiénes sabíamos lo que nos contestarían.

Deporte, migraciones y educación también estuvieron ausentes de la conversación.

En la suma y resta, ayer vimos más de lo mismo. Un grupo de aspirantes a La Moneda más motivados por sus deseos de poder que por las convicciones que dicen representar. Al final, salvo José Antonio Kast y Eduardo Artés, quienes enfocaron cada una de sus intervenciones en defender sus puntos de vista, los demás, con mejor o peor desempeño, se dedicaron a flirtean ¡sin pudor! con el resto del paño electoral. Qué más da que Piñera en menos de dos horas insista en su oposición al Golpe de Estado y, a renglón seguido, ampare el cambio de régimen carcelario para los presos de Punta Peuco o sea incapaz de sancionar a la candidata UDI que aseguró que las víctimas del Caso Quemados se habían autoinflingido las heridas; qué importa que Beatriz Sánchez sancione a las forestales en el sur y, a la vez, defienda el modelo de trabajo Estado-privados; o que Marco Enríquez Ominami hable de corrupción sin reparar en sus propios cuestionamientos …. Al final, para qué perder tiempo en convicciones, si son ellos fieles representantes de la inconsecuencia ideológica.

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