Ni estadistas, ni tan republicanos

  • 06-06-2018

El reciente informe presidencial, además de sus incesantes intervenciones públicas, nos ratifican que la gestión del Presidente Sebastián Piñera será únicamente “más de lo mismo” respecto de su primera administración e, incluso, de lo obrado por los gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría. No se entiende que, al momento de hacer campaña y entrar a La Moneda, el mandatario haya manifestado la intención de que su sector político podría mantenerse en el gobierno al menos por un período más que el suyo, dando a entender que el peso de sus realizaciones sería muy importante para el futuro del país.

En la historia política chilena hubo gobiernos qué sí marcaron un antes y un después en cuanto a sus logros o deméritos, según sea el prisma por el cual se los juzgue. Eduardo Frei Montalva al menos será siempre recordado por su Reforma Agraria, así como el de Salvador Allende por la nacionalización de nuestro cobre. Abominable por sus crímenes, nadie le quitará a Arturo Alessandri Palma el haber legado la Constitución de 1925, aunque lo mismo no puede decirse de Pinochet, cuya Carta Fundamental sigue aún vigente, pese a su ilegitimidad de origen y contenido.

Tal parece que solo podemos esperar reformas cosméticas. Ya se ve que, en materia previsional, el Ejecutivo se propone preservar el sistema de AFP e incluso reforzar sus millonarias utilidades alzando la cotización de los trabajadores y extendiéndole los años de trabajo. Lo mismo sucederá con el escandaloso sistema privado de salud en que las isapres lucran inmisericordemente con la salud de los pacientes, al mismo tiempo que deliberadamente entran en postración los hospitales y policlínicos públicos, convertidos, además, en un coto de caza de los partidos y militantes oficialistas. Como todos los días se comprueba en los resultados del Hospital San José, por ejemplo, en que hubo toda una organización para delinquir y obtenerse sueldos millonarios y servicios adyacentes entre quienes estuvieron en sus cargos ejecutivos.

La Reforma Educacional, qué duda cabe, es todavía una promesa más que una realidad. La gratuidad por cierto que ya no será plena y que las universidades públicas cada día tendrán más falencias económicas en consideración a que tenemos un Estado administrado por los archipartidarios del lucro en el otorgamiento de lo que se estima un derecho. Los mismos centros otrora de excelencia hacen lo propio para languidecer en tomas y paros, además de someterse al arbitrio de quienes se sienten, tantas veces, dueños de la verdad, propietarios de sus campus y aulas. Además de ejercer juicios completamente arbitrarios para desacreditar a quienes les parezca. Sin cumplir con normas tan esenciales como las de la presunción de inocencia y el debido proceso. Y, después, ni siquiera excusarse por sus flagrantes errores y abusos.

El Estado no hay duda que no recuperará liderazgo en la producción y la economía en general. La política oficial de Piñera será atraer más inversiones extranjeras que se posesionen hasta agotar las reservas de nuestros yacimientos. El incentivo es, por supuesto, la impunidad y la mano de obra barata, en un país en que los derechos laborales seguirán conculcados, tal como se aprecia. Resulta muy sorprendente qu las coimas o financiamientos ilegales de la política otorgados por empresas nacionales y extranjeras, aquí no tengan imputados ni condenados, mientras que por los mismos hechos en América Latina han caído gobiernos y varios de los transgresores han sido encarcelados.

De nada nos sirve contar con millonarias reservas depositadas en la banca estadounidense que podrían destinarse a generar empresas, trabajo y salarios más justos. Nuestra soberanía nacional, seguirá cooptada por las Transnacionales que, para colmo, se instalan en Chile porque aquí se puede vulnerar el medio ambiente y la salud de nuestros pueblos y ciudades valen un bledo. Se suprimirá, es bueno reconocerlo, el uso de bolsas plásticas pero las mineras podrán seguir lanzando sus relaves al desierto, a nuestras napas de agua subterráneas, a los ríos y al mismo Océano Pacífico que baña toda nuestra costa.

Por cierto, se otorgarán todavía más recursos para las Fuerzas Armadas y aceitar nuestra desbocada carrera armamentista en el Continente. Millones de divisas, también, para dotar a Carabineros de más armas “disuasivas”, darles facultades extraordinarias a sus efectivos para detener arbitrariamente, reprimir al pueblo movilizado y continuar con sus desfalcos al Fisco, como el llamado Pacogate. De lo que se trata es “velar por nuestro patrimonio natural” avasallando a los mapuches, las gentes de la Tierra. Así como para asumirse en gendarmes de las inversiones empoderadas de nuestras altas cumbres, bosques y fuentes acuíferas.

Y de nueva Constitución, por supuesto nada. A pesar de los millones de chilenos que en los últimos años salieron a las calles para demandar una nueva Carta Fundamental y, desde luego, una Asamblea Constituyente. Aunque en esto, el actual gobierno se vale de las medidas dilatorias del gobierno de Michelle Bachelet y sus antecesores, perfectamente cómodos con la existencia del omnímodo Tribunal Constitucional, los derechos ciudadanos aún conculcados y con la corrupción que amparan nuestras leyes. Llama la atención la forma en que el actual gobierno viene convocando a comisiones de todo orden, supuestamente debieran arrojar propuestas gubernamentales. En la misma inconducente práctica del gobierno de su predecesora, que solo sirvió para aquietar las demandas sociales y postergar las soluciones.

En el ámbito internacional, el gobierno de Piñera no quiere competidor en América Latina en cuanto a su fidelidad con Donald Trump, la Casa Blanca y el Pentágono. Para ello es que ha nombrado como Canciller a un desertor político que ahora capitanea la agresión contra Venezuela en la Organización de Estado Americanos. Aunque se hayan sonrojado con algunos fustigamientos en el extranjero es indiscutible que el Presidente Piñera y su ministro de Relaciones Exteriores fueron partidarios de Pinochet y la Dictadura, por más que cuando jóvenes uno abrazara las causas del socialcristianismo y el otro haya militado en el propio Partido Comunista. Quienes fueron tan adictos al Tirano no es cuestión que puedan haber cambiado mucho y se muestren dispuestos a convertirse, ahora, en estadistas o siquiera en ciudadanos de plena vocación republicana.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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