El 5 de julio del 2011, Raúl Ruiz escribió sus últimos apuntes en sus cuadernos. Fallecería el 19 de agosto, o sea, poco más de un mes más tarde.
Este artículo-crónica, trata aspectos cinematográficos e intimidades del hombre que se decía “chilote de Paris” y para quien ser distinguido como ciudadano ilustre de Puerto Montt fue más valioso que el Oso de Berlín o el León de Venecia. En su departamento de Belleville, me decía en los años ochenta, bien en serio: “Es lo que más anhelo, pues lo que más amo es a Valeria (Sarmiento)”.
I
Parto señalando que me valgo asimismo de la recopilación que hizo Bruno Cuneo por encargo de Valeria Sarmiento. Son 3 mil 500 cuadernos rescatados, pues la otra mitad Ruiz las olvidó en taxis y aviones.
Como me consideraba un viejo amigo, según consta en su diario, me permito aventurar en su área chica. Y no miento, al afirmar que luego de hacer la serie Cofralandes (difundida en TVN en horario prime, al comienzo, luego relegado casi a la madrugada), tenía planeado filmar en dos extremos de Chile, Arica y Punta Arenas.
Durante años busqué El techo de la ballena (Holanda 1982), inspirada en Puerto Edén, por el exilio de Raúl, esta producción fue filmada en Rotterdam y recién ahora está disponible en la Cinemateca de Paris y al parecer en el Centro Cultural del Palacio de la Moneda: “La hice pues siendo muchacho acompañé a mi padre (don Tito), capitán del barco a este lugar que jamás pude olvidar.
El techo de la ballena a todo. Esto fue un movimiento intelectual español (1961-1969), un grupo artístico-literario inscrito en las vanguardias venezolanas de los años sesenta. Es definido por algunos críticos como un grupo con propósitos revolucionarios y medios multidisciplinarios. El grupo estuvo conformado por artistas plásticos, escultores, narradores y poetas. Una de sus publicaciones fue Catálogo de Homenaje a la cursilería y el lugar común.
Raúl me explicó la relación de este movimiento con Magallanes: “La película sigue a un equipo poco probable de antropólogos que, en un territorio que se supone es la Patagonia, estudian una lengua moribunda con sus últimos hablantes. Ese lenguaje aparentemente consiste en una sola palabra, pero que significa todo. Parodia del imperialismo.
Actúan dos amigos suyos exiliados entones, Luis Mora y Fernando Bordeu. A éste último había que calmarlo a punta de “copetes”, pese a ser actor, se lo comían los nervios y en 1990, Valeria Sarmiento le da un rol en Amelia López O’Neil y Fernando se suicida en el peñón legendario para estos menesteres en Valparaíso, La Piedra Feliz.
El guión del Techo también le pertenece. La música es de Jorge Arriagada el compositor de casi todos sus films.
II
Pero vamos mezclando sus opiniones, comentarios e incluso sus mentiras piadosas: “Parece ser que los eunucos en las postrimerías de los Ming, inventaron el Teatro Documental; como el emperador no podía ver al pueblo y el pueblo no podía verlo a él, los eunucos representaban en la cortes, escenas de la vida cotidiana de la manera más realista posible”.
Si el vino fuese inodoro, jamás nadie se habría dado cuenta que el realizador daba sus extraordinarias conferencias a menudo luego de beber dos o tres botellas de tinto durante un almuerzo. Las dictaba con una coherencia maravillosa, sin euforia ni gestos típicos etílicos, nada aspavientos, de corrido y entretenidas.
Me viene a la mente un diálogo con un hijo del poeta Jorge Teillier: “¿Cuál es la relación de ustedes y el vino que ingiere su padre? Respuesta: resulta ser como un hermano”.
En Ruiz era como un enlace para muchas coas. Leo en sus apuntes: “Al aterrizar el avión se salió de la pista. Buena oportunidad para tomar un whisky. O: “Faltan cuarenta minutos para aterrizar en Lisboa, alcanza para un coñac y una pequeña siesta”.
Al desglosar el contenido de sus cuadernos, podría resumirse en 20 por ciento de cine propiamente tal, 15 de reflexiones, algunas muy profundas 10, comidas y vinos, 25 proyectos, 5 por ciento enfermedades.
Fines de 1998, ha terminado el rodaje de una escena de En busca del tiempo perdido. Estamos en la puerta y pasa a nuestro lado una mujer hermosa, pequeña: Catherine Deneuve. “¡Chao Raoul!”, exclama.
Vamos a cenar chino con él y Valeria. Hablamos del año 2000. “¿Qué irá a ser de nosotros?”, dice Ruiz. Valeria le toma cariñosamente de la mano y muy seria agrega: “Si, ¿qué será de nosotros?”
Sentí que estaba demás en el lugar. ¿Qué se puede acotar ante un diálogo así, tan fatalista pero que trasuntaba sinceridad?
Aun cuando muere en el 2011, Raúl ya padecía enfermedades serias a mediados de los noventa. Una fístula (orificio anormal que une dos órganos diferentes), diabetes, gastritis aguda. En su vida fue operado varias veces.
Era hijo único, nacido en Puerto Montt pero a partir de sus siete años sus padres se trasladaron a Quilpué. Raúl, los ojos de don Tito y doña Olga.
El diario íntimo de Ruiz es disperso y errante, el carácter de un viaje, una indagación o una aventura, pero también para conjurar la angustia emocional que ha comenzado a provocarle una serie de eventos inquietantes, que le dan a la vida un aire de tiniebla o pesadilla y parecen presagiar un final posible o estar al menos al final de algo. Le aterraba llevar antes de tiempo la vida de jubilado. Por eso trabajó hasta un mes antes de morir, sabiendo del plazo dado. El tiempo recobrado de Proust es para Ruiz, una constancia de muerte.
Leemos: Domingo 21 de noviembre (1993).
“Café La Bastilla. Ayer terminé de escribir la primera carta en veinte años. Lectura reciente del hilarante diario de lector de Fozio. Desde hace unos días trato de orquestar mieles y vinagres en unas migas de mi invención, inspiradas en recetas chileno-boloñesas del Abate Molina; jugo de cilantro con perfumes cálidos, canela, anchoas, tomates, caldo de gallina cortado con jugo de maqui. El resultado fue plumas de gorrión muerto. Cocina platos que recuerdan cadáveres primorosamente putrefactos”.
“Mañana a esta hora estaré en Lisboa, en preparación de Fado Mayor y Menor. En dos semanas filmando. Hace dos años que no toco el 35mm”.
Cabe hacer notar cuando siete años más tarde le pasan una cámara digital, Ruiz lo filmaba todo, asombrado con este fenómeno, como niño chico. Hasta los más nimios objetos de su habitación.
Decía: “No es malo mezclar técnicos y artistas, sobre todo en estos momentos en que los artistas anhelan tecnicidad y los técnicos al creador. Malos tiempos para los que creen que se puede crear, fundir, invertir imágenes soberanas. Cataratas desencadenadas por un solo y simple gesto (como encender la luz al llegar a tu casa a medianoche).
III
Ruiz, aspecto desconocido casi, visitaba muchas exposiciones y de varios cuadros inspiraba escenas para sus películas. Su afición por toda música la justifica cuando intercambia con Claudio Arrau, la semejanza entre la composición musical y la creación cinematográfica.
Leía tantos libros a la vez, que una vez me confiesa ante mi pregunta ¿cómo?, responde: “Saltados, ubico lo que busco, el resto pasa de largo”.
Ingresaba a una tienda de discos y gastaba un dineral, lo mismo con librerías. En Belleville, la avenida de sus departamentos (unieron dos en uno), Valeria le hacia sus escenas por el derroche.
“En una oportunidad no pude volar a Canadá pues no tenia 20 mil francos en el banco”. Supe que Paulo Branco, su productor, en vez de cancelarle por film, le asigno un sueldo mensual. Al margen de las conferencias, montajes de óperas y obras de teatro, más los libros que escribió y la dirección, muy criticada, del Centro Cultural de Le Havre por un tiempo. Por eso, comentaba a menudo sus problemas con el banco. Asimismo cuando hace Cofralandes en Chile, las rendiciones de cuentas ante la Contraloría, le provocaban pesadillas.
Odiaba Hollywood, le cargo filmar con Baldwin Shatered images. Les Cahiers du Cinema, “la” revista de cine de Francia, que en 1982 realmente lo catapulta al dedicarle una edición casi completa por “Las tres coronas del marinero” a veces le parece vomitiva.
Curioso lo del número tres: Tres tristes tigres, Las tres coronas del marinero, Tres vidas y una sola muerte y otras tituladas con el número tres de por medio, hechas para sicilianos que lo contrataban para que en una semana les hiciera una película. Estas cintas, en bovinas, permanecen en manos de los isleños como patrimonio personal. Al rodaje lleva a sus amigos, comían bien, trabajaban poco y se daban el gusto de ser filmados. De hecho con mi segunda esposa fuimos invitados, pero nos impidió el viaje el no saber con quién dejar a nuestro hijo de entonces 9 años.
IV
A propósito de hijos.
Valeria: ¿Te has dado cuenta Raúl que cuando vamos a Chile ya no nos preguntan por qué no tenemos hijos?
Silencio.
Acoto: Ya comienza a surgir una onda en que las mujeres señalan que no desean tener hijos y no le dan explicaciones a nadie.
En Portugal, inspirando planos, escribe: “Y por supuesto sacándole el cuerpo al erotismo. El guion lo escribí como con Las tres coronas del marinero, saliendo del hospital y con ganas de follar a muerte, reforzado con vitamina E. Suena soez, proviniendo de una persona como el chilote de Paris.
Es cierto, desnudos no hay en películas de Ruiz, ni escenas de pasión. Lo contrario ocurre en las de Valeria.
El miércoles 4 de noviembre de 1993, escribe: “Después de almuerzo (un cocido portugués, con todo, media botella de vino Barba). Bernard Shaw aconsejaba huir del argumento como de la peste”.
El 22 de noviembre critica: “En el hotel se preparan tres películas. Es cómico ver las mesas en el café: los brasileños, fabricantes de horrendas telenovelas, que Valeria adora, la producción de Manoel de Oliveira y la nuestra. Europa versus América; los brasileños cargados de abyecto entusiasmo tecnológico, de vomitivo amor al cuerpo. Narcicismo letal encubierto en ese acento, encarnación de la mentira y el horror acogedor. ¡Mueran los colonos!”
26 de noviembre: “Digresiones, falsos semblantes. Brujos y demonios. Chiloé. Afuera, crepúsculo sonrosado, casi empolvado como una tía que ha tomado tres copas de Oporto. Pregunta íntima: ¿por qué traje a Portugal una gramática de la lengua de Isla de Pascua?
El arte holandés: las copias de un cuadro se alejan del primer original y se acercan a una especie de original ideal, agregando cada vez más la precisión. Tal vez la perfección dé invisibilidad y trascendencia”.
27 de noviembre
Cena en un restaurante popular. “Comida honesta: centollas rellenas y lenguado frito con ensalada. Joaquim Pinto me dice: ”A los postres. Necesito comer chocolate para olvidar que ayer me robaron el auto”.
Paréntesis: Ruiz me dice que hace competencia sobre quien sabe más zarzuelas en cada encuentro con Antonio Skarmeta.
Una forma de ver las cosas de parte de Raúl: “Un guion, como una partitura, es la descripción de hechos que tendrán lugar en lugares. Estos lugares hay que escogerlos. Una vez escogidos, se hacen habitar por seres humanos, ellos mismos habitados por acontecimientos. Para conectarse con los lugares, los actores cuentan con los desplazamientos y la manipulación de los objetos. Pero cada objeto tiene una manipulación limitada, aunque no se agota con las manipulaciones sugeridas por el guion. Un vaso de vino es llenado por el actor y vaciado muchas veces. Un espejo refleja, pero también puede brillar, reflejar el sol”.
Afuera llueve torrencialmente. Ahora tengo el espectro completo de Lisboa. El sol de invierno perfecto para la Kodak.
V
En una oportunidad pienso que hace años que no hago un film con financiamiento completo. Le digo a Paulo Branco: “El hecho de haber filmado cuatro películas sin financiamiento previo en condiciones dificilísimas, improvisando constantemente y sin guion me da la libertad de pensar en cambios de último minuto”.
Una noche me comenta: “Portugal ha sido siempre mi puente y un sucedáneo para Chile. El cuerpo europeo del reino de Chile”.
Me dice que rumbo a Paris, al despegar el avión se salió de la pista, pero alcanzó a frenar. Excelente pretexto para tomarme un whisky.
Otro paréntesis: año 2000. Habitualmente después de almuerzo en casa de amigos pido siesta para evitar la regada sobremesa de tragos fuertes. Valeria me lleva al dormitorio. Camas separadas. En el velador de Raúl, un aparato inmenso de metal. ¿Diálisis en casa? ¿Transfusiones? No me atrevo a preguntar pero sospecho que algo serio ronda en torno a la salud de Raúl.
Reflexiona: “Whitehead. El principio de la razón, distingue entre la razón de Ulises y la de Platón. La razón aplicada y la razón pura. Se le olvida la razón del Quijote: Esto es así porque me da la gana. La razón sinrazón”.
El productor Branco tenía su genio. Raúl describe: Nunca vi a una persona que se lo ha pasado aullando toda la tarde por teléfono, Insultos violentísimos en el tono y casi inofensivos en las palabras. Los ensayos de cámara hechos por el asistente no han sido satisfactorios”.
Esta nunca supe si tomarla en serio o en broma: “Cada vez es lo mismo, poco importa el rol que un francés juegue en un film. Del mas importante al más pequeño, siempre hay un periodo en que se posesiona soberanamente respecto al grupo de trabajo”.
Su amiga Vanessa sostiene que es un deber ir a ver todas las primeras películas de cineastas franceses. “Tiene razón. Pero a mí me cuesta ver films en general y, por lo demás no culpo a nadie de no tener ganas de ver los míos”.
En su trabajo de equipo, Ruiz alternaba amablemente con la gente, que lo respetaba mucho. Desde John Malcovich a John Hurt, Isabelle Huppert, Letitia Casta. Con Malcovich estableció una buena relación y fue su estrella en la película sobre el pintor Klimt y Las líneas de Wellington, que terminó Valeria. Asimismo, montó La luz de enfrente, filmada en Antofagasta con otro de sus actores queridos, Sergio Hernández.
Otro paréntesis:
Con motivo de la visita de Estado del Presidente Frei, Raúl y Valeria son invitados a la cena oficial en el Eliseo. Ruiz esta reticente porque le avergüenza que el vecindario popular le vea salir en smoking. Le amenazo con enviarle motoristas y entonces su plancha va a ser peor.
En el auto rumbo a nuestra casa para un vodka envalentador, Raúl exclama: “¡Olvide las invitaciones!” Desciende toma un taxi para regresar a su departamento en busca de éstas. Llegamos justo a la hora. El director es sentado más cerca de los presidentes Frei y Chirac. Con un cambio de tarjetones, logramos sentarnos junto a Valeria, quien en un momento dado me dice: “Gracias Andrés por invitarnos”.
Raúl comentaría luego que los discursos fueron demasiado largos razón por la cual no podía brindar. En otra mesa, Roberto Matta gritaba: “Matta cama, a cama con Matta”.
Aún cuando nunca pude reunir en Paris a Jodoroswky, Matta y Ruiz, el psicomago y Raúl se conocieron en México donde el realizador trató infructuosamente en involucrarlo en una de sus obras de teatro. A su vez Matta cenó con Jodorowsky en instancias provocadas entre Federica Matta Pope y Alejandro.
VI
Cuenta Ruiz: “Hemos hecho ya una hora y 15 minutos de film en nueve días, lo que es el promedio de mis films baratos, sólo que aquí el equipo es pesado”.
Otra: Discuto con Melvil Poupaud (uno de sus jóvenes actores fetiches) sobre el testimonio de Mallarmé después de haber encontrado a Rimbaud en una soirée: “Tiene manos de lavandera de mala fama”. ¿Cómo visualizarlo? Yo propongo grandes manos rojas, con sabañones, pero uñas arregladas. Melvil propone: “Uñas sucias, manos finísimas. La conversación deriva como eran las orejas de Beethoven y las rodillas de Mozart”.
El martes 28 de diciembre de 1993, escribe: “Ayer, trabajo artesanal. Inspiración mediana. Hoy, todo tipo de problemas, atraso de actores, debido al maquillaje, la fatiga y la dificultad de encontrar el ritmo después de las fiestas (Navidad)”.
El lunes 7 de febrero del 94: “Aeropuerto de Barajas. Tratando de matar, sin matarme, el paso del tiempo en una muy solitaria cena en el restaurante de arriba. Jerez de aperitivo, consomé y bacalao a la vizcaína, con vino tinto de la Rioja. En los quioscos la última novela de Vargas Llosa, cuyo título ya he olvidado y cuyo contenido me huele a refrito a la madrileña, militares con estados de ánimo, enfrentándose deshilvanadamente a guerrilleros”.
El 14 de noviembre de 1995: “Recuerdo que Nicanor Parra me contó que durante la Revolución Cultural le preguntó a un dirigente cuál era el sentido de rodear las murallas de ciertos monumentos históricos (pregunta embarazosa, porque cualquiera fuera la respuesta, iba a ser siempre incorrecta políticamente). La respuesta fue: “Brindo por la revolución brasileña”. Hoy, a mi pregunta (Ruiz estaba en China): ¿Cómo va la producción?, la respuesta fue: “El tiempo esta malo”.
El gran mundo del absurdo de Raúl.
El 10 de marzo del 98, cuenta: “Pasé a la Embajada de Chile a ver a André Jouffé. Tomé cerveza con él. Mañana entra al hospital para tratarse hipertensión. Muy curioso de mi experiencia (cinematográfica) norteamericana. Le he dicho que mi película no debe de ser tan mala porque ya ha sido rechazada por cuatro distribuidores norteamericanos”.
De hecho en un festival de sus películas a la última asistimos solo los dos.
Su diario del periodo 2002 al 2011, que termina un mes antes de su muerte, es un resumen de muchas reuniones, enfermedades y comidas.
El 30 de marzo del 2011, solo escribe: “Filmación con proyecciones. A pesar de la rigidez del dispositivo, hay algunas variaciones”.
El 30 de junio hace un viaje a Lille, consciente de que le queda poca vida, para visitar los lugares de la novela Close Up de Michel Quint. “Volví agotado a Paris y esta mañana Salí a dar una vuelta. Tomando una cerveza sin alcohol en una terraza de la Place Nation”.
El 19 de agosto del 2011, fallece. El trasplante de hígado no fue suficiente.
Su legado, 120 películas, libros, poesías, montajes, conferencias, talleres y sus 3500 páginas manuscritas, gran parte de su diario de vida que comienza a escribir a los 52 años, sin contar los cuadernos u hojas perdidas en taxis y aviones.
Tímido, diferente, pasa a la historia como el gran exponente del Séptimo Arte, con la conciencia clara que su cine era para él y unos pocos. No abundé en los años previos a la década del noventa; para tal efecto están sus muchas entrevistas.
Valeria Sarmiento ha tomado el mismo ritmo de trabajo de Raúl, intenso y con el cariño del entorno que rodeaba al realizador.