Todas las historias de los rohingyas hablan de la muerte de cercanos, de la violación de mujeres, de sus hijos quemados en hogueras. En agosto de 2017 el gobierno de Myanmar impulsó una matanza de este grupo étnico que desde siempre habitó en la zona fronteriza de Bangladesh y Myanmar en el sudeste asiático.
El asesinato sistemático de los integrantes de este pueblo de musulmanes llevó a que la Misión Internacional Independiente de Investigación de las Naciones Unidas sobre Myanmar sostuviera este lunes que el ejército de este país, conocido como Tatmandaw, debe ser enjuiciado por genocidio.
Ubicados en campamentos en la frontera del lado de Bangladesh, algunos dan cuenta de sus historias, todas marcadas por los terribles atropellos cometidos por las fuerzas militares.
En entrevista con el periódico británico The Guardian, Rohima Khatun cuenta que ante el pueblo en que vivía en el estado de Rakhine fueron quemadas unas 200 personas y asegura que “el número de niños muertos podría ser de 100-150. Las mujeres fueron torturadas y violadas”.
Rohima agrega que su hijo de seis años y su marido fueron muertos a tiros. En su caso logró escapar mientras otras jóvenes fueron mutiladas y violentadas sexualmente por sus captores. Recuerda que cuando la masacre concluyó, los militares se retiraron entre los cuerpos sin vida.
Tayeba Khatun cuenta ante la cámara del medio británico que a su hogar llegaron cinco militares. “Dos me violaron y tres estaban de pie afuera como guardias en caso de que alguien viniera a interrumpirlos. Mi marido se levantó para salvarme y trató de sacarme a pesar de que estaba siendo detenido. Le dispararon mientras estaba tratando de salvarme. Fui testigo de que fue muerto por un disparo”.
En los campamentos que habitan en la frontera de Bangladesh con Myanmar, todos viven bajo el shock psicológico que significó la violenta y sistemática acción del ejército contra los Rohingyas que afecta desde ancianos a niños.
Uno de los mayores que vive en una de las precarias construcciones que los recibe como refugiados, Noor Alom, sostiene que en la huida debieron dejar todo, incluso el dinero del que disponían. “Es difícil vivir aquí. Estas son nuestras preocupaciones. No podemos deshacernos de estas preocupaciones. ¿Qué puedo hacer al respecto? No hay nada que pueda hacer al respecto, tenemos que permanecer en silencio”, sostiene Alom.
A eso se suman los sobresaltos y las pesadillas en las noches que invaden el sueño de los refugiados Rohingyas, mientras los niños corren desde la zona cercana a la frontera gritando que la guardia militar y la policía van detrás de ellos. “Cuando les preguntamos si quieren volver a Myanmar, dicen que ellos no quieren, ya que serán asesinados. Incluso los niños pequeños dicen estas cosas”, apunta Mabia Khatun debajo de la tela amarillenta que cubre su cabeza.
Estos testimonios son parte de lo que en Naciones Unidas consideran como un genocidio que debe ser investigado y castigado por un tribunal internacional cuyos responsables son los altos mandos militares de Myanmar.
“La necesidad militar nunca justificaría matar indiscriminadamente, violar en grupo a mujeres, agredir a niños y quemar aldeas enteras. Las tácticas del Tatmadaw son consistentes y groseramente desproporcionadas con respecto a las amenazas reales a la seguridad, especialmente en el estado de Rakhine, pero también en el norte de Myanmar”, señala el informe del organismo de la ONU dado a conocer este lunes.
En el documento critican además a la líder de facto birmana, la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, quien no utilizó su cargo ni autoridad para frenar o prevenir los acontecimientos en Rakhine.
Fueron 700 mil rohingyas los que huyeron a Bangladesh desde agosto de 2017. Ahora el informe preliminar conocido ayer cuenta con unos 800 testimonios, donde algunos de ellos demuestran la brutalidad de lo ocurrido: “Tuve suerte, sólo fui violada por tres hombres”, sostiene una mujer en su relato.
Según publica Radio Naciones Unidas, el director de la misión investigadora, Marzuki Darusman sostuvo que una de las conclusiones es pedir que “la situación en Myanmar se remita a la Corte Penal Internacional y, por supuesto, eso es tarea del Consejo de Seguridad. Así que el mensaje para el Consejo de Seguridad es que envíen a Myanmar a la Corte Penal Internacional. Teniendo en cuenta que en Myanmar no se puede lograr la rendición de cuentas, el ímpetu debe llegar de la comunidad internacional”.
Entre los principales responsables de este genocidio, la misión de la ONU sindica al comandante en jefe del ejército de Myanmar, Min Aung Hlaing, así como otros cinco comandantes militares. De todas formas, una larga lista de nombres también compone el informe, pero se mantendrá bajo la custodia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y estará disponible para que se persiga la rendición de cuentas de acuerdo con las normas y estándares internacionales.
Los expertos indicaron que el 18 de septiembre se publicará y presentará ante el Consejo de Derechos Humanos un informe más completo.