El viaje de Arlén, la primera javierina trans

Este jueves, Arlen Aliaga, estudiante trans de 17 años, fue aceptada en el Liceo 1 de la Municipalidad de Santiago marcando un hito en el país. La joven conversó con nuestro medio y contó sobre su paso por distintos colegios mixtos y de varones en los que sufrió abusos por parte de directivos. También el cómo se ha enfrentado, en los últimos días, al vendaval mediático que su caso ha generado en Chile.

Este jueves, Arlen Aliaga, estudiante trans de 17 años, fue aceptada en el Liceo 1 de la Municipalidad de Santiago marcando un hito en el país. La joven conversó con nuestro medio y contó sobre su paso por distintos colegios mixtos y de varones en los que sufrió abusos por parte de directivos. También el cómo se ha enfrentado, en los últimos días, al vendaval mediático que su caso ha generado en Chile.

De pronto te llamas Arlen Aliaga y sueles cambiar de canal cuando aparece tu rostro rodeado de micrófonos y grabadoras. Tienes 17 años, sumaste casi dos mil seguidores en el Instagram en los últimos días y dices que si tuvieras que dar una entrevista y decidir sobre aquello que escribirán de ti, elegirías suprimir aquello que tú consideras privado.

Aun así, mientras pasas tu mano una y otra vez sobre tu cabello, afirmas tener buenos recuerdos sobre tu infancia. En esa época, desde el kínder hasta cuarto básico, estudiaste en una escuela llamada Emprender, en la comuna de Puente Alto, y eres de allí, por cierto, pero de pronto notas que no eres tan sociable como Felipe, tu mellizo, y que a él hasta le suelen visitar amigos más a menudo. Entonces, caes en la anorexia. Tardas dos años en reponerte.

Cuando lo haces tus padres deciden que estudiarás quinto básico en un colegio particular subvencionado de nombre largo: Nueva Era Siglo XXI, y para ese entonces solo tu círculo cercano sabe que te asumes como un muchacho gay. Tu familia lo sospecha, quizás, no lo sabes, pero si tuvieras que decirlo, evitarías decírselo a tu abuela, porque dices que es como tu madre y que no sabes cómo reaccionará.

Pero cumples 13 y ella muere. Y tú vuelves a tocar fondo. Arrastras todo, y cuando llegas a séptimo básico no lo resistes más, te toca repetir de curso y ser sincera con tu familia sobre tu sexualidad. Así, todo junto. Eso sucede cuando logras pasar al octavo básico y te consideras madura para tu edad, al nivel que te resistes a que tus padres sigan pagando por tu educación y decides que estudiarás primero medio en un colegio público.

Decides por un colegio municipal, finalmente, por uno en donde solo estudian hombres. O por lo menos eso te hace creer el miedo y no así tu mejor amiga, a la que conoces el primer día y te dice que prefiere que la llames Nacha. Entonces, empiezas a acumular recuerdos de adolescencia y son buenos. En tu primera toma, en el año 2016, te quedas con Felipe a hacer la guardia y preparan desayunos y almuerzos para 200 personas. Recuerdas que tu madre, Paola, estudió en Arcis y que sabe de estos líos y te comprende. Te quedas días en tu colegio, te imaginas libre y lo sientes tuyo. Ojalá el mundo también lo fuera.

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Desde que tienes memoria te identificaste con el sexo femenino y eso no cambió en el Barros Borgoño. Conoces a chicos trans, sientes que para ellos es más sencillo el tránsito porque quizás solo basta con cortarse el cabello. Tú, en cambio, tienes la voz gruesa, la manzana de Adán e investigas constantemente sobre vaginoplastía, y te enteras que el sistema de salud público de Chile no contempla ese tratamiento, pero sí el hospital Sótero del Río, que está en tu comuna y te permite hacerlo con tres meses previos de hormonación.

Llega el momento de elegir un nombre también, un nombre social, y te gusta Octavia o Arlén. Eliges el último, pues se trata de una diosa griega que respalda el compromiso y tú juras que no lo eres, pero que cuando algo te gusta lo das todo hasta el final.

Por ese detalle, te conviertes de pronto en un problema para el colegio. Para tus profesores, es decir. Cuando te reconociste como chica trans, se lo dijiste a tu profesora jefe, Mara Vergara, y ella se lo dijo a todo tu curso. Todos lo respetaron, obviamente, pero un día decides utilizar jumper en el colegio y la inspectora te recuerda en el pasillo que estás en un colegio de hombres. Tú explotas al instante, te duele y te defiendes, le recalcas que es un colegio masculino y no de hombres y que, por último, si así fuera, la que debería irse sería ella porque es la única allí con vagina.

Ya no recuerdas su nombre, pero un día, luego de una barricada que armaste en la calle, Carabineros llegó a tu colegio y la inspectora te acusa, les dice: “llévensela” y lo hacen, a la 48 comisaría hasta las cuatro de la mañana. Cuando la madre de una amiga logra liberarte, llamas a tu madre y le dices que no vaya por ti porque en el tiempo que se tomará en llegar al centro, tú llegarás a Puente Alto, y caminas de madrugada hasta la Alameda.

Esperas a la 210 en la esquina de la calle Dieciocho, pero las que pasan te ignoran. No así esos grupitos de neonazis y skin heads, entonces decides correr con todas tus fuerzas y llegas a Baquedano, y recuerdas que ya has caminado muchas veces hasta tu casa y que esta será una vez más, aunque estés a 16 kilómetros.

Amanece y estás en casa, pero sabes que podrías no estarlo y entonces odias a tu inspectora, a los carabineros y a tu colegio. Es septiembre del 2018 y le dices a tu madre que solicite el cierre del año, pero debes conseguir primero los certificados psicológicos que te respalden, hacer tareas de religión para cubrir tus notas y recuerdas lo sencillo que era conseguir un siete en la básica cuando solo te hacían llevar plantas.

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Es el año 2019 y decides que quieres estudiar en el Liceo 1 de Santiago, una de las primeras instituciones para mujeres en el país. El año pasado se promulgó en Chile la Ley de Identidad de Género, y aunque aún no entra en vigencia en el Registro Civil, algo te dice que puedes lograrlo.

Entonces vienen los micrófonos, las grabadoras, las pancartas, el apoyo de la OTD y las primeras reuniones en el Concejo Municipal de Santiago, donde te informan que Alessandri, el alcalde, respalda tu causa, pero la rechaza por inconvenientes legales. No es el primer portazo.

Sin embargo, la hija de la asesora de una concejala se entera de tu caso y viraliza un video en redes en donde convoca a una manifestación frente a la municipalidad. Te sumas y ella viene con decenas de alumnas javierinas que te respaldan.

Pasan muchas cosas mientras estás en vivo. Una representante del gremio de profesoras de Chile se acerca y te dice que el 4 de marzo estarán contigo en tu primer día de clases y que serás la primera. La directora municipal de educación, Yoris Rojas, también aparece y se compromete a ayudar, pero se refiere a ti como “él” por lo menos unas tres veces. Te hace dudar de sus palabras.

En la entrevista, luego dices que da igual si es que eso le jugó o no en contra. La entiendes porque tú también manejas información que aún no puedes revelar y que podría jugarte en contra. Cuando saliste de la reunión en la municipalidad, te llamaron del Seremi de Educación y desmintieron lo que te dijo Alessandri sobre los cupos en el Liceo 1, pero te ofrecieron también considerar al Carmela o al Tajamar, ambos en Providencia, y piensas que entonces, esto se trata solo de un tema político.

“Alessandri está perdiendo la oportunidad de marcar historia”, dijiste ante todo el país. En el punto de prensa, te llaman a un rincón y te dicen que la ministra de educación, Marcela Cubillos, se ha pronunciado sobre tu caso y que hay esperanzas. El alcalde Alessandri las confirma por la tarde y cree hacer historia, pero nada te saca de la cabeza que la que en verdad la hizo fuiste tú.

   





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