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Se oía venir: El cancionero que anticipó el estallido

Siete autores que provienen del periodismo, el cine y la historia, reunidos en un libro que circula de manera gratuita y que recorre la música hecha en ámbitos tan diversos como el folclor, la electrónica, el rap y el pop. “Tal vez la fecha no se podía adivinar, pero este malestar lleva décadas”, dicen sus autores.

Rodrigo Alarcón L.

  Sábado 25 de enero 2020 10:26 hrs. 
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“No se sorprendan si reaccionamos mal”. La frase estaba en una canción que Fiskales Ad-Hok publicó en el año 2001 y es una de las innumerables citas que se pueden encontrar en Se oía venir. Cómo la música advirtió la explosión social en Chile, el libro que la editorial Cuaderno y Pauta lanzó en los últimos días de 2019. 

Publicado en formato digital, el volumen reúne artículos de siete autores, la mayoría periodistas, aunque también provenientes del mundo audiovisual o el estudio de la historia.

“Esta es una versión inicial acorde a los tiempos que corren: un libro urgente, gratuito, compartido, paritario (…) mientras más simple y directo sea el acceso a estas páginas mejor será para traer a la memoria y ojalá poner a circular, escuchar, cantar y tocar este cúmulo de música anticipada a su tiempo”, escribe David Ponce en la introducción del texto, para recalcar una de las varias singularidades del proyecto.

Ponce, que tiene años de reporteo en el cuerpo y varios libros publicados, se encargó de editar el libro y dijo en el programa Pasaje Nocturno de Radio Universidad de Chile que la premura fue una de sus premisas: “No había que dejar que decantara nada. Soy periodista, tengo ese músculo de escribir para el día siguiente y, en el mundo digital, para el ahora. Esto va a dar mucha pega para sociólogos, para académicos, pero la reflexión que puede hacer un periodista tiene que ser más inmediata”, subrayó. 

A través de sus capítulos, Se oía venir expone cómo las demandas que se hicieron evidentes a partir del 18 de octubre ya se podían encontrar en canciones grabadas incluso hace tiempo. “Tal vez la fecha no se podía adivinar, pero este estado de cosas, este malestar y hastío social lleva décadas. Nos tomamos de la consigna de que no son 30 pesos sino que 30 años, que fue una gran motivación para escribir estos artículos”, explicó.

“De alguna manera, la tesis es que la música debería ser al menos, para ponerlo en términos de la burocracia, un insumo para entender lo que está pasando en la sociedad. Es un llamado de atención”, enfatizó.

Ejemplos hay muchos, pero Ponce escoge “Don Satán”, una canción que Santaferia grabó durante la primera administración de Sebastián Piñera, para explicarlo mejor: “Dice ‘te hace falta escuchar cumbia’ y les falta escuchar cumbia, les falta leer más, les falta ir al cine, les falta calle. O sea, disciplinas del arte, que son reflejo e información. No solo es creación en busca de la belleza o algo así, también es relevante en términos de tomar el pulso a lo que está pasando en la calle y en el mundo”. 

De ese ejemplo se desprende también otra característica del libro, que es la diversidad de músicas que aborda. Así como presenta antecedentes desde los primeros años ‘90 y cita canciones de grupos o solistas consagrados, también rastrea circuitos menos mediáticos o definitivamente experimentales. Así, desmiente aquella idea que circuló con fuerza durante las primeras semanas de revuelta: que solo los grandes himnos estaban conectados con las calles. 

La historiadora Araucaria Rojas, por ejemplo, muestra cómo la discusión sobre temas de género se ha abierto paso en el circuito de la cueca, así como la cineasta Susana Díaz y la periodista Leyla Manzur recorren la historia del punk y el hardcore, dos géneros particularmente visionarios.

Por otra parte, la periodista Javiera Tapia indaga en los vínculos entre feminismo y pop, mientras el rapero y también músico Freddy Olguín (Gen) repasa la historia de un género que vive entre lo subterráneo y lo masivo, como el hip hop. 

También periodista y músico ha sido Luis Felipe Saavedra (The Ganjas, Los Días Contados), quien firma un artículo titulado “Technocracia” que apunta a la dimensión política de la electrónica. “En muchos géneros se habla de lo que dicen las letras y a veces la música queda en un segundo plano, pero la música en sí misma también es capaz de transmitir sensaciones o emociones de las que muchas veces las letras no dan cuenta”, afirmó.

En la electrónica, escribe Saavedra, se pueden encontrar rasgos que han quedado ocultos por el paso del tiempo o simplemente por su naturaleza experimental. Las primeras raves que se apropiaron de las calles, los espacios que acogieron a las disidencias sexuales o los proyectos que transformaron su rabia en ruido son algunos de ellos. “La electrónica puede ser muy de choque, súper crítica, y sus discursos siempre han sido disidentes de distintas maneras. Al aferrarse el underground y no pertenecer a la industria cultural así como tal, al no vivir de fondos, tiene cierta libertad, incluso la música bailable”, señaló. 

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Se oía venir. Cómo la música advirtió la explosión social en Chile se encuentra disponible a través del sitio de Cuaderno y Pauta, donde puede ser leído en línea y descargado de manera gratuita.  

Foto: Rodrigo Alarcón L.
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