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No somos rebaño, no somos inmunes

Columna de opinión por Ivonne Coñuecar
Viernes 17 de julio 2020 10:44 hrs.


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Un gaucho deja salir a un rebaño de ovejas con mascarillas de una casa que escapan desesperadas, así nos ve e interpreta a los ayseninos y ayseninas el caricaturista de El Mercurio en la publicación aparecida el 12 de julio. Donde otros ven burla, yo veo una cultura, y ese anquilosado estereotipo es parte de nuestra resistencia, una grieta en la que nos ha encerrado la mirada santiaguina centralista que difiere del contexto cultural que sostiene realidades diversas y complejas de nuestro territorio. No es nueva ese histórica necesidad de caricaturizar la vida en el sur del mundo, o de pensarnos primitivos, desvalorizar nuestra soberanía, física y/o afectiva sobre la Patagonia.

Aysén no es una zona eminentemente lanar, si es que a eso apunta la burla. La imagen no viene más que a reproducir lo infantil que se ha instalado en la administración del gobierno y de los soportes mediáticos con los que opera, de un Estado que prefiere no mirar Aysén, que administra por teléfono y vía mail con los que estén de turno, y que se sostienen en una clase política que no es muy diversa, y que, al igual que en Chile, siempre son los mismos, muchos perpetuados en el poder en el silencio del aislamiento. El centralismo requiere de la burla para sostener, y para relativizar y diluir temas que de suyo son aún más relevantes que el coronavirus.

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La vida en el campo es inviable si hablamos de bienestar. La población rural cada vez es más marginal, casi un 20% de los 103 mil habitantes. El clima es agreste, la mantención de la tierra y el trabajo cíclico anual, son pocos quienes podrían sacar dividendos del trabajo del campo. Baja un grado o llueve un poco más, y la siembra al carajo, hay temporadas en que se acaba el forraje, o nieva demasiado, o no nieva que es sequía para el verano. Nuestra familia en los campos se enferma y no hay prioridad para ellos. Quisiera comentarle al señor caricaturista que mi tía abuela tenía una operación importante hace unos meses, y que por ser campesina, y de escasos recursos económicos, para ella no hubo otra atención que la que le procuró el hospital de Coyhaique. La operación se fue postergando, y luego vino la pandemia y nuevamente tuvo que ser postergada y debe convivir con dolor, en el campo, donde hay temporadas en que quedan aislados porque crece el río, o porque la nieve no les permita avanzar. La operación se retrasó porque no hay especialistas en Aysén, porque el operativo médico para que le hagan la cirugía no ha ido, porque no hay un Estado presente y se deben hacer operativos, tal cual como los operativos de esterilización de perros y gatos, para qué vamos a adornar la precariedad.

La Carretera Austral, de 1240 kilómetros, es la columna vertebral de una diversidad de climas en los que vivimos, impredecibles y fríos. No somos paisaje ni belleza escénica, somos grieta y herida, la incomodidad del gasto público, se han atrevido incluso a decir que en Aysén no vive nadie. Crecí entre el campo y la ciudad, fue una experiencia excepcional e inolvidable, vi mucho, escuché, aprendí. Por eso es que reaccionamos cada vez que la burla se instala desde la ignorancia y la indolencia, tengo el orgullo de experiencias inolvidables y de luchas sociales históricas. Por eso es que los corderos en estampida no es algo naif, es una burla e indolencia, una analogía con la inmunidad de rebaño que ya ha dejado sin nombres a los miles de cuerpos y los ha convertido en números, la industrialización de la muerte por parte del gobierno de Piñera. Por supuesto que es grave que pretendan hacer de Aysén el experimento del desconfinamiento para seguir intercalando el desastre por todo el país. Al día de hoy, Aysén registra 56 casos, 13 casos activos, 386 personas en cuarentena, 26 por confirmar; concetrados en las comunas de Coyhaique, Puerto Aysén, Chile Chico y Tortel. Tengo seres queridos que trabajan en el sistema de salud y veo el riesgo que a diario corren y la incertidumbre de si para ellos habrá gestión suficiente en caso de que resultaran contagiados. Pero desde la capital apuestan al desconfinamiento y se lavan las manos.

Malabarismos para un territorio donde tenemos la mayor superficie de habitantes por kilómetro cuadrado del país, el aislamiento es un tema siempre actual. Además, como comunidad tenemos muy pocos grados de separación, y si algo sucede nos impacta, una muerte, un accidente, un incendio, una buena nueva, no es que seamos una gran familia, o sí, para quienes descendemos de los colonos que llegaron en el poblamiento más reciente de la zona. Pero algo sucede, como en la mística de los pueblos pequeños donde la sensación de que todos nos conocemos está más presente. El mismo día de la caricatura de El Mercurio murió Alisson Raimapo Huichalao, una niña de 5 años que fue atendida por una infección urinaria y a los días tuvo muerte cerebral. Una comunidad desecha ante esta presunta negligencia del hospital de Coyhaique, el de mayor complejidad, y probablemente la impunidad nuevamente triunfará en este sistema violento y desalmado. O el caso Martín Villegas, de 20 años, baleado por una patrulla militar en Villa O´Higgins durante el toque de queda, allá donde termina la Carretera Austral, donde viven 400 personas ¿Se justifica la militarización? Él se debate entre la vida y la muerte en el mismo hospital donde estuvo Alisson ¿Pero las ovejas son más relevantes? ¿Las ovejas son la contingencia, no ese Estado que no llega?

Somos una excusa de soberanía, porque el vecino país está a ochenta kilómetros del acceso al Pacífico. No somos ingenuos, sabemos lo que tenemos, lo que valemos, sabemos de la vida y las muertes, no somos un chamamé, ni una jineteada. Somos un ecosistema Patagonia que convive con una entropía tal cual como las grandes ciudades, donde Coyhaique, la capital desde 1974, tiene lo más indigno y tóxico de las grandes ciudades concentrado en una muestra de sesenta mil personas porque hay una pésima administración del urbanismo y desarrollo.

En Aysén la falta de oportunidades es evidente. Soy sola una más de los miles que no regresaron o que regresaron y rebotaron porque no están las condiciones para desarrollarnos. Incluso, me atrevo a pensar que somos más ayseninos y ayseninas que vivimos fuera del territorio por la forzada emigración que debemos soportar. No somos masa ni rebaño, somos un pueblo diverso e, incluso, extraterritorial. Soy de la generación que educaron para emigrar. Y las veces que regresé, reboté; ese dolor se parece al del exilio. Vivo en Rosario, Argentina, una ciudad de un país que decidió otra vía para gestionar la pandemia. En este país se optó por el aislamiento social preventivo y obligatorio, desde el 20 de marzo. No es un país que tenga sus calles militarizadas, no hay toque de queda. Tampoco creo que algún país tenga la fórmula mágica, pero acá se privilegió la vida de las personas, pero el virus es dinámico. Ha sido complejo el encierro, pero dadas las cifras y condiciones, Rosario está funcionando al 80% como ciudad, con comercio y personas, hemos adecuado la vida a la pandemia, porque es eso, debemos aprender a vivir con este escenario, pero con condiciones mínimas que no se han procurado en Chile, y lo básico: la vida. Estoy en una ciudad con más de un millón de personas donde al día de hoy se registran 11 contagios, y ha habido dos muertos, uno de ellos, el cónsul de Chile. Ha sido un proceso impactante en nuestras vidas, pero poco a poco se activó la cultura del distanciamiento social, el uso de la mascarilla y las medidas necesarias.

Y sé que la nostalgia empedernida que se mezcla en este ser y sentirme patagona también diluye lo esencial de esto, el discurso, pero a modo de ejemplo, doy fe del crecimiento que ha habido en mi región, un crecimiento que aún no va de la mano con el desarrollo, y que piensa a Aysén como una zona para explotar y destruir, por las salmoneras, las mineras, la falta de regulación de glaciares, porque -además- somos una reserva de agua significativa para el planeta, pero padecemos del neoliberalismo brutal y el abandono de Chile. No somos unas simples ovejas y qué hermoso sería estar con mi tía abuela ahora en la nieve intentando alguna alternativa menos dolorosa para su operación pendiente.

Yo soy aysenina, y lo personal es político. El Mercurio no solo miente, también insulta.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.