Al inicio de la pandemia en el país, la Universidad de Chile, a través del Rector Vivaldi, puso a disposición de la mesa social un documento que señalaba que la salud mental sería un tema central frente a esta emergencia. El informe, que apelaba al cuidado de la salud mental como parte de las medidas inmediatas, fue acogido y enriquecido por diversos actores del mundo social, académico y gubernamental.
A raíz de esto, se creó el programa SaludableMente con el objetivo de ayudar a la ciudadanía a mejorar la salud mental y el bienestar psicosocial de la población. El informe elaborado por el equipo cuenta con seis capítulos (puede verse en los documentos adjuntos al costado derecho) en los que se abordan las medidas de cuidado para la salud mental de trabajadores de la salud, recomendaciones para mujeres y niños y el fortalecimiento de las comunicación social, entre otras propuestas. La profesora Olga Toro explica los aspectos centrales de este informe y comparte nuevas evidencias sobre salud mental y COVID-19
A un año de la pandemia, ¿qué conclusiones existen sobre su impacto en la salud mental?
Cuando se inició la pandemia ya podíamos advertir, a propósito de evidencia de situaciones de emergencia sanitaria anteriores, que iba a haber un impacto importante en la salud mental de la población. Primero, se observa que no va a haber un impacto igual para todos, no todos van a estar bajo el mismo riesgo, y hay ciertas vulnerabilidades sociales que hacen que cierta parte de la población vaya a estar más en riesgo. Eso habla de la determinación social de la salud mental. Dentro de estos grupos están las mujeres, particularmente cuando son el principal sostén económico, cuando hay una sobrecarga en los cuidados tanto de niños como de personas mayores y, de manera muy importante, el aumento del riesgo de violencia intrafamiliar. El otro grupo son los niñas, niños y adolescentes que han visto interrumpidas sus actividades habituales propias de la edad. Están las personas mayores, y el otro grupo que estamos viendo hoy son los trabajadores de la salud, sobre todo los trabajadores que están en primera línea y que llevan un año sin parar. Esa es la evidencia que se esperaba que fuera así, y lamentablemente se ha ido confirmando.
Se ha hablado mucho de las secuelas mentales del confinamiento, pero no se ha hablado tanto sobre las consecuencias psicológicas en sobrevivientes de COVID-19
Estudios van mostrando que sí hay secuelas neuropsiquiátricas en sobrevivientes de COVID. Algunos señalan que sobre el 90 por ciento de quienes han estado enfermos van a haber sufrido algún nivel de estrés y los que han estado hospitalizados, con mayor probabilidad van a sufrir algún cuadro de ansiedad. Desde un 30 a un 40 por ciento de sobrevivientes podrían tener alguna complicación neuropsiquiátrica, es decir, que se han reportado enfermedades y accidentes cerebrovasculares, ataxia (falta de control muscular), confusión, mareos, cefaleas. Y esto en el corto plazo, mientras están en hospitalización o inmediatamente después de haber sido dados de alta.
Los estudios que están haciendo seguimientos de pacientes dados de alta, señalan que entre el 11 y el 17 por ciento de ellos presentan algunas secuelas como cuadros afectivos y depresión. Alrededor del 7 y 17 por ciento podría presentar fatiga, entre el 38 y hasta el 50 por ciento va a permanecer con algunas dificultades de memoria, y aproximadamente la mitad de los pacientes egresados de hospitalización estarían reportando algún nivel de deterioro en su concentración. Pueden ser reportes de algo muy leve, pero manifiestan estar más desconcentrados. Esto es lo que ha entregado la evidencia científica que no teníamos hace un año.
El trabajo de “SaludableMente”
¿En qué estuvo trabajando en esta mesa?
Estuvimos levantando desde junio a noviembre del 2020 propuestas de recomendación para las políticas públicas y dónde había que poner los acentos. En enero de este año fuimos convocados porque nos presentaron el resultado de la entrega del informe, y el Gobierno anunció que se había asignado presupuesto público para poder llevar a cabo algunas de las medidas de este plan. Dentro de este informe, planteamos que era muy importante mantener una mesa de seguimiento en la implementación de las medidas recomendadas porque, en un escenario de mucha desconfianza en las instituciones y políticas públicas por parte de la ciudadanía, dijimos que era muy importante para el sentir emocional de la población poder dar confianza y fe de que se estaban cumpliendo las medidas recomendadas. Aprovecho de reiterar el llamado a que se acoja esta recomendación.
¿El gobierno asignó presupuesto para todas ellas?
Los presupuestos para esto siempre son insuficientes. No tengo claridad que el presupuesto que se asignó alcance para todas estas medidas, pero sí sé que se anunció un monto para reforzar todas estas medidas de salud mental que están en el plan saludablemente. Por eso es tan importante el seguimiento, porque seguramente va a haber que priorizar y esto permitirá llevar un monitoreo más acabado de qué iniciativas se están realizando y cual todavía está pendiente, y permitiría tener, además, una información que pueda ser puesta a disposición de los medios de comunicación y para la población, para que conozca qué cosas se están haciendo y si hay ciertos tipos de servicios o iniciativas que se estén desarrollando y cómo acceder a ellas. Las medidas son urgentes y deben ser implementadas con ese sentido.
Salud mental en universitarios y en la Nueva Constitución
Un estudio patrocinado por MIDAP reveló que 74 por ciento de los alumnos de educación superior posee sintomatología depresiva “moderada severa”. Ahora que entramos de nuevo en esa fase ¿qué recomendaciones entrega?
Dentro de la población universitaria tenemos que entender que no es que hacer clases a distancia genere depresión. De lo que estamos hablando es que es en este nivel de ciclo vital, es una edad en que se quiere estar con amigos, se quiere pololear, y eso hoy día se ve imposibilitado. Un primer mensaje es que en situaciones de crisis o emergencia como la que estamos viviendo hoy, suele ocurrir que nos sentimos frustrados e impotentes, que teníamos proyectos de vida que vamos a tener que postergar, y eso nos genera sentimientos de rabia, frustración, pena, enojo, de culpa o querer culpar a otros. Si nos quedamos enganchados en esas emociones, probablemente nuestras conductas van a ser gobernadas por ellas y podemos cometer el riesgo de que bajo el argumento de cuidar la salud mental, pongamos en riesgo nuestra salud y la salud de otros.
Lo primero es cuidarse del contagio. Hay que evitar contagiarse y debemos ayudar a evitar que otros se contagien. Por lo tanto, en estas situaciones en vez de ser gobernados por esos probables sentimientos, es importante pensar y reflexionar el tipo de persona que queremos ser. Y esto es un mensaje para los estudiantes universitarios. Yo te aseguro que quieren ser personas que ponen los pies en la tierra, que reflexionan críticamente, ser solidarios, empáticos y cuando son esos valores de la persona que deciden ser quienes gobiernan realmente tus decisiones, pasas a tener un estado emocional en mejores condiciones para afrontar la emergencia,
En esto también influye el contexto social…
Esta pandemia no está afectando a todos por igual. Las vulnerabilidades sociales y económicas son muy determinantes. De hecho, parte de las secuelas en salud mental no tienen que ver con las propias del confinamiento ni del virus en el cuerpo, sino que tienen que ver con aquellas que aún no vemos en toda su magnitud, como son las económicas. Hay evidencia previa que permite señalar que mientras más desigualdades sociales y económicas tiene un país peores indicadores de salud mental hay en su población.
Finalmente, salud mental y nueva Constitución ¿debe estar presente?
En la Constitución se tiene que hablar sobre qué es lo que estamos entendiendo por los derechos y qué estamos entendiendo por lo público. Yo creo que ahí viene una gran discusión respecto de lo público y lo privado en nuestra sociedad. Y eso implica pensar en el bienestar social, en el bienestar subjetivo, en el bienestar emocional, que son condiciones claves para la salud mental, tiene que existir en la discusión constituyente, el debate sobre el bienestar emocional de la población como un derecho y como un bien público, un bien social. No puede ser concebido como el acceso a tratamiento dependiendo de tu capacidad de pago, dependiendo de tu posición social, sino que debe ser concebido como una responsabilidad del Estado y una responsabilidad social el cuidado del bienestar subjetivo o bienestar emocional de la población, eso creo que será clave y nos pone nuevamente en discusión, en nuestra sociedad chilena, el bien público versus el bien individual como tema de debate. Hablar de salud mental es hablar del bien colectivo, es hablar del bien público.