Cuando el gobernador democráticamente elegido de Valparaíso, Rodrigo Mundaca, dice esa hueá no procede, en referencia a que debe pedirle permiso al delegado presidencial nombrado por La Moneda para reunirse con autoridades regionales, está diciendo un exabrupto en la forma y una enorme verdad en el fondo. Porque, basta, no procede. Este intento agonizante de control de Santiago sobre las regiones será muy luego considerado patético y anacrónico, si no lo es ya hoy. Como Sam Neill aterrizando en su avioneta en Jurassic Park: los seres prehistóricos que ve parecen reales, pero ya no existen.
En el primer párrafo de esta columna nos hemos abstenido de señalar al presidente de la República y a su gobierno, no porque no sean parte del problema, sino porque son meros continuadores de una vocación hegemónica de Santiago que se ha expresado, para no ir más atrás, en todos los gobiernos que ha tenido Chile desde 1990. Recordamos la discusión del proyecto que dio lugar a la figura de los gobernadores regionales, durante el segundo mandato de la presidenta Bachelet, y entrevistas a quienes entonces eran senadores como Lily Pérez y Alejandro Guillier, donde relataban todo tipo de maniobras del Ejecutivo, de los partidos de Chile Vamos y de la Nueva Mayoría para obstruir el traspaso pleno de atribuciones a los gobiernos regionales. Así, nos quedó este engendro: autoridades elegidas democráticamente por el pueblo, pero que tienen que pedirle permiso a un señor designado en el cuadrante Morandé, Moneda, Teatinos y la Alameda. A usted que nos escucha y es santiaguino: ¿se alcanza a figurar lo ofensivo que es que un representante elegido en regiones con miles o cientos de miles de votos que valen lo mismo que el suyo, deba sin embargo rendirle cuentas a un solo funcionario cuyo poder proviene de la capital?
Decimos que los delegados presidenciales se parecen a los dinosaurios porque fueron concebidos justo antes de la elección de la Convención Constitucional, que para estos efectos sería el meteorito que cayó a la Tierra y extinguió a los saurópsidos. Porque hoy tenemos representantes que de verdad proceden de los territorios, que tienen plena conciencia que la Convención no puede atar su devenir solo al barrio cívico de la capital, y que debe desplegarse por el país para poder representarlo en su diversidad en la nueva Carta Fundamental. Frente a este cambio de sentido común, la existencia de censores, porque eso son, de los representantes legítimamente elegidos por los votantes de regiones aparece como una figura obsoleta que debe ser prontamente erradicada de la institucionalidad, como se intentará con un proyecto de ley que será presentado este miércoles por parlamentarios de la Región de Valparaíso, junto a otras iniciativas como la del diputado por Antofagasta, Esteban Velásquez.
Tenemos plena conciencia de que el problema no se resuelve solamente con el traspaso del poder político a los territorios, puesto que la descentralización requiere una estrategia integral y una decisión de Estado, pero es una condición indispensable. El enojo de Mundaca es el de las regiones y el de la Historia para decir, como dijo él ayer, que esto ya no procede.