El plan habría sido concebido hasta en sus detalles por el sedicioso Rémy Daillet, de 55 años, un ultraderechista y negacionista que vivió durante los últimos años en Malasia, desde donde divulgaba videos de naturaleza conspirativa contra los masones, la política sanitaria del gobierno francés ante el coronavirus, las vacunas contra el Covid, así como contra el aborto o las comunicaciones por 5G. El individuo está sindicado como responsable de la llamada “Operación Azur” y fue detenido e imputado por los servicios de seguridad, informó este jueves el diario Le Parisien, lo que fue confirmado posteriormente por la emisora pública France Info y otros medios.
Daillet habría creado desde Malasia, a través de un sistema de comunicaciones encriptadas, una red de células regionales de simpatizantes de ultraderecha, incluídos neonazis, militantes antivacunas o fanáticos de las teorías de la conspiración, varios de los cuales están también detenidos. La organización se dividía en una estructura civil y otra castrense (ésta, dirigida por dos militares profesionales), con un total de unos 300 integrantes. Los servicios secretos y de inteligencia reunidos en la Dirección General de la Seguridad Interior (DGSI), han podido identificar a varias decenas más de integrantes, entre ellos varios policías, gendarmes y militares.
El presunto conspirador envió en abril un correo electrónico a los diputados de la Asamblea Nacional en el que les advertía de un “derrocamiento popular inevitable” frente a un Gobierno “genocida” que imponía una vacunación “que mata” a los ciudadanos. Por añadidura, uno de sus más importantes seguidores, que también está detenido, ha declarado a los investigadores de la DGSI que el objetivo final era “el derrocamiento del Gobierno y de las estructuras del Estado”, según informa el canal de noticias BFM TV.
La justicia decidió intervenir luego de ser informada acerca de lo que estaba aconteciendo en el ámbito conspirativo, un poco a horcajadas entre las teorías conspirativas y el delirio apocalíptico del proyecto de estos grupúsculos de extremistas de derecha: tomar el palacio del Elíseo, asesinar o secuestrar a Emmanuel Macron y consumar así un golpe de Estado. Los sicólogos de la policía han descrito a Daillet, padre de siete hijos, como una suerte de ‘gurú inquietante’, ‘seductor’ y ‘conspirador temible’, implicado en varios casos graves de delincuencia común.
El plan era muy preciso: acumular armas y explosivos no siempre artesanales, y organizar unidades paramilitares provistas de pistolas y fusiles-ametralladora. La gravedad del caso quedó en evidencia cuando los investigadores establecieron que también había militares en retiro que impartían cursillos intensivos de preparación para la lucha armada con fines golpistas. Tras semanas de investigación, la policía terminó descubriendo que varias decenas -o tal vez centenares- de personas, policías, militares, abogados y hasta médicos participaban en el proyecto de golpe de Estado.
De hecho, varios de los miembros de la red secuestraron en abril pasado a una niña de tan sólo ocho años -a petición de la madre, que había perdido la custodia- convencidos de que estaban liberando a la pequeña de “una red pederasta organizada por el Estado”. También hubo en los últimos meses algunos miembros de esas células terroristas de ultraderecha con planes detallados de atentados, como un grupo de neonazis que preparaba un atentado con explosivos contra una logia masónica en Alsacia. Los centros de vacunación contra la covid o las antenas de 5G figuraban también entre los posibles objetivos de este grupo radical.
La ultraderecha en Francia y Europa no sólo se manifiesta a nivel político, también en la concreta realidad del día a día.