Entramos a la semana final de una de las campañas más intensas de las que se pueda tener memoria. Una vez más, la idea de que el Pueblo no estaba interesado en los asuntos constitucionales, sino que como dijo un excandidato en “los problemas concretos de la gente”, se desmiente ante la enorme expectación que ha terminado produciendo el plebiscito del próximo 4 de septiembre.
Aunque no se ha hecho todo lo deseable para hablar del texto, puesto que es lo más importante para votar informadamente, sí hemos asistido a un enorme y emocionante interés por leer la propuesta de nueva constitución. No habíamos visto filas para acceder a un libro como con éste, que es al cabo el más comprado, distribuido y buscado en muchos años. Al mismo tiempo, ha habido manifestaciones de distinto tipo – a veces multitudinarias y festivas-, en favor de ambas opciones. En todo esto radica lo mejor del proceso constituyente: los ciudadanos y ciudadanas ejerciendo su soberanía y decidiendo por sí mismas cuál será el orden constitucional que nos regirá.
Aquí la forma hace al fondo: que sean las personas las que decidan lo cambia todo por lo que, independientemente del resultado, esperamos que el país nunca más retroceda en la claridad respecto a dónde radica el poder constituyente.
Dicho esto, hemos visto también cómo hay quienes creen que la reivindicación de la identidad propia significa negar o agredir las otras, lo cual está en las antípodas de la idea de un Chile diverso y respetuoso de sus diferencias. Defender la propia identidad no tiene mucha gracia, si le compara con procurar lo mismo para quienes son diferentes. La artísticamente incomprensible y políticamente inexplicable presentación de Las Indetectables en Valparaíso, así como el criminal ataque de un cochero a unos ciclistas ayer en las inmediaciones de Plaza Baquedano, son dos ejemplos de aquello.
Y, más allá de eso, lo más preocupante de estos meses ha sido el despliegue de la mentira en el espacio público, muchas veces con la complicidad pasiva o activa de medios de comunicación, periodistas e importantes dirigentes políticos. Desuela haber visto a senadores, diputados y otros altos representantes mentir descaradamente, con lo cual no solo se han faltado el respeto a sí mismo y han demostrado desinterés por su propio prestigio, sino que han contribuido a envenenar el debate colectivo de una manera que costará mucho sanitizar.
Nada, sin embargo, es más importante que estar viviendo esta semana histórica, donde tendremos la posibilidad que no tuvo ninguno de nuestros antepasados de ser sujetos constituyentes. La interacción de todas nuestras miradas tiene una sabiduría inalcanzable individualmente, por lo que solo queda abrazar la voluntad mayoritaria del pueblo de Chile.