Universalismo o identitarismo: Notas sobre un debate reaccionario

  • 21-04-2023

En una reciente columna publicada en el diario El País, el sociólogo Alfredo Joigniant vuelve a cargar contra el Frente Amplio (FA). Son muchos los ataques, pero me referiré a uno que se menciona de pasada, pero que él y otros sociólogos han reclamado como el principal problema del FA con insistencia. Esto es la acusación de “excesivo énfasis en políticas identitarias”[1]

Este argumento ha girado insistentemente en la izquierda desde la derrota del Apruebo el 4 de septiembre del 2022 y esto sería que: la derrota y extravío se ha generado debido a que una izquierda (ligada principalmente al Frente Amplio y movimientos sociales) ha privilegiado temas identitarios, desligándose de problemas materiales que aquejan a la población, desatendiendo así a los sectores populares y al sujeto al que la izquierda siempre privilegió durante el siglo XX.

En este texto argumento que la forma de plantear este tema no es sino una reacción conservadora frente a nuevas dinámicas y luchas que son propias del escenario de transformaciones que se viven en este momento. Que estas nuevas luchas plantean, a su vez, diversas formas de plantear el problema de la hegemonía y que eso no significa renunciar a una pretensión de universalidad, sino más bien integrarlas en una nueva fórmula. Ante esto la pretensión de volver a una materialidad o a un sujeto histórico es un espejismo, pues ese sujeto como tal no existe. El discurso de volver a los universalismos aparece como un recurso conservador que conduce a callejones sin salida en lo político.

En primer lugar, es importante decir que la forma de plantear este debate, entre universalismo o identitarismo, es una división maniquea y conveniente, pues dejaría a todos aquellos que defienden ideas definidas como “identitarias” (diversidades, verdes, juveniles, etc.) presos de un particularismo que les impediría de antemano hacerse parte de posiciones globales de cómo construir sociedades y plantear visiones de mundo. Es cierto que existen estas tendencias en algunos grupos, pero eso no significa un “deber ser” para estas luchas. Lo más conveniente para estas visiones es que en la posición universalista quedaría una izquierda que asume una posición de privilegio, al poseer de por sí un proyecto universalista. Decíamos antes que esto es una coartada reaccionaria, pues es una forma cómoda de volver a ciertos supuestos que aparecían como superados, pero que vuelven para entregar certezas ante la confusión. Acá el identitarismo y particularismo, sería la “falsa conciencia” que el marxismo de principios del siglo XX buscaba superar. No es extraña la mirada desconfiada de la izquierda clásica sobre lo que acá se denomina “identitarismos”. Existe un enorme debate en la izquierda, intensificada con las derrotas de fines del siglo XX, que busca elementos para juzgar cuando el ideario tradicional comenzó a dejar de tener sentido. No son pocos los que siguen aludiendo a la trampa que encerraba mayo del 68´para la izquierda, con la emergencia de nuevas luchas e identidades y como eso significó un extravío de la doctrina clásica[2] Es una forma similar de plantear este debate de hoy. En la derrota, en este caso del plebiscito y las dificultades del nuevo gobierno, aparece reciclado este debate para encontrar culpables. Como bien señala Jorge Lago, después de la derrota vuelven “señales inequívocas de parálisis, con la reaparición de las mismas viejas fórmulas que apuestan por la reducción a lo económico, la separación y purificación de lo material y lo simbólico, la unidad política que no se construye sino que se decreta.”[3]

Como suele ocurrir, mujeres, diversidades, pueblos originarios, jóvenes, ambientalistas y otros, son el chivo expiatorio para explicar derrotas.

En segundo lugar, si asumiéramos que un polo de la diferencia planteada, en este caso el universalismo, es quien posee la claridad de como conectar con los sectores populares sería absurdo negar la evidencia. Como sabemos esto está lejos de ser así. No solo en Chile, sino en el mundo el discurso clásico de la izquierda no logra conectar con las grandes mayorías. En el mundo, partidos que se asumían y planteaban como reales representantes de la clase trabajadora, prácticamente han desaparecido o son hoy día partidos sumidas en un curioso particularismo. En Chile los grandes partidos de la izquierda, o sea el Partido Socialista y Comunista, si bien siguen teniendo su electorado, este es cada vez más estrecho en la medida que sigue creciendo la desconfianza como gran espacio de la política nacional ¿Esta sería la universalidad a seguir potenciando? Incluso más, si vemos todo el periodo histórico de la transición chilena, del que muchos de los “anti identitarios” son defensores, cada elección que fue pasando la ciudadanía fue desconectándose de la política y haciendo crecer el malestar social. ¿Ese es el universal al que apostamos cuando hablamos de las cosas materiales?

La realidad es que aquellos que hablan de volver al lenguaje y relatos universales, no tienen respuestas políticas para reconectar con la ciudadanía. En ese sentido el reclamo contra las identidades y la nueva izquierda, no es sino frustración y búsqueda de chivos expiatorios.

En tercer lugar y sobre el argumento de que identitarismos no se preocuparían de temas materiales de la gente decir simplemente que es un falso debate que, al igual que lo anterior, busca introducir una disyuntiva maniquea[4]. No por tener discurso ambiental, no habría de existir preocupación sobre precios, inflación, seguridad, etc. Estos temas están conectados entre sí, por lo demás.

Por ultimo decir que, si bien el debate así planteado parece muy abstracto, tiene consecuencias políticas muy claras. En un posteo de hace unas semanas Alfredo Joignant decía que el Frente Amplio es “un proyecto vago” y señalaba, de forma muy curiosa que, según su punto de vista, las políticas de Ricardo Lagos habían sido socialdemócratas. En el artículo antes citado Joignant llega a decir que las 40 horas serían mérito de la izquierda clásica y no del FA. La operación política es clara. Todos los méritos son propios de la izquierda clásica y toda la irresponsabilidad es del FA. En este relato no es solo inoperancia frenteamplista el problema, sino la ausencia de proyecto.

Es importante, aún más después de la derrota del 4S, combatir estos convenientes discursos. Se trata no solo de proteger el destino del Frente Amplio, sino de mantener abierta la puerta para futuras posibilidades para que sigan irrumpiendo formas de imaginación política que incluyan lo diverso y crítico.

En mi argumento el debate así planteado, como choque de universalismo o particularismo, es un callejón sin salida en términos políticos, porque a lo único que conduce es a buscar retornar a certidumbres propias de la izquierda clásica. El sueño no confesado es el retorno a las políticas transicionales. Los viejos buenos tiempos. Una Concertación imaginada como socialdemócrata y una izquierda en la esquina del tablero. El FA aparece como una anomalía incomoda y que debe ser puesta en su lugar, o sea en el rincón izquierdo y marginal de la correlación de fuerzas.

Creo que si existe un debate en nuestro campo, pero que es sobre cómo se construye hegemonía para los tiempos que vivimos. En el nacimiento de nuestro sector (FA) lo que buscamos plantear fue que Chile (y el mundo) necesitan una nueva izquierda y eso es rompiendo con varias de las viejas certidumbres. “No somos sangre nueva para viejas derrotas” aparecía como señal descortés, pero clara de la necesidad.  Abrazamos el socialismo como un capítulo de la enorme lucha que los sectores populares han librado en la historia por ser parte de la república y acceder a una ciudadanía con todos los derechos que corresponde a dicho efecto. Libertad, igualdad, pero con condiciones materiales para hacer viable dicha empresa. Socialdemocracia en serio, en otras palabras. Para esa ampliación ciudadana todo lo que aparece como identitario es algo que debe ser parte central de la construcción de la república. En este sentido un proyecto de alternativa feminista, socialista, verde y diversa no es sino la manera de actualizar el proyecto plebeyo para las condiciones del siglo XXI. En otras palabras, es habilitar las posibilidades de una nueva hegemonía para las décadas que vienen. En este sentido es absurdo pensar un proyecto que asume la diversidad, pero que a la vez no es universalista. Justamente, para nosotros, es tratar de compatibilizar estas dos visiones. En este sentido el proyecto que deberíamos buscar es representar esa diferencia y hacerla parte siempre del campo político que buscamos construir para los cambios que Chile requiere.

Sebastián Farfán Salinas
CORE Región de Valparaíso
Miembro comité central Convergencia Social

[1] Ver Alfredo Joigniant, El Frente Amplio chileno: Las restricciones del experimento. En El País. Enlace: https://elpais.com/chile/2023-04-17/el-frente-amplio-chileno-las-restricciones-del-experimento.html?ssm=TW_CC

[2] Ver Razmin Keucheyan, Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos. Editorial Siglo XXI, España, p. 69.

[3] Ver Stuart Hall, El largo camino de la renovación. El thatcherismo y la crisis de la izquierda. Editorial Lengua de Trapo, España, 2018 P. 19.

[4] Ver Germán Cano, Los Olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario. Editorial Bellatierra. España, 2022.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X