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Martín Erazo, El húsar de la muerte y los 50 años: “Hay ciclos de la historia que se repiten de una u otra forma”

El director de la obra señaló que la conmemoración del 11 de septiembre de 1973 debe revisar las traiciones de la historia chilena, como la de Bernardo O'Higgins a Manuel Rodríguez y la de Augusto Pinochet a Salvador Allende.

Joana Carvalho

  Viernes 14 de julio 2023 10:29 hrs. 
Húsar de la Muerte

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En el marco de los 50 años del Golpe de Estado en Chile, y cuando recordar y mantener viva nuestra memoria histórica se hace más necesario que nunca, el colectivo La Patogallina, sale a escena con una de sus obras más representativas. Con un ciclo de cuatro funciones “El húsar de la muerte” se presentará del 20 al 23 de julio en el Centro Cultural CEINA

El montaje está inspirado en la figura de Manuel Rodríguez, uno de los personajes más importantes de la historia chilena y que tuvo una participación decisiva en la consecución de la independencia de la corona española.

Radio y Diario Universidad de Chile conversó con el director de la obra, Martin Erazo, quien señaló que la pieza teatral es un permanente homenaje al creador de “El húsar de la muerte”, Pedro Sienna, director de la película que le da vida a esta obra. Según Erazo, Sienna “es un referente artístico que se ha reconocido cada vez más, pero que aun no ocupa el sitial que se merece como creador de la época”.

Asimismo, la obra honra la memoria de Manuel Rodríguez, que a diferencia de los otros héroes de la patria, trabajó de la mano de la población campesina y cabalgó de poblado en poblado para articular el movimiento revolucionario de la época“Algunos historiadores dicen que hizo el trabajo sucio, porque estableció puentes donde no los habían y preparó la llegada del ejército oficial que venía del otro lado de la cordillera”, señaló.

El director sostuvo que el trabajo del patriota fue “mano a mano, cara a cara, profundo y enraizado en lo que era la oposición a la colonia de ese tiempo”.

“Además, todo lo hacía desde la clandestinidad entonces eso suponía también un ingenio, hasta se disfrazaba, había incluso algo de humor en este proceso de rebeldía que tenía el movimiento patriota de ese momento y que Manuel Rodríguez lideraba desde la clandestinidad”, afirmó.

Erazo expuso que a pesar de que la historia oficial no posicionó a Rodríguez en primera plana, en el mundo popular se le sigue nombrando y recordando debido al arraigo que generó con este sector de la población.

Para el director de la obra la muerte del guerrillero es un hito que marcó un camino en la construcción de la historia del país, porque la fuerza que representó Bernardo O’Higgins era contraría a la que representó Manuel Rodríguez.

El prócer fue traicionado y asesinado por sus propios compatriotas. En ese sentido, el dramaturgo manifestó que la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado de 1973 debe cumplir una revisión histórica desde todos los ámbitos, especialmente desde las traiciones que dieron paso al bombardeo a La Moneda aquel 11 de septiembre.

“Muchos hablan del momento del Golpe de Estado, cuando en realidad muchos sabemos que ese momento tuvo un desarrollo de varios años. Tenemos que recordar la traición de Pinochet a Allende, como la traición de Bernardo O’Higgins a Manuel Rodríguez. Son traiciones que mueven al país hacia un lugar”, destacó.

Erazo planteó que tales puntos de inflexión se conectan a pesar de haber pasado con tantos años de diferencia. “Siempre el camino de revisar el presente es revisar la historia, porque inevitablemente hay ciclos de la historia que se repiten de una u otra forma”, expresó.

Para el director de “El húsar de la muerte” “la obra viene a mantener esa historia viva, no para sufrirla, pero sí para ser conscientes que hubo personas que lucharon y que murieron para que hoy estemos donde estamos”. Y para que la población reflexione respecto a que “nuestro presente es el resultado de una larga trayectoria de personas que vivieron en esta misma tierra”. 

Así, durante estas únicas cuatro funciones el Aula Magna del CEINA se convertirá en una sala de cine de los años ’20, para dar inicio a una experiencia de cuatro dimensiones, que además incluye música en vivo, uno de los sellos característicos de las obras del colectivo La Patogallina.

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