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20 años formando Profesores de Enseñanza Media para Chile

Columna de opinión por Profesor Raúl Morales Segura
Martes 1 de agosto 2023 10:19 hrs.


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Profesor Raúl Morales Segura
Decano Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile

Hace 20 años que, en sesión ordinaria del Consejo Universitario, presentaba en la última instancia colegiada y organismo superior de la Universidad, nuestra propuesta de crear la Licenciatura en Ciencias Exactas conducente a la formación inicial de Profesores de Enseñanza Media, con mención bi-disciplinal en Matemáticas y Física, dejando atrás una serie de debates previos por retomar esta tarea institucional cada vez más lejana desde la erradicación del antiguo Pedagógico que experimentáramos a comienzos de la década de los ‘80.

Las primeras conversaciones que se iniciaron al interior de esta Facultad, por hacer suya una tarea que no formaba parte de nuestra misión fundacional en el año ‘65, no estuvieron exentas de dudas y cuestionamientos de su pertinencia. Sin embargo, un grupo de académicos sentíamos que su ausencia de la Universidad, repercutía en la mala salud de la educación escolar chilena que, ya por más de dos décadas, mostraba signos de deterioro tanto en la calidad del profesorado científico del país, como del bajo nivel formativo adquirido por los estudiantes secundarios a nivel nacional.

A su vez, las pruebas PISA y otras de comparación internacional eran fehacientes en mostrar el desastre formativo de un profesorado al margen de una rigurosidad científica disciplinaria y, por otra parte, veíamos con preocupación la ausencia de vocaciones estudiantiles suficientes para llenar los cupos de ingreso universitario, para así cumplir nuestro mandato y aspiración de seguir formando científicos para Chile.

Recuerdo que, tras complejos debates en diversas instancias de nuestra universidad, hacia el final de todo este proceso previo al espacio del Consejo Universitario, tuvimos la fortuna de contar con un puñado de destacados académicos que, tras la apertura inicial de dicha instancia final, el Rector de la época, Profesor Luis Riveros Cornejo, establecía la importancia para la Universidad y el país de la iniciativa que traíamos a esa sesión. Sin duda que, la aprobación conseguida, estuvo lejos de ser aprobada por unanimidad. Pero, para la reglamentación vigente, bastó haber cruzado el umbral del éxito por sólo un voto de diferencia a nuestro favor.

Semanas más tarde, tras haber concurrido a entrevistarnos con el ministro de Educación de la época, Sergio Bitar, en compañía del Rector Riveros y del Profesor Roberto Morales (Q.E.P.D.), Director de la Escuela de Pregrado, el ministro se referiría a nuestra iniciativa como un paso trascendental, porque a su entender, la Universidad de Chile era el faro que guiaba al país en materia de educación.  Y, por consiguiente, nos incitaba a persistir, dado que no era tan importante el número de nuevos profesores que formaríamos, sino que más bien la calidad que ellos determinarían en el estándar de la formación a que debería aspirar el país.

Ya en la vorágine de los vaivenes que ha experimentado la educación escolar chilena desde hace 50 años, desde que don Juan Gómez Millas, entonces como ministro de Educación del Presidente Frei Montalva, hacia fines de los años ‘60, pusiera en marcha la Reforma Escolar con una Enseñanza Básica de 8 años y una Enseñanza Media de 4 años, hemos debido en estos últimos 20 años sobreponernos a los diversos embates educacionales proyectados.

De este modo hemos aprendido a reconocer, pero no a compartir la compleja maraña de cambios y alteraciones de un Sistema Nacional de Educación Escolar que no cuenta con una orgánica estructurada y coherente, que permita proyectar la educación en procesos consensuados a nivel nacional y que muestren políticas de Estado que trasciendan décadas de continuidad e inversiones ajustadas a las aspiraciones proyectadas.

Por el contrario, hemos observado el centralismo de un Ministerio de Educación que, de gobierno en gobierno, no es capaz de hacerse cargo de la complejidad que representa conformar, articular y dirigir un Sistema Nacional de Educación, sumado a la pérdida de autonomía universitaria que hemos experimentado, cuando a través de iniciativas de ley, se horadan los modelos y los sellos educativos formadores de profesionales, al cual están llamadas las universidades a cumplir como entidades creadoras de conocimientos y reservorios del patrimonio intelectual de la nación.

Sin duda que, a pesar de las vicisitudes experimentadas, los más de quinientos egresados, con una sólida preparación bi-disciplinal que hemos formado en nuestras carreras de pedagogías científicas, son una muestra de los excelentes resultados a la fecha, con una exitosa inserción laboral.

De modo que, el trabajo cooperativo que hemos establecido con la Facultad de Filosofía y Humanidades, inicialmente con lo que fue el Centro de Estudios Pedagógicos y, más tarde, con el Departamento de Estudios Pedagógicos, hemos logrado articular las Licenciaturas en Ciencias Exactas y en Ciencias Naturales con las Licenciaturas en Educación, para conformar el sello Universidad de Chile en estos Profesores de Enseñanza Media de formación científica que el país requiere.

Hoy sabemos más de educación escolar y de formación de profesores que ayer.  Y para los nuevos desafíos, hemos puesto en marcha la Escuela de Pedagogías Científicas, la que habrá de fortalecer y proyectarse a los requerimientos formativos y de investigación que serán necesarios para, de ese modo, enfrentar una educación cada vez más exigente y futurista que las nuevas tendencias científico-tecnológicas nos están demandando.

Así, la Inteligencia Artificial, la Robótica, el Dataismo, la Internet 3-D y el Metaverso, son algunas de las mareas de nuevos requerimientos, procesos y aprendizajes a las que nuestros cuadros docentes y estudiantes universitarios y escolares se enfrentarán, ingresando a una sociedad del futuro que ya nos sobrepasa, y en la cual requeriremos de todo nuestro potencial académico.  Sólo así podremos sobrellevar uno de los desafíos más trascendentes que toda la especie humana habrá de experimentar en su evolución, respecto de las más significativas revoluciones pasadas, desde que hizo su aparición el lenguaje y la escritura en nuestros ancestros de este planeta azul.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.