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“La memoria infinita”: Más allá de los recuerdos

Columna de opinión por Antonella Estévez
Viernes 25 de agosto 2023 10:04 hrs.


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Paulina Urrutia no quería hacer este documental. A pesar de la propuesta de Maite Alberdi y de lo reconocido de su trabajo anterior – que incluye la oscarizada “El agente Topo”, además de los también largometrajes documentales “Los Niños”, “La Once” y el “El Salvavidas”- la actriz y ex ministra de cultura no quería que se hiciera una película sobre el avance del Alzheimer en su pareja, el destacado periodista Augusto Góngora. Fue él quien acepto la idea de la cineasta y se dispuso a dejar registro del deterioro al que la enfermedad lo estaba sometiendo. Su argumento fue que, si como periodista –especialmente en la época de la dictadura en que fue parte del equipo de Teleanálisis- hubo tanta gente que compartió con él su dolor y le permitió grabar y difundir sus momentos de mayor vulnerabilidad, él también podía hacerlo.

Esta anécdota seminal de “La memoria infinita” da luces de la calidad humana con la que nos vamos a ir encontrando a lo largo del metraje, la generosidad y la lucidez de esta pareja incluso en medio de la profunda fragilidad. Desde ahí que existan tantas razones para conmoverse con esta película que no es un ejercicio exhibicionista sobre la decadencia de una mente brillante, sino un profundo homenaje al amor entre dos seres humanos intensamente comprometidos entre ellos y con la memoria.

Esta película es, toda ella, un ejercicio de desprendimiento consciente y amable. Urrutia y Góngora nos permiten entrar en su intimidad, en la belleza de su relación, en el humor y la complicidad y también en los momentos durísimos al que los expone el debilitamiento físico y mental que significa el Alzheimer. Quienes crecimos en el Chile de los noventa le debemos muchísimo al trabajo de estos dos profesionales de la cultura. Personalmente no creo que sería la periodista que soy, ni que me dedicara a lo que hago si no hubiese estado profundamente influenciada por “Cine y Video” y la conciencia, en mis años formativos, de que ese tipo de periodismo cultural es posible. Como yo, estoy segura de que muchas personas que despidieron sentidamente a Augusto Góngora, el pasado mes de mayo, tienen historias de aprendizaje y cariño gracias al trabajo de este periodista excepcional. “La memoria infinita” también nos recuerda eso, el aporte significativo de este profesional y su compromiso con la memoria cultural y política del país.

Por otro lado, el cine de Maite Alberdi es reconocido por desarrollar un tipo de documental profundamente humano y, al mismo tiempo, finamente cuidado en lo estético. La llegada de la pandemia obligo a la realizadora a entregar la cámara a Paulina Urrutia y trabajar a partir de los registros caseros que la actriz lograba filmar. Ese paso de la luminosidad de las filmaciones pre pandemia a la textura más dura de las grabaciones amateur también nos habla de la dificultad del encierro y de su efecto en el deterioro del periodista. La construcción del relato audiovisual da coherencia a este tránsito, sin sobre énfasis, pero tampoco haciéndole el quite al extrañamiento de esos momentos.

Es muy impresionante lo que está pasando con este documental, tanto en términos de las experiencias internas de los espectadores como las conversaciones sociales que está abriendo. Es evidente que, aunque quienes sentimos un lazo con las personas que lo protagonizan tendremos más razones para emocionarnos, pero no se limita a ese tipo de experiencia. Su exitoso paso por festivales internacionales da cuenta de su capacidad de empatizar con diversos públicos y la reciente nominación desde la Academia de Cine de Chile para su competencia en los premios Goya, se explica porque lo que acá se cuenta es un relato universal.  “La memoria infinita” es una historia sobre el amor y el compromiso, sobre lo que nos hace humanos, sobre nuestra vulnerabilidad y lo que nos sostiene en la oscuridad. También es un relato sobre Chile, sobre lo frágil de nuestra memoria y la comprensión de que, si no luchamos por ella, nos entregamos al caos, a la repetición del dolor y al sinsentido. “La memoria infinita” nos invita a encontrarnos en esos espacios luminosos y también en la dificultad, a inspirarnos en el profundo vínculo entre Paulina Urrutia y Augusto Góngora, y a hacernos preguntas sobre lo que hemos sido y lo que somos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.