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Lo que fuimos, somos y seremos: radicalismo chileno

Columna de opinión por Lorenna Saldías Y.
Martes 24 de octubre 2023 11:10 hrs.


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Dicen que somos un partido de viejos, así nos han denostado, incluso compañeros de coalición, y puede que sea cierto. A veces los radicales nos enamoramos de nuestro pasado, sin entender el desafío que significa el presente y sobre todo el futuro.

Recordar los éxitos del pasado debe entenderse como una práctica política, no histórica, y eso solo tendrá sentido si la reflexión de lo que nos dio éxito antes lo usamos como base para lo que viene, pero sin caer en la idea de que queremos repetir las fórmulas que antes nos dieron éxito, como si el tiempo no pasara en vano. Los tiempos cambian, y la sociedad también. Esta se complejiza, de la misma manera en que se complejizan las relaciones de poder y de desigualdad. Se complejizan incluso los privilegios que atentan contra la igualdad ciudadana entre las personas.

Las ideas del radicalismo durante la época de la “Sociedad de la Igualdad” y los del “48 chileno”, quienes buscaban darles a las personas seguridad democrática, donde todos pudiesen igualitariamente participar del debate público, luchando en contra de la concentración de poder que impusieron los gobiernos conservadores.

En la primera mitad del siglo XX, el radicalismo se convirtió en sinónimo de lucha para darle seguridad social a las personas, donde bajo el liderazgo de Valentín Letelier, presentamos un proyecto progresista y movilizador donde buscamos instalar un sistema de bienes públicos que permitiera el desarrollo de las personas, instalando un Estado de Bienestar, liderando esfuerzos por industrializar al país y promoviendo un estado docente que educara a su pueblo.

Esto consolidó las ideas del Radicalismo (humanistas, laicas y republicanas), junto con las visiones socialdemócratas y socialistas democráticas. Estas tendencias coexistieron siempre con aireados debates.

Durante los turbulentos años 60 y 70, a pesar de nuestras diferencias internas, intentamos ser un faro de racionalidad e institucionalidad en una sociedad chilena cada vez más polarizada. A pesar de nuestros esfuerzos, las divisiones internas no nos permitieron desempeñar el papel que Chile necesitaba en ese momento.

La dictadura militar destruyó todo lo que se avanzó, volviendo a concentrar no solo el poder político en unos cuantos militares, no solo concentrando el poder económico en unos cuantos empresarios, sino que también haciendo de la movilidad social un privilegio de unos pocos.

Pese a esos complejos años, a los que les debemos agregar la persecución que la dictadura cívico-militar realizaría sobre los integrantes de la UP en los años 70 y 80, los Radicales no vacilamos en luchar por la vuelta a la democracia, una gesta heroica que requirió de disciplina y una amplia unidad. Valores que permitirían formar gobiernos estables y democráticos, que lograron sortear una serie de candados instalados por la dictadura para limitar el actuar de las fuerzas democráticas.

El Partido Radical desde sus inicios tiene un elemento común, siempre ha estado en contra de la concentración del poder, sea cual sea la imagen que esta tome porque eso solo traía inseguridad a los proyectos de vida de quienes habitan nuestra patria, trayendo incertidumbre en nuestro día a día.

Hoy cuando el Partido Radical se apresta a cumplir 160 años de vida, debemos retomar este ideal con propuestas propias y volver a entregar seguridades a toda la población, sin focalizar nuestro discurso, sino ofreciendo políticas universales que se hagan cargo de las diferentes realidades.

Contra la inseguridad económica debemos avanzar en una agenda que vuelva a empoderar al trabajador, reforzando la sindicalización y la productividad. La sindicalización porque permite a las y los trabajadores tener fuerza al negociar, y la productividad porque permite a los trabajadores aumentar su riqueza y por lo mismo su independencia del dueño del capital.

Debemos avanzar en prohibir que pocas empresas estén en diferentes rubros, porque nuevamente concentra el poder económico en unos pocos. El desarrollo económico del país exige que la propiedad privada esté esparcida en diferentes actores, porque solo eso significará una real competencia para la generación de riqueza. Solo la desconcentración del capital y un acceso igualitario y directo a él por parte de las personas es lo que dará seguridad económica para todos. Nosotros creemos en la colaboración Público-Privada, pero esta debe tener como foco el desarrollo del país, no el enriquecimiento de unos pocos.

Contra la inseguridad social debemos seguir reforzando el acceso a derechos sociales, especialmente al tema de educación. El acceso desigual es la principal fuente de concentración de las oportunidades de movilización social.

Debemos generar una agenda donde la educación pública sea de vanguardia, para lo cual debemos desburocratizar los controles estatales que tienen las comunidades educativas, debemos darle mayor libertad a los docentes para que puedan construir la educación del mañana. Debemos reformar el sistema de castigos que hay sobre las escuelas para que estas tengan la libertad y el acompañamiento correcto para poder crear educación de calidad. Solo así daremos seguridad a las personas de que el desarrollo social es posible.

Contra la inseguridad ciudadana, debemos seguir reforzando las fuerzas de orden e investigación, pero en vez de seguir creyendo que es por la fuerza que terminaremos con la delincuencia, avancemos a que sea por la razón, aumentando los recursos no en armas sino en laboratorios y tecnología para mejorar la investigación de los crímenes.

Debemos generar un sistema que permita seguir el dinero sucio, dejando de apuntar a quienes son los que venden en las calles y desbaratar a aquellos que son los dueños de las drogas. Debemos potenciar a la Policía de Investigaciones, para que puedan descubrir las sombras por donde se mueve el crimen organizado. Solo la fuerza de la razón es la que podrá aumentar la seguridad ciudadana en nuestro país, y para eso debemos dejar de concentrar todo el poder en una sola institución de orden y tratar a ambas instituciones con el mismo respeto y financiamiento.

A 160 años de nuestra fundación, los radicales no descansaremos en repetir lo que siempre hemos sostenido desde 1906: es nuestro deber moral, obligación jurídica y obra de previsión política no abandonar a los desvalidos en la lucha por la vida, especialmente a quienes viven del trabajo diario. Por lo tanto, debemos preocuparnos por sus seguridades, para construir un país más próspero y equitativo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.