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Una historia de solidaridad: La Doctrina Social de la Iglesia Católica en el Campo Chileno

Columna de opinión por Iván Cano Silva y Jorge Razeto Migliaro,
Martes 20 de agosto 2024 19:32 hrs.


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El 18 de agosto recién pasado, se celebró el día de la solidaridad en Chile. Está fecha nos recuerda el día que falleció el Padre Alberto Hurtado en 1952.  Al fiel estilo de nuestra Cátedra de Agricultura Campesina y Alimentación, cruzaremos memoria e historia en torno a la solidaridad y uno de los “curas rojos”, como le decía la prensa de la época, que nos lleva a recordar esta fecha.

No cabe duda que Alberto Hurtado es una figura altamente valorada en distintos espacios. No exento de polémicas, es reconocido como un Padre que, bajo su interpretación del evangelio, había que dar hasta que duela. Icónica imagen aquella trabajando con el chuzo. Una de sus grandes causas fue la lucha por mejorar la calidad de obreros/campesinos y terminar con las injusticias sociales. Crítico del egoísmo de los ricos, le preocupaba la vida de los que menos tenían. Aquí vale la pena traer a la historia a un grupo de personas que, por más de 300 años, vivió en carne la desigualdad y en condiciones de semiesclavitud: el inquilino y la inquilina, el campesinado que trabajaba para el latifundio. De la Colonia a la Independencia, del nacimiento y crecimiento del Estado, de la industrialización y la globalización hasta el voto de la mujer. De todos esos tiempos, de todos esos cambios, no hay roca andina más pesada de remover en la América criolla que la vida campesina de índole medieval. No podía decirlo de mejor manera Gabriela Mistral.

Desde antes que José de San Martín cruzará por lo Andes, a ayudar a los y las patriotas chilenas que buscaban la independencia, cuando el español se instalaba en territorios que los hacía suyo, primero por el oro, después por las tierras, es que empezó a consolidarse la Hacienda. Entidad monolítica sostenida en la desigual relación de poder y subordinación, entre la desigual transacción entre la “regalía” y el “obligado”, como bien lo descifró el antropólogo e historiador José Bengoa. El Patrón era como dios para el inquilino: que se le iba a hacer, si su palabra es ley. Había una iglesia o capilla por hacienda, y ahí se les enseñaba que uno tenía lo que tenía, y que por ello había que dar gracias a Dios. Encarnado en la tierra y a ojos del campesino, el patrón era Dios.

Ante tanta injusticia y tanto egoísmo, aparece lenta y progresivamente el descontento y la sublevación. Corría la primera mitad del siglo pasado donde personajes, como el hoy santo Hurtado, se atrevían también a protestar. En los años cuarenta era parte de la discusión parlamentaria el concepto de la propiedad. Se discutía sobre el derecho de propiedad v/s el derecho a la propiedad. Al mismo tiempo, florecía una nueva Iglesia con miradas distintas a la de índole colonial. Así, fue surgiendo en Chile la Doctrina Social de la Iglesia Católica, la cual Alberto Hurtado profesaba. Desde esa vereda, se cuestionaba que, si la propiedad era un derecho natural, ¿cómo podía ser que hubiese gente que no tenía propiedad alguna? Para este punto de la historia, se comienza a hablar de Reforma Agraria; en palabras simples, distribución de tierras mediante expropiación de predios privados o entrega de tierras del Estado, a la pequeña agricultura y a la familia inquilina. Se hablaba pero no se legislaba. La hacienda seguía su dominio, igual o semejante a la estructura con la que se instaló en el continente americano.

En 1947, el Padre Hurtado funda la Acción Sindical y Económica Chilena, ASICH, espacio para el fortalecimiento del sindicalismo con una mirada católica. Creía necesario el trabajo mancomunado para superar las injusticias. Había que remar juntos si se quería transformar la realidad. De injusticias a justicia, de desigualdades a igualdades, de lo individual a lo fraternal. En 1953 ocurre la huelga de Molina, un hecho que generaría un antes y después dentro de la Iglesia Católica. 16 fundos fueron paralizados por sus trabajadores por no recibir respuestas ante sus demandas por parte de los patrones. La Iglesia Católica intervino y logró resolver, aunque sea parcialmente, la problemática ahí aquejada. Después de esa huelga, la ASICH se aboca totalmente al trabajo con el mundo campesino.

Más o menos por el mismo periodo, desde la Iglesia también se impulsa la Acción Católica Rural, de la cual se desprende el Instituto de Educación Rural; entidades que en conjunto con la ASICH abordan de manera decidida la cuestión agraria, impulsando la formación sindical y de dirigentes campesinos, la formación técnica agrícola, la alfabetización, el desarrollo de conciencia cívica y los derechos humanos y laborales. Claro, se trataba del nuevo evangelio con la mirada de la Doctrina Social.

El padre Hurtado fallece en 1952 en la fecha que hoy conmemoramos. Para ese entonces, la iglesia promovía una Reforma Agraria sin violencia. 10 años después, en 1962, los primeros que entregaron tierras a campesinos, antes que el Estado incluso, fue la Iglesia Católica. El Obispo de Talca, Manuel Larrain -otro “cura rojo”, renegado de su familia-, junto con el Arzobispo Raúl Silva Henríquez -el mismo que siendo después Cardenal, crearía la Vicaría de la Solidaridad durante la Dictadura- y con la aprobación del Papa Juan XXIII -también conocido como el Papa bueno- entregaron el fundo Los Silos de Pirque a sus trabajadores, a familias campesinas.

Si al final se trata de solidaridad, vale preguntarnos qué tanto lo somos. Todavía nos vemos diferentes, cuando tenemos los mismos derechos. En esos tiempos de la Reforma Agraria, habían también distintas facciones; distintos idearios querían una reforma, pero discrepaban en el método. Había un acuerdo en el qué hacer, pero no el cómo hacerlo. Por ello, en el día de la solidaridad, cabe actualizar esta reflexión, invitando a pensar colectivamente en cómo avanzar hacia una mejor vida en común, invocando el espíritu de la cooperación, recuperando, reimaginando y reinstalando los principios de la solidaridad con el prójimo, con la sociedad y con la naturaleza.

 

Por:

-Iván Cano Silva, docente en temáticas campesinas y rurales; secretario ejecutivo de la Cátedra de Agricultura Campesina y Alimentación

-Jorge Razeto Migliaro, Académico de la Facultad de Ciencias Sociales y consejero de la Cátedra de Agricultura Campesina y Alimentación

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.