Perú, Ayacucho, 1984. En medio de la violencia del Conflicto Armado Interno —una guerra que cobró la vida de miles de peruanos a lo largo de dos décadas—, llega a la morgue de Ayacucho el cuerpo de una joven de catorce años. Ante la incredulidad del técnico de necropsia, la niña despierta y empieza a hablar. El joven tiene como tarea limpiar y preparar el cuerpo de la cautiva para el festejo de sus verdugos; el capitán y su tropa van a violarla. En un acto de compasión y valentía, el auxiliar se apiada de la joven e intenta salvarla transformando la funesta realidad en su fiesta de quince años.La forma narrativa utilizada en la puesta en escena transita del realismo al expresionismo. Treinta años han transcurrido ya desde el inicio de la guerra interna, pero las heridas no se han cerrado. La cautiva nos recuerda la importancia que tiene la memoria en la construcción de una nación.
