“El paro general en las líneas de subterráneos se prolongará durante otras 24 horas”, adelantó el delegado Néstor Segovia y calificó como “un rotundo fracaso” la negociación con representantes de Metrovías, que concesiona el servicio.
Los representantes de la empresa y los trabajadores fueron convocados por la alcaldía de Buenos Aires, luego de que el gremio desoyó una denominada conciliación obligatoria, que implica que las parten negocien pero suspendiendo la medida de fuerza.
Los trabajadores del metro, que llevan adelante la huelga más prolongada en la historia de ese medio de transporte inaugurado en 1913, el más antiguo de América latina, reclaman un alza salarial del 28%.
El conflicto se ha agudizado por una fuerte disputa política entre el gobierno de Cristina Kirchner y el alcalde capitalino, Mauricio Macri (derecha), líder opositor y aspirante presidencial en 2015, que incluye la administración de las siete líneas del metro.
Desde hace varios meses, la alcaldía se niega a asumir el control del medio de transporte alegando que el gobierno federal debería remitirle fondos para invertir en la seguridad del servicio, que considera deficiente.
Poco después del anuncio de la continuidad de la huelga, Macri criticó duramente a Kirchner y aseguró que los llamados “metrodelegados” (izquierda) responden al gobierno nacional.
“A estas alturas me queda claro que el conflicto poco tiene que ver con el subterráneo”, dijo Macri y aseguró que “la presidenta quiere llevar a la Argentina a un modelo chavista, donde haya un pensamiento único”.
Insistió en que el metro “sigue siendo responsabilidad de la Nación” y consideró que el Poder Ejecutivo “no tiene vocación de negociar, sino que tiene vocación de someter”.
En la capital argentina, de casi tres millones de habitantes y un número similar que ingresa desde la periferia en días laborables, volvió a registrarse este viernes un caos de tránisto que afectó al centro de la ciudad y sus principales accesos.
Entre resignados y malhumorados, los porteños se las ingenian para llegar a sus trabajos saliendo de sus casas mucho más temprano, a pie o en bicicletas, mientras muchos otros soportan largas filas en las paradas de los autobuses.
“El paro general en las líneas de subterráneos se prolongará durante otras 24 horas”, adelantó el delegado Néstor Segovia y calificó como “un rotundo fracaso” la negociación con representantes de Metrovías, que concesiona el servicio.
Los representantes de la empresa y los trabajadores fueron convocados por la alcaldía de Buenos Aires, luego de que el gremio desoyó una denominada conciliación obligatoria, que implica que las parten negocien pero suspendiendo la medida de fuerza.
Los trabajadores del metro, que llevan adelante la huelga más prolongada en la historia de ese medio de transporte inaugurado en 1913, el más antiguo de América latina, reclaman un alza salarial del 28%.
El conflicto se ha agudizado por una fuerte disputa política entre el gobierno de Cristina Kirchner y el alcalde capitalino, Mauricio Macri (derecha), líder opositor y aspirante presidencial en 2015, que incluye la administración de las siete líneas del metro.
Desde hace varios meses, la alcaldía se niega a asumir el control del medio de transporte alegando que el gobierno federal debería remitirle fondos para invertir en la seguridad del servicio, que considera deficiente.
Poco después del anuncio de la continuidad de la huelga, Macri criticó duramente a Kirchner y aseguró que los llamados “metrodelegados” (izquierda) responden al gobierno nacional.
“A estas alturas me queda claro que el conflicto poco tiene que ver con el subterráneo”, dijo Macri y aseguró que “la presidenta quiere llevar a la Argentina a un modelo chavista, donde haya un pensamiento único”.
Insistió en que el metro “sigue siendo responsabilidad de la Nación” y consideró que el Poder Ejecutivo “no tiene vocación de negociar, sino que tiene vocación de someter”.
En la capital argentina, de casi tres millones de habitantes y un número similar que ingresa desde la periferia en días laborables, volvió a registrarse este viernes un caos de tránisto que afectó al centro de la ciudad y sus principales accesos.
Entre resignados y malhumorados, los porteños se las ingenian para llegar a sus trabajos saliendo de sus casas mucho más temprano, a pie o en bicicletas, mientras muchos otros soportan largas filas en las paradas de los autobuses.
“El paro general en las líneas de subterráneos se prolongará durante otras 24 horas”, adelantó el delegado Néstor Segovia y calificó como “un rotundo fracaso” la negociación con representantes de Metrovías, que concesiona el servicio.
Los representantes de la empresa y los trabajadores fueron convocados por la alcaldía de Buenos Aires, luego de que el gremio desoyó una denominada conciliación obligatoria, que implica que las parten negocien pero suspendiendo la medida de fuerza.
Los trabajadores del metro, que llevan adelante la huelga más prolongada en la historia de ese medio de transporte inaugurado en 1913, el más antiguo de América latina, reclaman un alza salarial del 28%.
El conflicto se ha agudizado por una fuerte disputa política entre el gobierno de Cristina Kirchner y el alcalde capitalino, Mauricio Macri (derecha), líder opositor y aspirante presidencial en 2015, que incluye la administración de las siete líneas del metro.
Desde hace varios meses, la alcaldía se niega a asumir el control del medio de transporte alegando que el gobierno federal debería remitirle fondos para invertir en la seguridad del servicio, que considera deficiente.
Poco después del anuncio de la continuidad de la huelga, Macri criticó duramente a Kirchner y aseguró que los llamados “metrodelegados” (izquierda) responden al gobierno nacional.
“A estas alturas me queda claro que el conflicto poco tiene que ver con el subterráneo”, dijo Macri y aseguró que “la presidenta quiere llevar a la Argentina a un modelo chavista, donde haya un pensamiento único”.
Insistió en que el metro “sigue siendo responsabilidad de la Nación” y consideró que el Poder Ejecutivo “no tiene vocación de negociar, sino que tiene vocación de someter”.
En la capital argentina, de casi tres millones de habitantes y un número similar que ingresa desde la periferia en días laborables, volvió a registrarse este viernes un caos de tránisto que afectó al centro de la ciudad y sus principales accesos.
Entre resignados y malhumorados, los porteños se las ingenian para llegar a sus trabajos saliendo de sus casas mucho más temprano, a pie o en bicicletas, mientras muchos otros soportan largas filas en las paradas de los autobuses.
