La ignorancia amansa

  • 05-09-2013

La Historia resulta majadera mostrando que el conocimiento es una amenaza para quienes detentan el poder. Así ha ocurrido con las religiones, con los linajes, con las naciones poderosas, con los grupos económicos, con las dictaduras. Conocimientos nuevos o antiguos que no correspondían a la estructura oficial, fueron arrasados y sus cultivadores encarcelados o eliminados. Hoy la práctica continúa, con herramientas distintas, pero con la misma eficiencia. La sofisticada tecnología informática actual permite manipular conciencias casi sin tapujo. Por esa vía se imponen maneras, costumbres, modas. Formas de mirar la vida. Y, sobre todo, temores que apuntan a lo inevitable de aceptar el “destino manifiesto”.

Se nos empuja a dejar de lado las culturas autóctonas. Debe haber un idioma universal y este tiene que ser el inglés. No importa que en ese tránsito se pierdan tradiciones e identidades. Un paso más hacia el Estado mundial de Orwell. Para lograrlo se va masificando la ignorancia. Por distintos medios. Uno de ellos -tal vez el más masivo- es el manejo de la información. En Chile hemos llegado al límite. Los medios de comunicación están concentrados prácticamente sólo en una mirada. Y salirse de ella es prácticamente imposible. Sus operadores son los que manejan el poder económico. Por lo tanto, la publicidad. Y sin ella, los medios no pueden subsistir. Es lo que asegura una mirada sin quiebres, sólo diferencias menores. Ésta es casi luces de artificio que permiten enarbolar la libertad de información que hace posible voces disidentes. Jamás podrán masificarse para generar una maciza vertiente de opinión pública que, a su vez, de lugar a alternativas políticas. De este modo, los chilenos sólo tenemos referencia del mundo que existe para lo oficialmente permitido.

¿Qué sabemos, por ejemplo, de la realidad internacional? Lo que la visión política de los grandes medios quieran mostrarnos. Y eso será lo que el poder establecido desee fijar en nuestro ideario. Así, pues, Siria será la amenaza mundial. Cristina Fernández, una espada que pende sobre la chilenidad, porque se permite recordar que el presidente Sebastián Piñera era dueño de Lan. Evo Morales, un comunista encubierto gobernando un país cada vez más pobre. Nicolás Maduro, un tramposo que se apropió del poder y que tiene delirios al comunicarse con el ex presidente Hugo Chávez. Vladimir Putin, un frívolo con brotes sicóticos mesiánicos.

Que los Estados Unidos espíen a los países amigos, un detalle propio de las grandes potencias. Ni una palabra acerca de los valores que ello vulnera. Ni una palabra acerca de la gran pantomima en que se transforma así la democracia y los principios que se dice defender con ella.

Es evidente que hoy el poder se impone sin contrapeso. Tal vez con mayor facilidad que antaño. Ya ni siquiera es necesario arriesgar vidas humanas para someter a los rebeldes. Los ingenios tecnológicos se encargan de ello. Tampoco es necesario tener justificaciones moralmente válidas para el uso de la fuerza. Basta con el apoyo del Poder Legislativo norteamericano y la suerte está echada. Y si faltan excusas, están las armas de destrucción masiva, -como la falacia que se inventó en Irak- o las armas biológicas que se enarbolan para someter a Siria.

¿Quién fabrica y comercializa tales artilugios? La respuesta deberá esperar, mientras nos encaminamos a paso acelerado hacia una democracia global que no es la voz del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, sino del poder. Y la ciudadanía tiene que someterse a la presión del consumo, de cuotas de entretención, de banalidad, de pasión sin más destino que el campeonato o el descenso del equipo de fútbol de los amores y, si todo ello no basta, bajo la represión.

Es lo que estamos viviendo. Por medio de la desinformación que trae consigo la ignorancia, se pretende domesticar a los ciudadanos. Entre nosotros, la profusión de candidatos presidenciales sólo refleja desconcierto. Porque si triunfara aquel que más dice alejarse del neoliberalismo campante, no se necesitaría de la acusación de utilizar armas químicas. Otro simple golpe militar bastaría.

Todo esto puede ocurrir en un mundo que avanza hacía una situación de cada vez mayor sometimiento. El sentimiento político conservador se ha visto fortalecido por el desmoronamiento de alternativas que lo amenazaron en el pasado y que hoy parecen más preocupadas de lograr reconocimiento en el universo neoliberal que de fortalecer propuestas nuevas.

Las formas de lucha para enfrentar tal realidad han ido variando. Las redes sociales son una demostración de ello. Pero aún falta mucho por avanzar. En todo caso, existen urgencias que es necesario atender. La desinformación que genera ignorancia es la primera valla que hay que tratar de salvar. Para lograrlo, resulta indispensable tomar conciencia del universo que se crea día a día a nuestro alrededor. De la función de los medios de comunicación. Del papel que juega la educación, la política, la institucionalidad, en general. Y que eso sólo puede cambiarse asumiendo la importancia del conocimiento

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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