Sebastián Acevedo Becerra acudió a distintas autoridades de la octava región para saber el paradero de sus hijos, Galo y María Candelaria, detenidos ilegalmente por la CNI el 9 de noviembre de 1983. Abatido ante la inminente tortura y eventual desaparición de sus hijos, llegó hasta la Catedral de Concepción para inmolarse.
Este lunes se cumplen 30 años de la muerte de Sebastián Acevedo y distintos colectivos contra la tortura que llevan su nombre convocaron a homenajes en Santiago y Concepción. Agonizando en el Hospital Regional, Acevedo pudo hablar con María Candelaria, liberada en respuesta al acto inmolatorio. No obstante, sus hijos estuvieron presos durante dos años, siendo acusados de terrorismo y víctimas de tortura.
Las organizaciones de derechos humanos enfatizan este aspecto durante la conmemoración de la muerte de Acevedo. El coordinador del Comité Ético contra la Tortura, Hervi Lara, señala que su acto desesperado grafica la devastación de quienes eran perseguidos por el régimen militar.
“Sebastián Acevedo se inmoló para llamar la atención por la detención de la que habían sido víctimas sus hijos por parte de la CNI. Un testimonio trágico que demuestra la grandeza de una persona y la bajeza de un régimen que no tenía inconveniente en detener gente de manera arbitraria, someterla a tortura e incluso hacerla desaparecer”, indicó Lara.
Por su parte, el abogado Eduardo Contreras aclara que el Estado no ha adecuado su legislación ante distintos acuerdos internacionales, sin especificación en la ley para delitos como genocidio o tortura, lo cual ha diezmado el avance judicial para miles de casos sin condena.
Contreras explica que “Chile todavía no adecúa su legislación penal interna a las normas de derecho penal humanitario. Chile ha adherido a convenios internacionales sobre tortura, también en relación a genocidio, pero en la legislación interna no está el tipo penal de tortura como tal. Se emplea el término de apremio ilegítimo y eso se traduce en penas bastante menores que si nos ajustáramos a las condenas internacionales por el delito de tortura”.
Erika Hennings, directora del espacio de memoria Londres 38, otrora centro de detención y tortura, indica que hasta hace poco tiempo era impensable obtener condenas por tortura: “En casos de tortura, hay un avance ya que antes era impensable que se tomaran a nivel de tribunales. Hay incluso sentencias, pero las bajas condenas deberían cambiar”.
En 1983, la propia Iglesia Católica mostró su oposición a la tortura, tomando el ejemplo de Sebastián Acevedo. Una cruz roja frente a la Catedral lo recordó durante casi 30 años, pero hoy la familia critica que este símbolo haya sido eliminado en la principal plaza de Concepción.