Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 26 de abril de 2024


Escritorio

En busca de una salida para Siria

Cuando la guerra civil siria alcanzó su segundo aniversario en 2013, el panorama no era alentador para el presidente al-Assad. Un año más tarde su situación ha cambiado y con ello el balance de las fuerzas en el país árabe, haciendo más lejana la esperada solución.

Sofía Brinck Vergara

  Viernes 21 de marzo 2014 18:33 hrs. 
SIRIA

Compartir en

El 16 de marzo, un día después del tercer aniversario de la guerra, el gobierno sirio anunció exultante que su ejército había reconquistado la ciudad de Yabroud, localidad a 80 kilómetros al norte de Damasco y muy cercana a la frontera con El Líbano. El movimiento fue considerado una victoria por el oficialismo después de dos años de ocupación rebelde y una muestra de que el régimen de Bashar al Assad continúa su campaña por recuperar el país.

Yabroud es una ciudad milenaria y una pequeña muestra de la diversidad siria: en ella convivían musulmanes y cristianos, mezquitas y la iglesia ortodoxa más antigua del país. Sin embargo, todo eso se vio interrumpido por la guerra y la llegada de extranjeros a la localidad. Quienes ocuparon Yabroud no fueron combatientes del Ejército Sirio Libre, el cuerpo armado que se formó tras las manifestaciones de 2011 y que está compuesto por desertores y ciudadanos sirios, sino milicias del Frente Al Nusra, una de las organizaciones armadas extremistas que ahora luchan en el país árabe. No son sirios, tienen combatientes de todo Medio Oriente e incluso más allá de las fronteras de la arabidad.

Recién cumplido su tercer aniversario, la guerra civil en Siria no encuentra una salida. El país está dividido y los muertos alcanzan ya los 146 mil según el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos, el único organismo que sigue llevando la cuenta de las víctimas de esta guerra. Las Naciones Unidas dejó de hacerlo hace meses, debido a la imposibilidad de realizar un conteo fidedigno en las condiciones en que está el país.

La crisis humanitaria desencadenada por el conflicto es catastrófica: al cumplir un año, los refugiados sirios apenas superaban los 20 mil, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR. Para el 2013 el número había crecido hasta pasar el millón de personas y en este tercer aniversario aumentó a dos millones y medio.

Alaa Tarakji es una de los millones de sirios que han debido abandonar sus hogares. “Me considero muy afortunada”, declara desde Bretten, Alemania, donde vive con sus hermanos y su madre después de escapar de Aleppo, su hogar. Su padre permaneció en la ciudad para cuidar del negocio familiar, una fábrica textil que les había proveído de una posición acomodada y un buen pasar. “Nunca quise irme de Siria, me arrepiento mucho”, afirma la estudiante de 21 años de biotecnología. “Pero la presión familiar era muy grande, imagina salir todos los días de tu casa sin saber si volverás, despedirte cada vez como si fuese la última”.

Un buen año
Cuando la guerra cumplió su segundo aniversario, la posición del presidente sirio era bastante precaria: el Ejército Sirio Libre llevaba a cabo una fuerte ofensiva por el país que los había acercado incluso a Damasco y su gobierno no contaba con apoyo en la comunidad internacional más allá de sus tradicionales aliados en Rusia e Irán.

En agosto, todo cambió. La oposición denunció un ataque con armas químicas a civiles en Ghouta, una localidad cercana a Damasco. Mil 400 personas murieron y el mundo se vio enfrentado a la realidad que mostraban las imágenes de personas agonizando bajo los síntomas de gases tóxicos. Estados Unidos anunció la transgresión de una línea roja y culpó directamente al régimen de Bashar al Assad, a pesar de que éste lo negó y culpó a su vez a los rebeldes.

La situación, que tuvo a Siria al borde de una intervención militar estadounidense, finalmente resultó positiva para el gobierno, el que se comprometió a destruir su sus reservas tóxicas. “Uno de los cambios más significativos del último año fue el acuerdo sobre la destrucción del arsenal de armas químicas por parte del régimen, que le ha otorgado legitimidad a nivel internacional porque se lo reconoce como interlocutor”, explica Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes de la Universidad de Alicante, en España. “El acuerdo está supeditado a la continuidad del régimen, puesto que si éste cae, probablemente no se pueda aplicar”.
Un segundo hito que benefició al gobierno durante el último año fue la fragmentación de la oposición y la intervención de grupos islámicos extremistas en el conflicto, como el Frente Al Nusra, el Estado Islámico de Irak y Levante y el Frente Islámico. “Su irrupción extiende la idea de que la alternativa al régimen es el caos y la fragmentación, la guerra sectaria”, afirma Álvarez-Ossorio. Estos grupos no reconocen la autoridad de la Coalición Nacional Siria, el principal órgano opositor a nivel internacional, lo que ha causado que “muchos de los partidarios y defensores de la oposición empiecen a echarse atrás ante esa alternativa”.

Así, el presidente al Assad pasó de ser un paria en la comunidad internacional a jugar un rol indispensable. Continúa recibiendo apoyo de Rusia e Irán, y en el terreno militar cuenta con la contribución de las milicias libanesas de Hezbolá, las que lo han ayudado recuperar el terreno que había perdido.

Gran parte de los sirios lo culpan de la escalada de violencia, Alaa entre ellos. “Creo que el presidente siempre es responsable de lo que ocurre en su país. Si él no puede salvarlo, entonces no hay razón para que se quede”. El gobierno no ve la situación de la misma forma: recientemente se anunció que se convocará a elecciones presidenciales en julio en todas las regiones bajo su control. Es casi seguro que Bashar al Assad se presentará y que saldrá electo para otro período de siete años, que se suma a los dos que ya ha completado.

Todos contra todos
La solución de la guerra civil siria no parece estar cerca. La vía militar está entrampada y el territorio dividido entre el gobierno, el Ejército Sirio Libre y los diferentes grupos jihadistas. El otro camino, la vía diplomática, tampoco ha dado resultados.

Tras tres años de guerra, en enero de 2014 se realizó el intento más serio de comenzar negociaciones entre ambos bandos. El lugar escogido fue Suiza, en la convención de Ginebra II auspiciada por las Naciones Unidas, Estados Unidos y Rusia. Allí, bajo la atenta mirada del enviado especial, Lakhdar Brahimi, representantes del oficialismo y la oposición se sentaron en la misma mesa por primera vez. Pero no hubo acuerdo: los primeros argumentaban que el terrorismo debía ser el tema prioritario, mientras que la contraparte consideró que el piso mínimo para negociar era la aceptación de los acuerdos de Ginebra I, que establecían que el futuro de Siria debía ser llevado por un gobierno de unidad y de transición, algo que el régimen se ha negado a consentir.

Aron Lund, periodista sueco y experto en la crisis siria, estima que cualquier solución al conflicto debe provenir de una negociación internacional, ya que un pacto interno no bastará para poner fin a una guerra que a lo largo de estos tres años ha involucrado a toda la región y a las grandes potencias mundiales. “Debe haber un acuerdo entre los diferentes actores que están alimentando a las partes: Rusia, Estados Unidos, Irán, Arabia Saudí, Catar, Turquía, Francia y China, por lo bajo”, puntualiza. Ignacio Álvarez-Ossorio es de la misma opinión. Según él, no estamos ante la internacionalización del conflicto, sino ante una regionalización que podría tener como consecuencia la réplica de lo que ocurrió con El Líbano, país que estuvo sumido en una guerra por 15 años.

“No es una guerra que esté en manos de los sirios, sino en las de las potencias mundiales y sus agendas en la zona”, reflexiona. “Es probable que la crisis dure unos cuantos años más, porque no hay perspectivas de que los actores regionales estén dispuestos a sentarse a negociar para acabar con el apoyo que prestan y que es indispensable para que la guerra prosiga”.

Para Alaa Tarakji, el problema es que a nadie le interesa. “Siria no tiene petróleo como Irak o Arabia Saudita, entonces ni Estados Unidos ni Rusia están interesados en intervenir. Quieren una guerra larga, con la gente matándose entre sí. Mientras permanezca dentro de Siria e Israel esté a salvo, no tienen problemas”.

¿Hay salida?
De acuerdo a sus estimaciones, la ONU necesita al menos dos mil 300 millones de dólares para hacer frente a la crisis sólo durante 2014. Más de nueve millones de personas necesitan asistencia humanitaria y a la fecha los desplazados internos superan los seis millones, sin contar a los refugiados.

Es la mayor crisis humanitaria de la actualidad, superando los casos de Sudán del Sur y la República Centroafricana. Ignacio Álvarez-Ossorio es enfático: “La situación es catastrófica y la comunidad internacional no está afrontando sus responsabilidades hacia la población refugiada en el entorno. La Unión Europea permite la entrada con cuentagotas de refugiados políticos y en otros países, como Egipto, los sirios han sido víctimas de una persecución sistemática”.

Alaa participó en las protestas que dieron inicio al conflicto en 2011. “Yo fui una más en las calles. Salimos con mis compañeros de escuela, queríamos libertad y una vida mejor para los sirios, pero nunca de esta forma”, se lamenta. “Siempre supimos que teníamos a un asesino en el poder, él es capaz de esto y de mucho más”.

Tres años después de esos sucesos, la diplomacia aún no encuentra una vía para aunar criterios entre las partes, mientras el enfrentamiento militar desangra diariamente al país. Los sirios opositores piden una intervención militar internacional, la que se ve cada vez más lejana debido a las diferencias entre países y su renuencia de involucrarse en conflictos armados, como se ha visto durante el desarrollo de esta guerra civil.
Para Aron Lund, la mejor forma para intentar terminar esta guerra es apostando a una solución pragmática y práctica en lugar de un acuerdo político, que probablemente será difícil de implementar. “Primero se debería intentar controlar la violencia dentro de Siria y aliviar el sufrimiento de la gente, mientras continúen las negociaciones”, detalla. “La solución debe venir de la comunidad internacional, la que además debe evitar hacer promesas que no puede sostener”.

Según el periodista, Siria no podrá funcionar como un estado unificado por algunos años y debido a eso, tampoco podrá realizar elecciones generales en un corto plazo. “Tal vez se podría instalar un sistema de presidencia conjunta y un consejo general que debata una futura constitución para comenzar a restaurar el país”, especula.

Álvarez-Ossorio, por su parte, estima que se debería convocar los cuatro actores regionales que tienen más importancia en el conflicto: Irán, Arabia Saudí, Turquía y Catar. “Debería crearse un grupo, un cuarteto de potencias regionales que debería sentarse a negociar e interrumpir su respaldo al régimen y a la oposición para buscar una salida. En el momento en que se cierre el financiamiento a ambas partes, se terminará la guerra”.
Sin embargo, el régimen tiene aliados y enemigos pasadas las fronteras de Medio Oriente, los que han probado tener dificultades para ponerse de acuerdo. Más allá de las convergencias en las negociaciones de la ONU, Estados Unidos y Rusia no han encontrado puntos en común, lo que se ha visto reflejado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde el poder de veto de China y Rusia ha bloqueado cualquier resolución. Una salida al conflicto debe pasar por ellos también, lo que eleva las dificultades y augura la continuación de los enfrentamientos.

De esta forma es que Siria entró a su cuarto año de guerra. La comunidad internacional sigue probando fórmulas diplomáticas para acabar con la crisis, pero mientras tanto millones de sirios ven cada día como su vida cambió irremediablemente. Hace cuatro meses que Alaa Tarakji vive en Alemania. Le gusta su gente y lo amable que han sido con ella, aunque confiesa que tiene problemas con el idioma. Siempre había querido vivir un tiempo en ese país después de terminar su carrera, “pero jamás lo pensé de esta forma”, reflexiona, “que puede ser para siempre”.

Síguenos en