Según la Estrategia Nacional de Recursos Hídricos 2012- 2025 (ver documento), presentada a principios del año pasado. La minería junto con la industria utilizan un 21% del recurso hídrico nacional variando su uso a lo largo del país haciéndolo particularmente agudo en las áreas norte y central.
El documento concluyó, que ya, al año 2010, desde la Región Metropolitana al norte la demanda de agua ha superado con creces su disponibilidad, observándose en algunas regiones, un déficit cercano al 100%.
Entonces, el uso de agua de mar para las faenas mineras, se vuelve una oportunidad de reducir el daño a las cuencas, como la práctica extinción del río Loa o el sector de bofedales en Lagunillas, en la región de Tarapacá y otros casos que sacuden a la zona centro norte de Chile.
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Según José Miguel Cardemil, académico del Centro de Desarrollo Sustentable de la Universidad Diego Portales (UDP), dentro de las tecnologías disponibles, la mayoría de las empresas, que han optado por esta opción, utilizan procesos de osmosis inversa, de bajo costo en su instalación pero que consumen elevadas cantidades de energía eléctrica.
“El principal problema que tenemos en Chile es que desde el mar, de donde se saca el agua, hasta la ubicación de las faenas, hay un promedio de 200 a 300 kilómetros en la horizontal, pero con más de 2000 msnm que elevar esa cantidad de agua. Eso requiero un consumo energético gigantesco en término de las bombas. El uso de agua de mar no está sólo relacionado con la desalinización sino que con el transporte de agua de mar hasta la faena”.
Haciendo un cálculo rápido, indican los expertos, un requerimiento base para la operación de una faena minera podría necesitar cerca de 5 estaciones de bombeo o más, alimentadas por una potencia de al menos 5 MW las veinticuatro horas del día. Además la desalinización devuelve al mar agua con una mayor concentración de sal, hecho que también se encuentra en debate.
Si bien un 8 por ciento del agua utilizada en la minería proviene del mar, llegando en Antofagasta a un 18 por ciento, generalmente corresponde a faenas que se encuentran cercanas a la costa y de mediana envergadura.
Para Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), el hecho de que las mineras estén analizando estas opciones, deja entrever que la situación es crítica y que la causa va más allá de la sequía o el cambio climático, y se anidaría en la sobreexplotación del recurso.
Algunas empresas, como Minera Esperanza, de Antofagasta Minerals (ver proyecto), ya han optado por el uso de agua de mar en sus procesos, pero el especialista advierte que no habrá cambio si no existen modificaciones al marco legal.
“Mientras tengamos el régimen de propiedad privada del agua y la concentración de los derechos de agua en manos de las empresas mineras, va a ser muy difícil que cambie. Porque las mineras tienen hoy día agua gratis y no va a ser fácil, si es que no hay decisión política, que una minera que está usando agua dulce, agua gratis, que se la entrega el Estado, se cambie a desalinizar porque eso significa elevar los costos de manera importante”.
Hasta ahora los avances para cambiar la normativa han sido escasos y no se han manifestado señales claras de un cambio de rumbo. Sin embargo, destaca en la página del Senado una “votación virtual” sobre el proyecto de ley que “asegura el derecho al agua y a su acceso en cantidad y calidad suficientes, para satisfacer las necesidades individuales y colectivas”, consulta que a la fecha, ha obtenido un respaldo superior al 95 por ciento.
Habrá que ver si en el futuro, las empresas mineras se deciden por nuevas formas de realizar sus procesos, en una industria que durante el 2013 obtuvo utilidades por más de 10.000 millones de dólares.