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Cultura es Noticia:

Los mejores cielos del mundo, pero no un edificio que acoja a los astrónomos

El 70 por ciento de la capacidad astronómica de todo el planeta están en Chile, pero ni siquiera cuenta con un centro de convenciones para acoger a sus científicos.

Vivian Lavín

  Viernes 21 de agosto 2015 10:38 hrs. 
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¿Qué es lo que se tiene que hacer en Chile para entender la urgencia de construir un centro de convenciones o espacio ferial que pueda acoger al menos a tres mil personas? Esta pregunta pareciera más adecuada para un comentario económico, sin embargo, las implicancias que está teniendo para nuestra cultura la falta de un edificio que pueda albergar a ferias y encuentros profesionales y de diversas temáticas con esta capacidad, está perjudicándonos en áreas tan remotas como la astronomía, pasando por el comercio y también por la industria del conocimiento.

La FISA de antaño, la Feria Internacional de Santiago, nació a mediados del siglo XX como un espacio de exposición de animales. Luego, se abrió a otras expresiones y a la representación de otras naciones que llegaban con los que en ese momento eran las últimas tecnologías o servicios. La FISA fue en la década de los ochenta la ventana a través de la cual podíamos asomarnos a lo que se estaba produciendo en otros países. Era la oportunidad de conocer los productos importados que despertaban mucho interés en un Chile más sencillo y menos arribista. Allí se probaban desde chocolates suizos, pasando por maquinaria de todo tipo y también autos, que bonitas modelos extranjeras mostraban frente a un público varonil boquiabierto. Más allá de los recuerdos que nos despierta la FISA, lo cierto es que era un espacio comercial pero también de intercambio cultural, de formas de producir, de crear, de maneras de enfrentar el futuro que en ese Chile encerrado y anestesiado por el miedo de la dictadura, aparecía como corriente de aire que nos hacía pensar que más allá, al otro lado de la cordillera y del océano había un mundo que algún día llegaría a nuestro país.

Y no se trata de que se eche de menos a la FISA si no que extraña que con este antecedente, el que no se haya construido un recinto ferial o de convenciones en ese mismo espacio para continuar de manera más estable y actual un lugar de convergencia productiva, tecnológica y creativa.

Las ferias de un cuantohay son una fuente de recursos importantes en nuestro país. De hecho, la Feria Internacional del Libro de Santiago es la cita cultural y literaria más importante del Chile del siglo XXI y como tantas otras exposiciones y ferias se realiza en un patrimonio nacional como es el Centro Cultural Estación Mapocho. Una antigua y bella estación de trenes que ha sido adaptada para estos fines, pero que apenas logra su objetivo por las características mismas de este espacio. No tiene una sala que albergue a más de mil personas, no puede modularse según las necesidades, no es apta en general, para personas con capacidades diferentes ni tampoco tiene estacionamientos para acoger a más de 500 autos. Ni qué decir de su techo, que está semi abierto, de modo que entran las palomas y desde lo alto dejan caer lo que sus tristes estómagos evacúan. La culpa no es de la Estación Mapocho, sino de quien le da el afrecho, ya que el más interesado en potenciar a nuestro país como un destino para estos grandes eventos que tienen muchas externalidades y servicios asociados, pensemos en turismo, gastronomía, hotelería, comercio es el Estado, sin embargo, hace oídos sordos.

La inexistencia de un centro de convenciones fue la razón por la cual Chile no pudo convertirse en sede del Congreso Mundial de Astronomía, aunque cuente con los mejores cielos del mundo. El 70 por ciento de la capacidad astronómica de todo el planeta están en Chile, pero ni siquiera cuenta con un centro de convenciones para acoger a sus científicos. Esta es la mala noticia.

La buena es que gracias a las buenas gestiones del embajador Gabriel Rodríguez y otras instituciones, Chile fue elegido como el coordinador de la Red de observatorios astronómicos mundiales, una plataforma que busca declarar a estos centros de observación Patrimonio de la Humanidad, como una manera de preservar la memoria y la historia que conllevan.

Desde la Cancillería, han decidido tomar a la astronomía como punta de lanza para la divulgación científica hacia el interior y como imagen país hacia el exterior. No solo el vino o la fruta, también el conocimiento de frontera como producto nacional. Una oportunidad para que quizás, nuestros nietos dejen de temblar con el precio del cobre. Y aunque se sabe que la investigación astronómica no tiene finalidad práctica, su desarrollo involucra mucho más que un espacio que Chile cede de su suelo para la observación del universo, siendo la oportunidad para técnicos y profesionales distintos de los astrónomos que también hacen falta, para hacer andar estos centros.

La creación de la comisión Ventanas al Universo, en la que participa el Ministerio de RR.EE., el de Bienes Nacionales, pero también la Dibam y el Consejo de Monumentos Nacionales, es la primera instancia en que finalmente el Estado ha tomado en serio esto de la astronomía vinculándolo con la cultura. Las posibilidades que aquí surgen son muchísimas y esperamos que quienes la integran las aprovechen.

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