Desde hace algunos días, quien se asoma a uno de los locales ubicados en la plaza central de las Torres de Tajamar, en plena Providencia, observa una escena curiosa. A través de las vitrinas, se observa lo que podría ser el lugar de trabajo de algún científico. Adentro hay un escritorio, un sillón, un globo terráqueo, un estante con libros, un mapa de Europa y un mesón repleto de hojas, conchas marinas y restos de animales, entre otros objetos.
El detalle es que, a medida que pasa el tiempo, cada una de esas cosas es cubierta por plantas, pasto y otros vegetales. Algunos surgen desde los mismos muebles, otros se desparraman incluso entre las páginas de los libros.
Podría ser el gabinete abandonado de un antiguo naturalista, pero es la segunda parte de De ideas una historia natural, parte II, proyecto del artista Rodrigo Arteaga que se exhibe hasta fines de este mes en la Galería Tajamar, espacio de arte contemporáneo que funciona desde 2011 en uno de esos módulos que habitualmente acogen al comercio.
“Está basado en un naturalista, pero en ninguno en particular, sino en una idea de naturalista del siglo XIX. Podría ser Charles Darwin, Fitz Roy, Claudio Gay incluso. Me interesaba que los objetos de la oficina estuvieran sujetos al ciclo natural y que incorporaran los sistemas orgánicos como material”, explica el artista, quien ya había explorado ese tipo de posibilidades. Hace dos años, por ejemplo, construyó un mapamundi con distintos tipos de hongos, junto al laboratorio de Microbiología del Centro Médico San Joaquín, y se ganó el Premio Fundación Científica Fungi 2014.
En este caso, lo que hizo fue cultivar plantas, musgo, hongos y pasto durante un par de meses y luego los instaló en la galería, adonde tiene que ir a regar cotidianamente. “Se arma como un efecto invernadero, así que las plantas están felices. Ha salido mucho pasto nuevo, va cambiando en el transcurso de la muestra”, asegura.
“De alguna manera, la naturaleza se apodera del espacio de trabajo del naturalista, como si hubiera quedado detenido en el tiempo. A la vez, se transforma en una especie de vitrina que podría ser un diorama en un museo de historia natural, pero sobre la representación y el estudio de la naturaleza. No representa a la naturaleza, sino al que la estudia” dice Rodrigo Arteaga.
Por otra parte, la obra trabaja con el inevitable paso del tiempo: “En general, las obras de arte se hacen con materiales para que perduren y no se manchen con el tiempo, por ejemplo. Esto, en el fondo, está hecho para degradarse y descomponerse y me parece que esa es la gracia”, dice el autor.
En ese sentido, Rodrigo Arteaga recuerda una cita de Laurence Weschler: “Hay un tremendo sentido del ordenamiento, solo que no es nuestra forma de ordenar. Nuestras formas de ordenar van a parecer completamente absurdas para la gente en 500 años más”, dijo el escritor estadounidense en una charla. A eso es lo que apunta la obra: “Lo que me interesa es la fragilidad de la intención del hombre por ordenar el mundo. El hecho de hacer una enciclopedia, por ejemplo, o de construir un tratado de botánica, de astronomía, de anatomía. Aunque tengan la ambición de ser lo más actualizados posibles, siempre van quedando obsoletos y yo termino comprándolos a mil pesos en una librería de libros usados. A mí me interesa la fragilidad del conocimiento”, añade.
La primera parte del proyecto consistió en una maqueta de la misma Galería Tajamar, que se expuso en la diminuta Microgalería, en la librería Comuna Literaria de avenida Santa Isabel. En los próximos días, en el marco de la feria Ch.ACO, Rodrigo Arteaga mostrará una serie de dibujos en el Espacio O, que cerrará las tres partes del proyecto.
Coordenadas
De ideas una historia natural se exhibe hasta el 27 de septiembre en la Galería Tajamar, ubicada en las Torres de Tajamar de Providencia. No hay que pagar entrada y en la noche se encienden luces que cambian la vista del espacio.