La primera imagen es el retrato de un “sonriente niño chileno” y pertenece a un archivo particular, pero no existe mayor información sobre su fecha y lugar de origen. La última muestra a cuatro pingüinos retratados en plena Antártica chilena, alrededor de 1940. Esos son los extremos de la secuencia de imágenes que contiene Chile en 1000 fotos, libro que acaban de publicar la editorial Pehuén, el Museo Histórico Nacional y la Biblioteca Nacional.
A pesar de la gran cantidad de imágenes, el libro contiene apenas una mínima parte de los archivos fotográficos de ambas instituciones: mientras la colección del Museo supera las 221 mil fotografías, la de la Biblioteca alcanza 30 mil fotografías y 50 mil archivos digitales.
A pesar de eso, el abanico de imágenes es amplio: se ven ceremonias de pueblos originarios; retratos de familias acaudaladas, artistas y militares; registros de batallas y catástrofes, como el terremoto de Valparaíso de 1906; instantáneas deportivas y paisajes de ciudades y pequeñas localidades.
La Curadora de Fotografía del Museo Histórico Nacional, Carla Franceschini, señala que el criterio para seleccionar las imágenes fue similar al que se usa en la entidad: “La idea es juntar imágenes de costumbres chilenas, de todo lo que nos pueda retratar como tales. Territorio, personas, vestimentas, costumbres, paisajes, todo lo que nos pueda representar a través de fotografías.
El libro se enfoca entre 1860 y 1950 y de este modo también da cuenta de los diferentes roles que ha cumplido la fotografía en la sociedad: “En el siglo XIX, no era algo que estuviera al alcance de todos. La forma de tener una foto de tu familia o tuya era a través de los estudios fotográficos, entonces las fotografías tienen características formales. A fines del siglo XIX ya aparecen los fotógrafos minuteros, los de plaza, y empiezas a ver más fotos de grupos familiares populares, donde la gente iba a un lugar -a la playa, por ejemplo- y se sacaba una foto. Paulatinamente, la fotografía se va popularizando y luego ya son fotos que las personas sacan con sus propias cámaras” explica Soledad Abarca, jefa del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional.
“Además, mantuvimos el aspecto natural de las fotos. Por ejemplo, si una es amarillenta o está deteriorada, eso se respetó, porque es la vida natural de la fotografía. Así es como las encuentras en los archivos y también hay una historia tecnológica detrás. Los daguerrotipos, por ejemplo, son en metal y si quitáramos la brillantez de la placa, le quitaríamos información a la imagen”, añade.
Así, dicen, la idea es que el libro genere también un vínculo de identificación con los lectores: “Creo que la gente que vea el libro se va a sentir identificada, incluso las generaciones más nuevas, porque se van a ver en lo antiguo, en su propio pasado. Los niños ahora no tienen la cercanía de los álbumes viejos que se guardaban en las casas, porque muchas veces se han muerto las personas que los guardaban y solo uno de la familia se hace cago o, definitivamente, lo botaron. Así, de hecho, es como se encuentran muchas de las imágenes que llegan a nuestros archivos”, concluye Carla Franceschini.