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El gigante pone su primera piedra

Mientras los astrónomos y la comunidad científica chilena constatan cómo Chile se convierte en el país con la mayor capacidad de observación de los cielos en todo el planeta, el gobierno de turno se hace el leso y peor, les entrega una cantidad mínima de recursos, insuficientes para estar a la altura de los desafíos que se abren.

Vivian Lavín

  Miércoles 11 de noviembre 2015 9:08 hrs. 
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Al indagar sobre las causas de la indignación que aqueja hoy a la comunidad científica nacional deja al más desafectado observador en un estado de profunda desolación. Quienes se caracterizan por su ponderación y aplicación del método científico a la hora de referirse a los acontecimientos cotidianos, esto es que no dan su opinión a menos que hayan contrastado los datos con la realidad, han estallado. La carta abierta de la comunidad científica al gobierno titulada “Nuestros gobiernos han elegido la ignorancia” resume la irritación y la perplejidad de ser simplemente ignorados por el grupo de los elegidos a construir un mejor país. La renuncia del presidente de CONICYT hace unas semanas, vino a subir la temperatura de una relación, me refiero a la de la ciencia y el Estado, que ya estaba demasiado elevada. Es un problema de recurso, sin duda, pero mucho más que eso ya que la asignación presupuestaria es un indicativo concluyente sobre el lugar que le da el Estado a la ciencia. Y el que le ha dado a la ciencia, es insultante.: Chile invierte un 0.34% del PIB en ciencia, una cifra que nos sitúa entre las naciones que menos recursos destina a esta área.

¿Cómo se entiende esta decisión con la contundente evidencia de muchos países que, en pocas décadas, lograron saltar al desarrollo cuando decidieron invertir en ciencia y tecnología? La misma pregunta podríamos hacer respecto de la educación, y la respuesta es la misma: es inexplicable. Una larga lista de premios nacionales y reconocidos científicos y académicos de todo el país lo resumen de esta manera: “El diagnóstico es a esta altura conocido: baja inversión en ciencia, tecnología e innovación, pobres capacidades tecnológicas, bajísimos números de investigadores por habitante, falta de innovación en las empresas, falta de políticas de largo plazo e institucionalidad, y escasa vinculación de la problemática científica con el desarrollo socio-económico integral de Chile y su cultura. El inevitable resultado de este escenario es el privar al país del anhelado salto a la sociedad del conocimiento, aquella que brinda riqueza social, económica y cultural”.

Por eso cuando hoy se realice la ceremonia de la primera piedra del Telescopio Gigante de Magallanes es de esperar que no haya ningún representante del Gobierno, ya que lo pasará muy mal. No solo porque los científicos chilenos presentes le enrostrarán la desidia gubernamental respecto de este tema, sino porque este proyecto liderado por el Instituto Carneggie junto a otras universidades estadounidenses, como la de Chicago, Harvard, Arizona y Texas, como también organismos astronómicos autralianos y coreanos da cuenta de la importancia y del valor que le dan a este telescopio que será capaz de obtener imágenes con una resolución diez veces más alta que el telescopio espacial Hubble. Es la primera piedra de este telescopio terrestre asentado en suelo chileno, precisamente en el Cerro Las Campanas, en la cuarta región de nuestro país, y que constará de siete espejos de más de ocho metros de diámetro, de los cuales ya hay tres que están listos y que sin embargo, deberán esperar hasta el año 2020, que es la fecha en que está prevista su puesta en marcha. El Gran Telescopio de Magallanes ayudará a comprender mejor la materia y la energía oscura, los exoplanetas, esto es, los que están más allá del sistema solar, como también el nacimiento de galaxias y estrellas…

Al igual que otros grandes telescopios, como el LSST o Gran telescopio para Rastreos Sinópticos que promete revolucionar nuestro conocimiento del Universo con un mapeo completo cada tres días durante 10 años y que también se haya en período de construcción, el GTM nos habla de un futuro cercano, que en no más de seis años nos permitirá entender mucho más de nuestro Universo. Así, mientras los astrónomos y la comunidad científica chilena constata cómo Chile se convierte en el país con la mayor capacidad de observación de los cielos en todo el planeta, el gobierno de turno se hace el leso y peor, les entrega una cantidad mínima de recursos, insuficientes para estar a la altura de los desafíos que se abren.

Lo que se viene es enorme. Los astrónomos hablan de big telescopes y big data, es decir, grandes telescopios y enormes volúmenes de datos que representan a la revolución digital en astronomía, donde cada nuevo telescopio empuja con fuerza las barreras del conocimiento científico… la impotencia es saber que quienes estarán presionando y derribando esos límites del pensamiento serán científicos extranejeros desde suelo chileno, mientras los nuetstros jugarán el rol de espectadores.

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