Este año a la élite chilena se le cayó definitivamente la máscara. Congresistas y ex ministros que aceptaron dinero de grandes empresas para financiar campañas políticas y, en algunos casos, legislar a favor de los intereses de sus prestamistas. Grandes empresarios, entre ellos el mayor de todos, coludidos para estafar a todos los chilenos.
Los jerarcas de la Iglesia Católica confabulando para ocultar abusos y proteger a los victimarios de sotana. Altos miembros del Ejército dándose festines con las platas estatales provenientes del cobre. Dirigentes del fútbol profesional coimeados y que se enriquecieron ilícitamente. Una presidenta cuya cariñocracia se desplomó por siempre gracias a las maquinaciones inmobiliarias de su nuera e hijo.
En definitiva, en 2015 se comenzó a transparentar la manera en que se ha construido y ha operado nuestro modelo político, económico y social en las últimas décadas. Resulta que en vez de ser unos gráciles Eloi, nuestra dirigencia y nuestro país se parece más bien a los horrendos Morlocks de la novela “La máquina del tiempo” de H.G. Wells.
Sin embargo, esta dirigencia tan golpeada durante este año puede contemplar con cierto optimismo el 2016. Después de todo, la olla ya se destapó y si bien es probable que surjan más casos de colusión política y empresarial, el olor emanado ya es conocido. Más de lo mismo no constituye novedad.
Al final de cuentas, ningún representante de la élite involucrada en prácticas ilegales teme pasar algunos años en la cárcel. La reciente cuasi-absolución de Pablo Alcalde, el máximo ejecutivo de La Polar que estafó a millones de consumidores, o la sentencia irrisoria que recibió Jovino Novoa (una clara ilustración de que la Fiscalía Nacional, siendo un león, decidió no morder), o el hecho de que senadores como Ena von Baer e Iván Moreira ejerzan su función legisladora sin chistar, pese a haber recibido financiamiento ilegal y, más encima, haber mentido públicamente acerca de ello en el caso de Ena, son ejemplos claros que ilustran que los incentivos para continuar haciendo lo mismo de siempre siguen intactos. En la literatura económica ello se denomina “Riesgo Moral”.
Mejor aún, los engranajes clave para sostener el modelo Morlock siguen intactos: el Tribunal Constitucional que se encarga de resguardar una carta fundamental antidemocrática, partidos políticos tradicionales que se niegan a cualquier cambio que cuestione sus privilegios, una prensa pro-sistema que sigue dando cobertura sesgada a favor de sus intereses, y la visión de mundo conservadora que tiene el duopolio del poder político, desde la UDI al Partido Comunista.
Las buenas noticias para los que nos gobiernan en muchos ámbitos de nuestras vidas no terminan ahí. Ellos y ellas también saben que, en general, gran parte de los ciudadanos podrá ser reclamona, pero nunca tanto como para enojarse e incendiar sus santuarios. Después de todo, el mayor movimiento social desde los años 80, el de los estudiantes en 2011, terminó en nada.
Es verdad, algunos de los dirigentes estudiantiles y sociales ahora están en el Congreso. Es verdad que el lema de “No al Lucro” caló hondo. Pero también es verdad que, transcurridos más de cuatro años desde esa explosión ciudadana, nada ha cambiado de manera sustancial. La gratuidad en la educación superior, la mejora de la educación pública, y la calidad de la enseñanza, están muy, pero muy lejos de convertirse en realidad.
En contraste, el relativamente tibio movimiento de los indignados en España logró en dos años crear un conglomerado de izquierda –Podemos– que se convirtió en la tercera fuerza política de ese país.
A no ser que las fuerzas estudiantiles vuelvan a despertar en 2016, aunque sea para refregarle en la cara la frustrante política de gratuidad del gobierno, o que los débiles sindicatos de este país estallen en ira por el maltrato laboral, o los consumidores tiren “bombas molotov” a las empresas estafadoras, el próximo año será muy bueno para la élite tradicional.
Para colmo de dicha habrá elecciones municipales; es decir, los partidos serán los protagonistas, mientras que los candidatos presidenciables, todos rostros conocidos y defensores del ancien regime, se pasearán por el país como si nada hubiera sucedido. Y, en verdad, nada ha sucedido.
Como dijo una vez, en privado, un editor de un importante medio de prensa: “Cuando en Argentina hay cortes de luz por racionamiento de energía, la gente sale a la calle a formar barricadas; pocas horas después vuelve la luz. Pero cuando ello ocurre en Chile, la gente sale a comprar velas, y sigue a oscuras”.