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Elecciones en España: el PSOE entre la espada y el precipicio

El socialismo español llegó en segundo lugar, con lo que pudo declararse “el partido hegemónico de la izquierda española”. Pero ahora es el único, en términos realistas, que puede darle mayoría a la derecha .¿Cruzará definitivamente el río?

Patricio López

  Lunes 27 de junio 2016 12:44 hrs. 

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Es un hecho político formidable que el gobierno de Mariano Rajoy, lacerado por escándalos de corrupción y co-responsable de la crisis, la cesantía y los recortes sociales, haya vuelto a ganar la elección en España, aunque fuese sin alcanzar la mayoría absoluta. Se impuso hasta en Andalucía, región donde estos problemas se han padecido con mayor dureza, lo cual ha llevado a algunos a decir que los pueblos de la península ibérica padecen el “síndrome de Estocolmo”. Pero, por alguna razón, los votantes han creído que es lo mejor para su futuro, cuestión que requiere sumar análisis a las frases ingeniosas y asertivas.

Habría que decir, al respecto, que la elección se dio en dos niveles. Uno fue el obvio, el de la competencia electoral, pero había otro mucho más relevante para los grandes poderes: cuál era el rayado de cancha en el que esa disputa podía producirse. De ese modo se fijaron unos límites según los cuales lo que estaba en cuestión era el orden y las hegemonías construidas por la transición. Para preservarlas era apropiado un triunfo del PP, del PSOE y el rol complementario e inofensivo de Ciudadanos, mientras resultaba peligroso e indeseable un buen resultado para Unidos-Podemos, a pesar de que esta coalición fue majadera en el carácter socialdemócrata y europeísta de su programa.

Para defender el amurallado, todo recurso fue válido. Por ejemplo, respecto al Brexit consagrado en la votación del pasado jueves en Gran Bretaña, se recurrió de última hora al ejercicio de mezclar groseramente peras con manzanas, apelando a la importancia que juega la irracionalidad del miedo en las decisiones humanas, en la vida y en la política, para levantar la idea que “los populismos” -entendidos como cualquier opción política que le disputara la hegemonía al duopolio- podrían llevar las cosas a un futuro aún peor, en Gran Bretaña y en España. Así, por arte de magia, los causantes de la crisis se convertían en los mejor llamados a resolverla.

Se trata de una línea editorial-político-empresarial implacable que han ejecutado medios como El País, afín a la socialdemocracia. El resumen es: a) reivindicación de la transición y, por ende, de sus pilares, el PP y el PSOE; b) “venezolanizar” absurdamente la campaña, de modo de hacer aparecer al Unidos Podemos como chavista, es decir, como una izquierda poco deseable para sus cánones; c) apelar a la necesidad nacional de la estabilidad por la cual, en nombre de los altos intereses del Estado español, se hiciese posible y deseable un gobierno de coalición PP-PSOE; y d) aunque paradójico con casi todo lo anterior, insistir en que el PSOE es de izquierda y que, por lo tanto, se trata éste de un nicho ya ocupado para un eventual usurpador.

Para esos propósitos más profundos y para la supervivencia del liderazgo de Pedro Sánchez, el resultado de este domingo es un éxito y un alivio. Poco importa que el PSOE haya perdido más votos y escaños que respecto a diciembre pasado, o que haya obtenido su peor resultado desde 1977, si ha logrado defender el segundo lugar (léase el pacto de poder de la transición). Sin embargo, al día siguiente este partido es el que tiene la llave de la formación de gobierno y por lo tanto, la principal responsabilidad. De su decisión depende que la derecha pueda formar gobierno, o que en un nuevo escenario pueda luego generar una fórmula progresista con Unidos-Podemos. Sus primeras declaraciones han sido que “no vamos a apoyar la investidura de Rajoy ni nos vamos a abstener”, en palabras de Antonio Hernando, portavoz socialista, en el caso de que el actual jefe de gobierno se someta a una votación de investidura. “Le toca a Mariano Rajoy dar el primer paso y… si quiere hablar, que lo haga con sus afines ideológicos”, agregó.

¿Qué quiere decir esto? En concreto, poco por el momento, puesto que no se ven fórmulas que le permitan al PP alcanzar mayoría sin pasar por los socialistas, con lo que la pretensión de estos últimos de estar al lado del camino parece inviable. Hay, al respecto, algunas alternativas: primero, que los socialistas voten por el PP e incluso constituyan gobierno juntos, idea que es muy bien vista por viejos barones del partido como Felipe González; segundo, que el PSOE simplemente se abstenga en la investidura, como una forma de evitar definiciones político-ideológicas y en nombre de no exponer al país a una tercera elección; y, tercero, que se reedite la idea de un gobierno progresista PSOE-Unidos Podemos, para lo cual los socialistas siempre se vieron reticentes, usando la vez anterior como coartada un pacto con la derecha renovada de Ciudadanos.

La encrucijada, en resumen, es que hoy el PSOE tiene estructuralmente más intereses en común con el PP que con Unidos-Podemos, pero se trata de una verdad indecible, que no se puede explicitar. Como los grandes secretos de familia, aunque todos lo sepan. Parte importante de su futuro es que logre sostener esta ambigüedad en las próximas semanas.

En lo que respecta a la izquierda, se puede analizar la foto y la tendencia. Respecto a la primera, hay que consignar que la alianza entre Podemos e Izquierda Unida no obtuvo los resultados esperados, entre los cuales estaba desplazar al PSOE del segundo lugar. No retrocedió en escaños –la suma de los dos partidos sacó los mismos 71 congresistas que en diciembre pasado-, pero perdió un millón de votos, en un contexto, eso sí, de menor participación que en las elecciones del pasado 20 de diciembre. Las razones de tal retroceso están en análisis, aunque Iglesias apostó en su intervención por “privilegiar el apoyo entre las fuerzas progresistas” y reafirmar que la coalición de Podemos e Izquierda Unida “es el camino correcto”. En una mirada más tendencial, es obvio que el crecimiento de Unidos-Podemos depende de la decadencia socialista, y viceversa. Rajoy podrá formar gobierno, pero ésta sigue siendo la verdadera disputa. De las lecturas de la elección y de los pasos que ya se dan mientras este texto se escribe, dependerá la definición de cuál es el progresismo español y, por lo tanto, cuáles son las posibilidades de transformación para el país.

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